martes, 25 de febrero de 2014

En el fuego

Hombres que se rompen
a cada instante, cada parpadeo.
Errores itinerantes
asesinándote, con balas de fogueo.

Vuelve a cortar el césped
para que vuelva a sonar
la melodía atropellada que
es tu voz al mentir
y tu mirada perdida,
la que salimos a buscar.

El bote de mermelada
no soporta un centavo más
porque el vidrio chirría
como tu lo hiciste allí,
en esa misma cocina
de la casa familiar.

Hombros que se hunden,
no es el momento de alzar el vuelo.
Rezaban por el desarme
de tus territorios infinitos.

Y el grito destroza el vidrio
y su boca ahora escupe
fuego desde dentro
y todas las monedas
ruedan locas por el suelo,
desordenando el pensamiento.

Y tu escuela fue el grito,
y tu profesor el miedo
y las esquinas ocultas
y los lápices en sus
agujeros eternos
de desconsuelo.

Grises que se expanden,
por los bosques y el cielo.
enjambres hambrientos,
en la punta de los dedos.

Vuelve a caer la lluvia
para que pueda limpiar
los gritos, cristales y el miedo,
la cocina quedará
presa de un vasto silencio,
mientras las vuelvo a contar.

Decidimos recoger tu nada
y comenzar también a gritar
dejando nuestras gargantas cada día,
gritando no vuelvas más
por encima de los acordes
de una guitarra al sonar.

Hombres que se recomponen
moneda a moneda.
Sinápsis efímera
de conductas moduladas.

Y los ojos ahora están 
abiertos para contemplar,
no importa que fuera a 
golpes y dolor si ahora 
solo queda ya el sonido
de las olas de este mar.

Gracias y jódete
y sal a cortar el césped
y a mirar desde tus
cuencas vacías el 
lento caminar de asesinas
en minifalda, es primavera.


A veces puedo escribir sobre las estrellas
a pesar de emitir desde el subsuelo,
desde esta espiral de azufre
también se pude contemplar el cielo

Qué importa si mi hogar,
lo encuentro en su aliento,
y mi brújula en su pelo,
creo que ya lo he decidido,
voy a quemarme en su fuego.

Mi casa, es ahora su infierno.

Me largo unos días, pero me quedo.

Vuelvo.

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