martes, 12 de agosto de 2014

Nunca

Y nunca, nunca, nunca jamás, se me habría ocurrido pensar en todo este asunto que despiertan unas últimas palabras antes del amanecer.
Es verano. Yo duermo sin ropa ni remordimientos junto a la horma de mi zapatos.
Duermo tranquilo mientras observo desde la ventana abierta de nuestro dormitorio todas esas habitaciones iluminadas que contienen al hombre del siglo XXI y a sus preocupaciones
 A niñatas depresivas vomitando muerte frente a las pantallas de sus ordenadores portátiles. A enormes y peludos trozos de mierda que cierran los ojos mientras fuerzan a sus esposas de toda la vida a realizarles una felación, mientras imaginan a sus compañeros del taller. Las preocupaciones del siglo XXI.

No está siendo un siglo especialmente bueno, pero he de confesar que en estos momentos me produce una bestial erecciòn sentirme fuera de todo eso.
Me gusta esta burbuja. Este dormitorio en el que mi chica sueña junto a mi y a veces se despierta y se pregunta por que machaco teclas en lugar de caer en los brazos de morfeo. Yo le respondo que siga durmiendo, que los únicos brazos que quiero que me sostengan cada vez que se avecine tempestad, son los suyos. Que duerma. Que suele por los dos. Que yo estoy bien aquí, en nuestra atalaya. Lejos de las tormentas, los nubarrones y los chaparrones.

Que estoy mejor aquí de lo que nunca lo estuve en mi vida.
Aquí, tan fugitivo como siempre y más prisionero que nunca.
Aquí, con la brisa de esta noche de verano sobrevolando mi exhausta polla.
Aquí, lejos de la borrasca.
Aquí, que si se produce alguna tormenta, es la tormenta perfecta. Que sí llueven los ojos es de risa.

Se han apagado algunas luces y los ojos empieza a pesar.

Me hubiera gustado haberlo descubierto antes, me pesa un poco todo el tiempo perdido. El tiempo perdido en conversaciones tristes que generaban más tristeza y más y más tristeza.
No fue fácil, pero encontrè entre tanta caja de música adolescente que sólo reproducían una y otra vez réquiems, a mi máquina de follar, de hacerme volar, de hacerme reír

Lo buscamos entre líneas de nieve. Entre nubes de humo. Entre farmacias prohibidas.

No lo encontramos. Cuánto tiempo perdimos.


Supongo que de algún modo quería enviar el mensaje al resto de niños perdidos:

La tierra de nunca jamás la encontré tras sus ojos mientras seguía su sonrisa desde el suelo, memorizando cada pliegue de su falda, cada encaje de sus bragas.

En lo que me hace estar aquí tumbado, relajado, sin preocupaciones ni anhelos, allí lo encontré.

Ella es la puerta a mi nunca jamás, y todos los juguetes que se rompieron por el camino,
Sólo fueron tiempo perdido
Y
Puro
Bla, bla, bla.




Huid de la borrasca, buscas el anticiclòn.



Buenas noches desde el vértigo que siente el hombre que por primera vez en mucho tiempo se sabe feliz.


Te quiero mucho.




No te vayas.