domingo, 23 de marzo de 2014

Platos rotos (Yo invito)

Supongo que en algún momento,
mientras formábamos parte de este sueño,
debí perder el equilibrio.

Mientras acariciaba anestesiado
el parqué de tu salón,
con la punta de mis dedos.

Y tú contabas las baldosas
Y yo me agarraba al sofá, 
estaba muerto de miedo.
Y me dijiste justo a mitad 
de aquél extraño camino:
¡Venga, flaco, saltemos!

Pero mis piernas no respondían,
estaba clavado al suelo.
Y tu intentabas señalarme 
con tus manos de luz, el cielo.

Pero,
Cuando el sabio señala a la luna, 
el tonto, solo mira el dedo.

Y ya no habrá nunca más,
esa lluvia de cubiertos.
Ya has guardado el abrelatas,
después de registrar mi pecho.

Y hallaste mi sucia guarida,
en la que no pasa el tiempo
en la pared hay un corcho:
nuestros momentos en blanco y negro:

Nuestros recuerdos, 
mi único alimento.

Ahora registro cada mueble, 
y maldigo cada intento,
y me quedo quieto, totalmente inerte,
me sumerjo en mis pensamientos.

Las cocinas no serán lo mismo 
sin ahogarnos en los fregaderos,
sin nuestras mañanas de domingo,
sin tu parqué, y con este agujero (en mi pecho).

Algo aquí dentro no funciona, flaca
y aunque tu aceptes mis abismos,
nunca te dejaría saltar para 
que acabaras perdida entre mis miedos infinitos.

Te voy a echar siempre de menos,
más que a las drogas o a los textos,
y a tomar por culo la poesía,
tú ya sabes lo que pienso.

Soy un cobarde,
te voy a echar de menos
porque eres una chica difícil
y porque yo no he sabido hacerlo.
Y porque antes de hacerte daño
me la corto (en serio).

Se que no quieres ser mi amiga,
aún así, te voy a seguir queriendo.
Que se joda la poesía,
que se jodan la prosa y el verso.

Que se jodan
Que se jodan Que se jodan Que se joda el Nasdaq y Wall street
Las acciones de la amistad caen en picado continuamente
Que se jodan todos y todas a ver si el mundo funciona un poco mejor.
Que se jodan las etiquetas.
Que se jodan los prospectos.
Que se jodan los adioses.
Y los hasta luego.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Música de cañerías

Alguien dejó el maldito grifo abierto
aquella fría noche magenta,
así que el pasado
comenzó a filtrarse.

gota a gota
gesto a gesto
orgasmo a orgasmo

por lo que esa noche cené techo
mientras el reloj me follaba
a tres agujas y yo,
completamente inerte
yacía bocarriba, 
con las manos presionando
las heridas de bala
de hace cuatro o cinco vidas (59minutos/39segundos).

Recuerdo haber muerto
en multitud de ocasiones
unas veces entre paredes blancas,
y otras en la casa familiar
mientras aquél VHS (cine, cine, cine, cine),
volaba directo a la cara
de mi madre.

grito a grito
foto a foto
odio a odio

Así que nunca hice nada,
excepto catar ataúdes
y coños hambrientos,
lo que en realidad
venía a ser lo mismo.

Aunque mi verdadera vocación
siempre ha sido (estarás de acuerdo con ello)
gritarte entre las piernas,
a pleno pulmón:
¡Tengo miedo
de haberte encontrado!
Y tenerme que largar

Me tengo que levantar...
alguien se ha dejado el grifo abierto.

Y te comparo con cada gota
que rompe el silencio.

Y no suenas como ninguna.
Y no sueñas como ninguna.

Ninguna sonará nunca igual,
a como lo hacían
tus tacones,
más caros que mi alma.

Ahora tengo que irme
o levantarme


Alguien se ha dejado el grifo abierto.




*Un buen verso quizás sea, el lado valiente de un cobarde.



viernes, 14 de marzo de 2014

MIEDO

A ningún vecino le sorprendería escuchar aquella madrugada, cómo el silencio característico de esas horas en las que todos se suponen en calma, era interrumpido por el arrítmico teclear de unos dedos sobre algún tipo de vieja máquina de escribir.

“Ya debe haber vuelto a salir, se ha emborrachado y quiere evitar meterse en la cama durante esos primeros veinte minutos que le hacen a uno, en cuanto apaga la luz, ver todo dando vueltas” —pensarían algunos—. Otros, aquellos que no pueden concebir el hecho de escribir como un oficio, si no como un capricho, una terapia, una distracción o como delirios de grandeza, resoplarían aburridos en la nuca de sus gordas esposas, dentro de las cuales acabarían de eyacular —por obligación, por supuesto—, y volverían a soñar sin más preocupación que la de el resultado del partido del domingo.

Y nadie podría acercarse a menos de cien mil Kilómetros a la verdad, y a su vez, todos estarían en lo cierto, excepto por un motivo: a veces, escribir mata, y eso deberían subrayarlo en los envases de las cintas de tinta para máquinas de escribir, al igual que hacen en los paquetes de tabaco. En este caso, el escritor fumaba, bebía, escribía y sangraba.

Porque unas veces, los personajes se escapan del texto, adquieren libre albedrío y se desarrollan mucho más allá de lo que el escritor pensaba que podrían hacerlo. Otras veces es el mismísimo escritor es quien resulta absorbido dentro de su propia historia y entonces vive cada página, unas veces es testigo de hechos maravillosos y sin precedentes —como esa sonrisa con la que la chica desnuda que duerme entre espasmos ilumina toda la ciudad—, por el contrario, también padece  a lo largo de otro capítulo diferente, tiembla de terror en situaciones evocadas por una fuerza desconocida que guía sus manos, elaborando inciertos y variopintos escenarios.

Ninguno de esos vecinos podría imaginar que el tipo que teclea ha llegado a arder de locura en sus propios infiernos. Ninguno sospecharía jamás que algunos de sus personajes, a los que parece dotar de habilidades increíbles y a los que colma de adjetivos confusos —entre admirables y detestables. Extremos—, superan con creces todo aquello que de ellos se cuenta, cuando dan el salto a la vida real.
Nadie sospecharía nunca que el tipo que escribe bajo un flexo de madrugada, ha perdido pedazo a pedazo sus extremidades al caer en un cepo con Nombre y apellidos, que se ha agitado y convulsionado en medio de la oscuridad, que ha sido mordido por el cepo de la duda y que se ha preguntado si debía tirar con fuerza y dejar allí un pedazo de sí mismo o simplemente, mantenerse para siempre preso de la situación y permanecer entero.

La cuestión es que allí estaba, tal y como anunciaba ese sordo teclear, y aunque nadie acertara sobre el motivo que le llevaba aquella noche a vomitar una vez más sobre el folio en blanco, era inevitable sentarse una vez más, como terapia, como capricho, como delirio, y como oficio.
Y ahora no podía evitar pensar que a veces, este oficio le hacía sentir un auténtico verdugo: había creado personajes, había vivido mil momentos increíbles con ellos, había deseado con todas sus fuerzas a alguno en especial, pero la historia avanzaba.

A veces la historia avanza, se va de las manos del escritor, la trama cobra vida y el creador pasa a convertirse en un sujeto pasivo a merced de las exigencias del guión.
A veces, con el transcurrir de la historia acaba encontrándose en situaciones realmente duras, y aquella madrugada, era un ejemplo claro.
Incompatibilidad entre la lógica, la coherencia de la trama, la supervivencia de los personajes, la del mismísimo autor.

Había llegado a un punto en el que el curso natural de las cosas era cerrar capítulo con la desaparición de un personaje importante, uno de esos a los que el lector hace suyo, al que acabas convirtiendo una pieza esencial de tu propia vida.
Es muy duro llegar a ese punto en el que no sería sano para nadie estirar ni una página más un asunto. Se desvirtuaría el personaje, o ambos, personaje y escritor, restaría la magia expuesta en los capítulos anteriores: saber retirarse.
Y son esos momentos un verdadero duelo para el que crea paisajes en negro sobre blanco, un verdadero dolor sordo recorre su pecho y es infinita la angustia que provoca una realidad demoledora cuando la historia es tan increíble como la que tiene entre manos: El capítulo final.
Hay que saber cuándo parar, cuándo no podría seguir extendiendo la trama o al personaje sin desvirtuar la historia en sí, sin destrozarlo. Sin destrozarse mutuamente.
Sencillamente, se vuelven incompatibles el uno para el otro y no queda más remedio que pulsar un punto, el punto final.

A veces es una mierda ser escritor —pensaba—, o ser personaje, o ser ambas cosas.
A veces es una mierda estar tan asustado y no poder hacer nada al respecto.
Es una verdadera putada pensar en asomarse al vacío que deja la ausencia del motor principal de tu motivación.

Los personajes nunca mueren, pero tampoco se quedan, tienen que seguir girando, y ella, ella gira como nadie. Ella gira como una serpiente de fuego con esqueleto de cristal, y unos admiran los fuegos artificiales que la rodean. Y otros desean poseer el valioso cristal, pero nadie tiene idea de todo lo que se oculta allí dentro. Por desgracia, el escritor a veces se adentraba, ardía con gusto dentro de ese fuego, destrozaba con palabras el cristal y sonreía frente a frente con su esencia, la que todos desconocen, porque si por fuera ella era espectáculo, por dentro era —es y será, para siempre—, INFINITO.

Se paraliza ante esta última sentencia y le tiembla el pulso al pensar en teclear sobre un último punto que cierre el texto, que lo separe para siempre de su personaje favorito, así que decide que de momento, no lo hará, y enciende otro cigarrillo y abre otra botella y continúa brindando con la duda:

Por tus incendios
Por mis dudas
Por las tuyas
Por mis dedos equilibristas
Recorriendo tu espalda
Hasta llegar al centro
Por el miedo
Por los secretos susurrados desde tus ojos
Y desde mis dedos
Por nuestros incendios
Sigue ardiendo
Sigue girando
Sigue ardiendo y girando hasta extinguir
Página a página
Cualquier resto de duda
Que estas manos cobardes
Quieran traducir en un frío y doloroso
FIN


*Sí, tenía miedo. Y también, tenía un hueco aquí…que no dejaba hablar…

miércoles, 12 de marzo de 2014

En caso de naufragio (asegúrate de que no estás en la bañera de casa)

Pataleaba, chapoteaba, gritaba, me anestesiaba, me agotaba, dormía y así una y otra vez durante largas y duras semanas que fueron desgastando mi espíritu. Tenía tanto miedo de ahogarme en medio de ese agitado mar. Tenía tanto miedo de perderla para siempre y arrastrar la herida que dejaba su ausencia eternamente.

Cuando quedé totalmente exhausto, cuando mis fuerzas se agotaron y no podía seguir luchando por mantenerme a flote, simplemente paré de agitarme para dejarme morir allí, ahogado en la pérdida.
De repente sucedió algo increíble, algo realmente revelador: comencé a hundirme, solo me quedaba la cabeza fuera del agua, luego solo podía respirar por la nariz, y de repente, para mi sorpresa, cuando cerré los ojos preso del miedo, mis pies tocaron tierra, quedé de pie.
Había estado tan asustado que ni siquiera comprobé ninguna vez si allí donde me encontraba podía dar pie. Había estado aterrado por algo que podría haber solucionado tan solo manteniendo la calma y poniéndome de pie. Quizás la única tormenta que arrasó la costa durante aquél momento era la que yo mismo llevaba dentro, la que yo había desatado, aquella que unía confusión, miedo y duda. 


Aún así, después de lo ocurrido estaba bastante desgastado, deshidratado, desalmado y nostálgico, Dios, nunca había querido así a nadie, nunca nada me había hecho sentir tan poderoso y tan débil a la vez, todo aquello en lo que me había convertido se tambaleaba, mis cualidades y aptitudes se agudizaban, mi paranoia quería asegurar la permanencia indefinida de la situación, ¡JÁ! eso es como querer atrapar con las manos el aire, y además, asesina la magia del momento.

Por un tiempo me dediqué a cambiar de hábitos, quizás así podría apagar el dolor, podría atenuar la tristeza y seguir con mi vida sin despertarme cada mañana pensando en ella ni acostarme cada día extrañándola con todas mis fuerzas. Decidí por una vez aceptar a la gente, rodearme de gente diariamente y a todas horas, amortiguar los golpes que me lanzaba su recuerdo con una multitud, a modo de escudo humano, y así llegamos a la noche anterior a mi cita especial, a esa cita tan particular.

La noche anterior a la cita de la que me gustaría hablaros había sido un ejemplo gráfico de lo que es la vida, había concentrado en unas 8 o 9 horas, todo lo que una vida contiene, había habido desencuentro, traición, amistad, compañerismo, dolor, desconcierto, había habido muerte y también vida, cosas que nacían y cosas que de repente nos enteramos de que habían desaparecido para siempre. Ausencias.

Yo estaba sentado en aquél bar, estaba allí y tenía algo importante que redactar, el bar era realmente oscuro, había un ambiente furtivo, también había un DJ con bastante buen gusto que se movía entre clásicos Underground, Post-Punk, Rock de los 70 y otros estilos propios de subculturas del rock.

Necesitaba redactar algo importante, me lo estaba diciendo aquél neón verde con una estrella roja a su lado. Todos los allí presentes hablaban, y yo respondía y reía, pero realmente estaba ensimismado mirando aquél Neón, algo que brillaba en medio de aquella oscuridad. No podía evitar pensar en ella, aquella oscuridad, aquella sordidez, todas aquellas chicas preciosas con disfraces de chicas malas, maltratadas, chicas que se habían hecho a sí mismas, chicas cultas, todas desesperadas reclamando atención, reclamando amor, amor de verdad. Tipos ofreciendo polvos baratos y egoístas, violencia y decepción.

Ese oscuro lugar podría haber sido mi vida, y aquél Neón, aquél Neón que mantenía un rinconcito de aquel infierno iluminado, podría haber sido ella, si en lugar de “Heineken” y una estrella roja, hubiera puesto “Luci” y al lado se hubiese encontrado un tridente.

Gracias a la generosidad de la atractiva camarera, que destilaba lascivia, pude redactar allí mismo mi último pacto con la palabra, uno que me devolvía de nuevo a sus brazos y a todo lo que eso conlleva. La chica me cedió unas hojas de un viejo bloc que tenía tras la barra y un bolígrafo. 
Volví a la mesa y me puse a escribir, aislado de todo, sin ver a nadie y solo escuchando el “Enjoy the Silence” de Depeche Mode que sonaba acertadamente en aquél momento. Allí había firmado mi tregua con el Rock and Roll. La noche se prolongó hasta después del amanecer, y yo volví a casa una vez más, saludé a mi compañero de viajes y dormí un par de horas, luego comenzó el día de la recapitulación.

Justo después de comer nos pusimos en marcha. No me importaba haber dormido solo un par de horas la noche anterior. Tampoco era un impedimento el malestar general propio de una noche sin dormir, me hacía sentir cansado e indefenso, pero no me importaba.
No me importaba renunciar a una placentera siesta frente a la televisión, una agradable siesta en el sofá en una tarde domingo, en una cálida tarde de Octubre mientras en la televisión ponen una absurda película que no interesa a nadie, pero que tiene un poderoso efecto somnífero.

A medida que iba recorriendo Kilómetro a Kilómetro la carretera que me conducía a aquél lugar hacia donde me dirigía acompañado por mi rata gigante, me iba sintiendo mucho mejor conmigo mismo.
Podía ver con más claridad, podía sentir que comenzaba a respirar aire de verdad, a medida que devoraba palmo a palmo aquella vieja carretera bordeada por ambos flancos por el mar.
Conforme me iba acercando al punto de encuentro, todo comenzaba a cobrar sentido, incluso las palabras que emitía el genial Mark Lanegan, que interpretaba su obra maestra "Bubblegum", cobraban ahora otro significado mucho mas revelador.

Acudir a esa exclusiva e inexcusable cita cada vez tenía más sentido. Era mi pequeño secreto, aquello que nadie imaginaría que suelo hacer, mi último refugio.
Había estado aplazando esa cita durante demasiado tiempo. Era una cita muy esperada e importante, me dirigía camino del lugar en el que iba a encontrarme conmigo mismo.

Al bajar del coche solo podía oírse el silencio, el silencio que era roto cada cierto tiempo por el sonido de las olas rompiendo en la orilla de aquella playa. Caminamos un rato junto a la orilla, debo reconocer que estaba algo nervioso, no sabía cuando aparecería mi escurridiza conciencia y el sol golpeaba cruel incendiando mis pensamientos y el lomo de mi rata gigante.
Después de un rato caminando, pude ver su silueta a contraluz. Estaba sentado en la orilla, totalmente gris, no se movía, pero a cada paso que yo daba hacia él, aquella sonriente estatua de sal iba deshaciéndose y de su interior, como si de un crisálida se tratase, surgía un nuevo yo, uno de carne y hueso.

-Pensaba que no ibas a venir nunca -dijo sin perder aquella enorme sonrisa-, veo que traes a esa bola de pelos contigo, debe ser el único que te aguanta ¡Ja Ja Ja Ja! Es broma, capullo, siéntate.

-Siento haber tardado tanto en pasar por aquí -dije sin mirarle, mientras jugaba con una concha entre mis manos-, he estado un poco ocupado.

-Si, algo he oído, según dicen te has llevado algún tiempo buscando algo dentro de tu culo. Ja Ja Ja

-Me alegra que te lo tomes tan bien. Para mi no ha sido tan gracioso, tengo la sensación de haberlo hecho todo mal.

-No seas llorica, joder. Yo te veo bien, tienes buen aspecto. ¿Cómo te ves?

-Como una mierda disfrazada de una mierda aún más grande -bromeé-, no, en serio, ahora me veo bien, por eso he vuelto, no quería venir a deprimirte.

-¿Sabes qué aspecto tienes? Lo he pensado desde que te he visto aparecer. Tienes el aspecto de un tipo que acaba de aprender la lección de su vida. Tienes una mirada diferente, te veo más firme, y además, ahora sonríes de nuevo. Joder, cómo me alegro de verte. El siguiente paso será reír. Esa sonrisa torcida está muy bien para otras cosas, pero deberías probar a reír, te sentirás mejor.

-Ya lo hago, claro que río, pero ya sabes, no puedo forzarme, solo río cuando de verdad me apetece, cuando me siento bien. Nada de sonrisas torcidas, te hablo de reír, ¡Joder! Si hasta he llegado a tragarme un bicho...

-Me alegra oír eso, en serio. ¿Crees que has aprendido algo de todo esto?

-No lo se. Es lo primero que creo que he aprendido, que no estamos nunca seguros de nada, y que en realidad, tampoco hay por qué, está bien así. Me he llevado mucho tiempo multiplicando el dolor de cada herida, buceando en ellas, analizando su esencia, intentando descifrar su composición, en definitiva, ahogado en mierda. Eso no lleva a ninguna parte, cada día es un nuevo día y lo mejor que puedes hacer cuando caes es levantarte y sacudirte el polvo, luego sigues caminando si te apetece, o te sientas un rato, qué más da, solo se trata de hacer cosas que te hagan sentir bien.
También he aprendido todas esas cosas que ya sabes, he aprendido lo que es sentir que hay algo que te importa más que tu mismo, he aprendido todo lo que no hay que hacer para mantener a salvo de nuestro desequilibrio todo eso, en fin, una buena lección.

-Joder, acabas de ponérmela dura, tío. En serio, no se si echarme a llorar o meneármela. Te veo bien, joder.

-Eso me digo cada mañana o cuando me veo en el espejo, me la pongo durísima tío, es increíble, nos hemos convertido en todo aquello que siempre quisimos ser, hemos hecho un buen trabajo, de verdad, no cambiaría nada. 

-Y aparte de ser, ¿Qué me dices de tener? ¿Hemos conseguido todo lo que deseábamos?

-Te olvidas de algo, nunca hemos sabido lo que queríamos, es tan complicado. Tengo muchas de las cosas que deseo, y tengo el deseo de muchas otras cosas que pienso luchar por conseguir. He perdido muchas otras, pero las he experimentado, y aunque algunas pérdidas son irrecuperables, nadie puede borrar lo que ya ha sucedido, de alguna manera algo queda para siempre.
Estoy cansado de presionarme, me gusta lo que he hecho con el barro que nos cedieron, una buena pieza, todo nervio, piel, huesos y actitud y estilo, me gusta escribir, me gusta componer y tocar. Queda mucho por hacer, pero al menos estamos en el camino y tenemos todas las armas que necesitamos.

-¿Qué tal va ese bloqueo de escritor?

-Aquí me tienes, he traído esta libreta para tomar notas para mi novela. Sigo trabajando en ella, cada vez hay más post its en mi escritorio con giros de la trama. He estado jodido y mis cualidades no están al máximo, pero no pienso abandonar, ni forzarme, cuando me fuerzo solo sale mierda. Ahora simplemente me dejo llevar, las palabras siempre han estado ahí, comenzaron siendo una terapia, luego aspiramos a algo más y fuimos trabajando en ello, las palabras nunca se han ido, cuando les apetezca, aparecerán.
Forzar las cosas a veces es contraproducente, lo se de buena tinta, cada mañana saldrá el sol, y eso será lo único que se mantenga estable día tras día hasta que deje de ocurrir, el resto de cosas son impredecibles, a veces pasarán cosas increíbles, otras veces acontecerán hechos terribles y otros muchos días todo será mundano. 
No tiene sentido ese sin vivir, estamos aquí ¿no? Pues bien, vamos a movernos, vamos a permanecer, vamos a hacer lo que se vaya terciando, no nos obsesionemos.

-Me parece bien, seguro que cuando te des cuenta, estás al cien por cien, escribiendo mejor que nunca. Te veo relajado, pero me gustaría hacerte una pregunta ¿es el desengaño lo que te ha empujado a este estado? ¿Sientes que nada había sido lo que pensabas, que todo fue un error? ¿Intensificaste demasiado algo y ahora ves que quizás no era para tanto?

.-Para nada -contesté sonriendo-, solo se trata de evolución. ¿Qué sentido tiene seguir haciendo algo que no lleva a nada, algo que no soluciona  tus problemas? Solo es evolución y aprendizaje.
Yo sigo siendo el mismo, estoy dispuesto a luchar a muerte por convertirme en escritor, se que tengo que hacerlo, me golpea desde dentro. Estoy dispuesto a morir por el Rock and Roll. Sigo creyendo firmemente en mis convicciones, pero he descubierto que algunas partes de mi forma de hacer las cosas no era la más adecuada, tenía mi patrón de conducta A,B,C y con él pretendía solucionar todo, no había tregua, lo aplicaba a todo. Ahora he descubierto diferentes caminos, estrategias, ventanas por las que escapar cuando un muro bloquea el camino, puertas, escaleras para saltar, etc.
He estado tan ciego y obcecado.

-Ya sabía lo del Rock and roll y las letras, ya sabes que ni el bloqueo de escritor ni los problemas con la banda ha sido lo que te ha llevado al límite. ¿Tienes algo que decirme al respecto?

-Claro, a ti no puedo engañarte. He aprendido que el todo se divide en partes. Aquello fue real, joder, claro que fue real y sigue ardiendo aquí como el primer día,pero ¿Qué se supone que quieres que haga?
Como ya te he dicho, el todo se divide en partes y estas por separado no tienen menos valor que en conjunto, no se tocar el violín, pero me encanta escucharlo.
Aquello fue real, es real. Es mi persona favorita, es especial. Nadie habla como ella, nadie habla de lo que ella, ni nadie ríe como ella o como yo cuando estoy con ella. Si pensara como un "todo", sería desolador todo lo que habría perdido, pero sin embargo, si me alejo de los extremos puedo abrir los ojos y seguir mirando esa sonrisa, puedo seguir abriendo los oídos y escuchando esa voz, no puedo hacer más que estar ahí y disfrutar del espectáculo, un espectáculo único, exclusivo, una maravilla existencial, ¿se puede pedir más?
Todo fue verdad, y como consecuencia solo puedo estar agradecido y sentirme realmente afortunado y afirmar que siempre podrá contar conmigo, siempre, para lo que sea.

-Te creo. Miras diferente, amigo.

-¿Te asusto?

-Para nada, de hecho es la primera vez que no siento miedo ante tu mirada o tu sonrisa. Creo que estás aprendiendo un poco de todo lo que aún te falta por aprender, pero no puedo evitar emocionarme al ver como te alzas de nuevo. Estoy orgulloso, de verdad.

-No podía seguir revolcándome en la miseria, eso no iba a arreglar nada. Ahora solo quiero sentirme bien, cada día es una nueva ocasión para sentirnos bien, para dar un paso más hacia aquello que queremos para nosotros, para lo que queremos en nuestra vida.

-Sabes que esto empieza a parecer una jodida guía de auto ayuda,¿verdad? espero que esta mierda sea solo una excepción, vienes aquí pones tus cosas en orden y lo aplicas a tu vida, pero joder, una y no más.

-Estoy de acuerdo, es el texto más egoísta que he escrito en mi vida, pero si te soy sincero me la trae floja, era necesario y al menos así tecleo un poco.

-Mira, acercate -dijo caminando hasta meter los pies en el agua- agachate y mira mis manos -metió sus manos en el agua-. ¿Ves como cambian? Ahora parecen garras que tiemblan, en lugar de mis manos.
Lo que trato de decirte es que a veces, si en lugar de dejarte llevar y dejar que las cosas fluyan,quieres aferrarte a donde estás y mantenerte firme en tu paranoia, como hiciste cuando lo echaste todo a perder, las cosas se distorsionan, se malinterpretan y acaban sembrando el caos, convirtiendo unas simples manos en algo amenazante y confuso. Si algo va en la dirección correcta, consideralo un regalo y disfrútalo, disfrútalo dure un minute, un día, un año, o una vida, sólo disfrútalo, déjate llevar.

-Descuida, así lo haré. Ahora debo irme.

-Bien, pero antes ¿Cómo estás por lo de ese chaval? Se que te ha recordado aquello otro y es una putada, son unas fechas difíciles.

-Ah, joder -contesté- ha sido una putada, no éramos amigos, de hecho yo me inventé su mote, pero aún así me ha jodido bastante, es una mierda que la gente muera a esas edades, era un puto crío aún. Creo que debo escribir esa entrada para él, debo contar cómo me inventé ese mote porque en aquél entonces a los dos nos gustaba la misma chica y necesitaba ganarle, desprestigiarlo y ganarle, conseguir a esa chica, joder, me gustaba y era tan extraña, tenía que hacerlo y lo hice. Gané, pero eso lo contaré otro día. Tengo que irme, me ha gustado encontrarte, ya casi no recordaba tu voz.

-Sigue creciendo, amigo, encuentra el equilibrio, ni te aferres a imposibles absurdos creados por tu mente ni cedas ante la derrota. Ve a buscar la felicidad, quizás se encuentre en un rayo de sol que se cuele por la ventana de tu cocina y se estrelle contra esa tostada. Hasta pronto.


Durante el camino de regreso, él dormía en el asiento trasero, el sol se ponía entre los edificios de la cuidad y yo pesaba 30 Kilos menos. Y sonreía. Y sonreía. Y sonreía.


*Ella se dejaba acariciar por la canción, y sonreía hacia el lugar donde una vez yo me senté.
Una luz hermosa. Ella se vistió.

S.E.D.M.C.T.


Buenas noches.


*Mi Munchausen.

lunes, 10 de marzo de 2014

El dilema del erizo

Era demasiado temprano para que la presencia de aquellas dos figuras encajara en la escena. Las farolas aún estaban encendidas y arrojaban una palidez amarillenta sobre los rostros de aquellos dos tipos que permanecían sentados en la escalinata del puerto que bajaba hasta el río.
Sin embargo, sus voces, casi susurros, parecían armonizar con la melodía que reproducían las olas al chocar contra la arquitectura del lugar y los graznidos de algunas aves que madrugaban. No se miraban a la cara, estaban tumbados a diferente altura, sin contemplar nada que allí se encontrara, solo mirando al cielo, pasándose eventualmente la botella y el pitillo.

    ¿Recuerdas a Carolina, la profesora de literatura?

    Claro, nos dio clases durante un par de años en el instituto. Era la única asignatura que aprobaba, solo iba a sus clases.

    Lógico. A día de hoy sigo machacándomela a veces pensando en ella, estaba buenísima, todos íbamos a sus clases solo por verla.

    No estaba mal, pero aparte de lo buena que estaba, era una buena profesora, sabía cómo hacer su trabajo sin que nos aburriésemos, se notaba que le apasionaba aquello de lo que nos hablaba.

    Ya lo creo, tenía pinta de saber hacer muy bien su trabajo —dijo mientras simulaba con gestos una mamada—. ¿Sabes? Una vez, Abraham me contó algo sobre ella. Me dijo, que una noche, después de lo de su divorcio, las amenazas de su marido y la baja por depresión que tuvo que coger, se la encontró cuando salía de fiesta. Me contó que justo cuando salía de la discoteca, ella lo llamó desde la ventanilla de un coche, iba con unas amigas, dice que lo invitó a subir. Esa noche se la folló, y dice que es una auténtica bestia, el mejor polvo de su vida. ¿Crees que es cierto?

    Creo que es cierto en su imaginación. Y creo que ese tío también se pajeaba pensando en ella, sinceramente, creo que Abraham te contó la fantasía con la que se masturbaba. ¿Te fijaste en si babeaba mientras te lo contaba o si había un bulto en su pantalón? Creo que has hablado con un tío empalmado, eso te hace un poco más gay.

    Que te jodan. Solo digo que siempre iba a clase con esos pantalones ajustados, y esos Tops que dejaban poco a la imaginación. No me parece nada descabellado que se follara a Abraham.

    No la conocías nada, ni tu ni nadie. Abraham es un salido de mierda, un niñato imberbe que te la intentó colar, ella no lo habría tocado ni con un palo.

    ¡Ey! No te ofendas, amigo —dijo mientras le pasaba la botella—, solo te cuento lo que me dijo. Además, ¿desde cuándo te preocupas por la profe?

    Seguí en contacto con ella después del instituto, era una tía cojonuda, no tenéis ni idea de cuánto, y su hija es preciosa, no tiene necesidad de ir por ahí follándose a niñatos de mierda.

    ¡Te la has tirado! Ahora entiendo  esos notables y sobresalientes en literatura. ¡Hijo de puta!... ¡Te la tiraste! ¿Cómo que seguiste en contacto con ella? Tienes que contarme eso.

    No. No lo hice, de hecho, jamás me la habría tirado, no era ese el tipo de interés que teníamos el uno en el otro. Solo compartíamos intereses en común. Pero te contaré como sucedió.

Estábamos en clase, y ese día llegaba totalmente demacrada, se le notaba que estaba hecha polvo. Nos estaba hablando de Bécquer, y como solía hacer, comenzó a recitar uno de sus poemas, creo que era ese que comienza con algo así como “Volverán las oscuras golondrinas…” y se detuvo, conteniendo las lágrimas, miró hacia el suelo, se disculpó y salió de la clase.

Yo no tenía un buen día, así que no estaba prestando mucha atención. No sé si lo recuerdas, pero por aquél entonces no íbamos mucho a clase y yo solo tenía un único cuaderno que utilizaba para escribir mis cosas en lugar de atender.
Cuando se ausentó todos comenzaron a hablar y a hacer el gilipollas, yo continué trabajando en una historia que llevaba dándome vueltas en la cabeza varios días, estaba realmente ensimismado.
No me di cuenta de cuándo entró de nuevo en clase, así que de repente me sobresalté cuando oí su voz justo a mi lado, me dijo: “¿Puedo hablar contigo al final de la clase?”.
Me llevé un buen susto, conociendo mi curriculum, pensé que iba a comunicarme que me expulsaban por cualquiera de los tantísimos motivos con los que había hecho méritos para ello. Me había mirado impasible mientras lo decía, así que paré de escribir y presté atención el resto de la clase, no podía pensar con claridad.

Después de que sonara la campana y mientras todos recogían sus cosas y salían disparados de la clase, yo me levanté y caminé hacia la mesa de la profesora.
A mitad del camino me dijo: “Trae tu cuaderno, por favor”. No sabía dónde meterme, me acojoné.

— ¿Estabas haciendo tareas de otras asignaturas mientras yo daba clase?

—No, en realidad no —le confesé—, solo escribía algunas tonterías y dibujos, lo siento.

— ¿Puedo echarle un vistazo? —Me dijo con el cuaderno ya en sus manos—, ¿te importa que me lo lleve a casa?

—Oye, lo siento. A partir de ahora prestaré atención, ¿vale? Es solo que no he tenido una buena semana.

—Ni un buen trimestre, a juzgar por lo que me contaron ayer en el claustro. No es eso de lo que quería hablarte, es solo que me gustaría echar un vistazo a eso que escribes, eres el mejor de la clase en cuanto a redacción, léxico, expresión, es solo pura curiosidad, pero si te incomoda no me lo llevo.

—Me incomoda un poco, la verdad —dije mirando al suelo.

—Prometo no mirar esas últimas páginas en las que me has dibujado desnuda. Pensaba operarme, hacerme un aumento de pecho, pero según lo que he visto, no me quedarían demasiado bien esas tetas tan grandes —dijo sonriendo—. Mañana te lo devuelvo, de verdad.

Así que se llevó el maldito cuaderno, y ese día lo pasé fatal, luego me alegré, nos hicimos algo así como amigos, me ayudó bastante con esta historia de escribir.


— ¿Dibujabas a la profesora desnuda, lo vio y no te echó la bronca?

—Así es, solo me habló de mis textos, me recomendó algunos autores y me dio algunos consejos.

Los dos tipos guardaron silencio durante algunos minutos. El pitillo se había consumido, la botella ahora estaba vacía y el cielo comenzaba a ampliar su paleta de colores ante la inevitable salida del sol.

—Voy a echarte de menos, hijo de puta. Nunca olvidaré aquella mañana, cuando yo aún llevaba gafas y el pelo largo y rizado y Maqui me estaba empujando y vacilando delante de Rocio, Pilar, Cinta y las otras chicas de la clase. Le diste bien duro a ese cabrón.

—No lo hice por ti, y lo sabes. Ese tío se estaba haciendo demasiado popular, me parecía un verdadero imbécil y las chicas comenzaban a adorarle. La tarde anterior quedé con Marta para salir y en cierto momentos entramos en Pull & Bear, ella estaba en los probadores y yo entré, pensé que era lo que quería, ya sabes, echar un polvo rápido allí. Entonces me rechazó, me dijo que estaba de rollo con Maqui. Yo salí echando hostias de allí, golpeando todo de camino a casa. Es por eso que me acerqué a machacarle, me diste la oportunidad perfecta.
Pero…nunca me he alegrado tanto de haber golpeado a alguien, yo también te voy a echar de menos.

— ¿Cómo llevas tu asunto? ¿Puedo irme tranquilo?

—Mi asunto es horrible, pero puedes irte tranquilo, aunque si prefieres quedarte…vale, no he dicho eso.

— ¿Sabes, nunca antes te había visto asustado? Estos meses han sido muy extraños, y creo que todos empiezan a notarlo.

—Nunca había estado tan asustado, porque nunca había necesitado tanto algo como lo necesito ahora, eso me da pánico.

—Lo estás haciendo fatal —bromeó mientras se giraba y le daba una palmada en el hombro—. No, en serio: Te conozco, y sé cómo funcionas, por eso sé que tienes algo importante entre manos, recuerda que ya no estamos en el instituto, no puedes seguir golpeándote loco contra todo, ni quedarte eternamente bloqueado cada vez que tengas que mirar al vacío.

—Es al vacío a donde miro cada vez que escribo sobre mí. Y ahora solo puedo escribir sobre ella, ha llenado mis textos, y de alguna forma, saber que está ahí fuera llena ese vacío. Pero, ¿y si sale mal? ¿Qué voy a hacer si vuelve el vacío? Estoy muerto de miedo.

—Soy el primero que dudó en su momento. Fui duro contigo reprochándote que te estuvieras saltando el protocolo, todo eso que me habías enseñado. Fui el primero que dudó de ella, pero tío, después de todo lo sucedido, después de todo lo que me has contado estos meses, de lo que he vivido contigo, tengo que decirte que merece la pena intentarlo. Estoy seguro, ese vacío del que hablas te tragará si dejas que el miedo te guie en este asunto.

—Tú no hablas así, tío.

—Voy a largarme, y estamos borrachos y fumados, puedo hablar de lo que me dé la gana, y tu eres mi amigo, y la quieres más de lo que hayas querido nunca a nadie, no puedo irme sabiendo que vas a hacer el gilipollas, que vas a salir corriendo, a abandonar una vez más. No te hagas eso, no te lo perdonarías nunca.

—Hay algo sobre lo que nunca hemos hablado, se trata de tu chica.

— ¿Mi chica? Eres tú el que se está haciendo mayor, yo no tengo de eso. Mi chica es cada una de esas vaginas ambulantes, todas esos húmedos chochitos que se ocultan al final de unas largas piernas aquí, en Madrid o en Holanda. Lo sabes, no tienes de qué preocuparte, solo te pido que no hagas el idiota. Creo que deberías permitirte ser feliz de vez en cuando, por mucho que te acojone y quieras siempre destruirlo todo con tus manos, antes que contemplar cómo lo pierdes.

—Gracias. Y vete a la mierda —dijo escondiendo la cabeza entre las rodillas flexionadas-. Gracias, hijo de puta.

—Por cierto, hay algo sobre lo que nunca hemos hablado: Esa noche, al salir de aquella discoteca con aquella chica Rock and roll, cuando íbamos tan ciegos que nos metimos los tres en su coche y….

—Eh, por ahí no, no pienso hablar de eso ni una sola vez. Deberíamos largarnos.

El sol eyaculaba sobre el cielo nocturno, que gemía ahogados orgasmos en difuminados violetas, y comenzaban a oírse los sonidos típicos del puerto al amanecer. Los motores de los barcos comenzaban a rugir y algunos trasnochados exhalaban su último aliento arrastrándose sobre baldosas ojerosas que apuraban restos de alcohol, semen y desamor.

Las dos figuras recorrieron a paso lento la ciudad sin intercambiar palabra hasta llegar al apartamento del más joven de los dos.

Al entrar en el piso, el propietario corrió directamente al baño, el invitado se dirigió a la mesa del salón, tomó asiento y empezó a escribir aceleradamente.
Media hora después, el joven salió del baño después de vomitar sentimentalismo, una botella de Jack Daniels y cuatrocientos millones de rayas.

— ¿Qué estás escribiendo, algo para tu libro?

—No, es solo una carta para una vieja amiga.

Querida Alicia,

“No he podido evitar pensar en ti, en todo lo que hablamos en nuestro breve encuentro, en lo hipócrita e impostor que me siento a veces cuando dejo que sea el miedo quién me dirija. “No me das miedo,—me dijiste—, se que no eres un tipo malvado, ni un cobarde que se corta”.
Soy un verdadero cobarde. Estoy muerto de miedo, no sé si soy un tipo malvado o no. Solo sé que me corta su ausencia, que siento como me atraviesa y me explora por dentro cuando nos abrazamos. Me siento totalmente expuesto y siempre he querido ser el único que pudiese hacerme daño. Me hace daño perderla. Me hace daño pensar en perderla. Tu padre no era un cobarde Alicia, era un tipo genial que pensó que no merecía una segunda oportunidad, no encontró el camino.

Voy a tratar de encontrar el camino. Ojalá estés bien, ojalá la conocieras, Alicia, porque representa todo aquello que siempre me ha aterrorizado: mi felicidad.
Si me dice quédate tiemblo de pensar en que me abandone, y si pienso en abandonarla tiemblo aún más. Me da vértigo el equilibrio que me proporciona su desequilibrio, pero, a pesar de todo, quiero caminar en la cuerda floja a su lado, hasta cruzar el vacío o ser devorado por él.

Se feliz, Alicia. Yo lo soy con ser testigo de su respiración. Cuerpo a cuerpo. Bala a bala. Mirada a mirada. Ella tiembla mientras duerme, Alicia, y yo quiero estar ahí para sentirlo, noche tras noche. Cuchillo tras cuchillo. Sonrisa tras sonrisa. Canción tras canción. Todos ahí fuera creen conocer su nombre, pero ella tiene muchos nombres, cada día uno diferente y yo quiero conocerlos todos.”


                                                                                                                         Siempre.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Escala de grises

—Dígame una cosa, y espero que responda con sinceridad, ¿se considera usted un ser perfecto?

— ¿Sinceramente? No, solo casi perfecto.

—Y ¿podría enumerarme qué necesita para ser completamente perfecto?

—Depende. Creo que el concepto de perfección es bastante relativo y dinámico, siempre he estado a un paso de ser perfecto, pero siempre me ha faltado alguna pieza para completar el puzle.

—Aún así. Verá, voy a ser muy sincera con usted; a su entender se encuentra muy cerca de la perfección, siempre lo ha estado, pero según su historial no para de transgredir normas y de actuar de un modo poco adaptativo para la cultura en la que nos encontramos, ¿no cree que resulta un poco contradictorio?

—Considero que nuestra cultura es tremendamente imperfecta, es una gran fábrica de seres imperfectos, asustados, dóciles y tristes. Siempre me lo ha parecido así, no podría convertirme en alguien perfecto y estar socialmente adaptado a la vez.
Creo que ser perfecto no es más que alcanzar ese estado en el que puedes permitirte ser feliz. Es alcanzar la felicidad plena, y a veces esto supone transgredir algunos convencionalismos culturales, a veces está muy mal visto, eso lo entiendo.

—Las normas y convenciones sociales son las que dan sentido y estructura al mundo, es lo que hace que la sociedad funcione, que haya orden, igualdad y sentido común, pilares esenciales de las sociedades humanas.

— ¿Le parece a usted que vivimos en un mundo justo, ordenado y con algún tipo de sentido común? A mí nunca me lo ha parecido.

—Vale, quizás no funcione a la perfección, pero es inevitable. Aún así estará de acuerdo  conmigo en que su teoría se cae por todas partes, según su filosofía, un violador debería violar hasta la saciedad porque es lo que le hace feliz. Un asesino debería matar tanto como quisiera, así alcanzaría la perfección y se sentiría feliz.

—Es su sociedad y sus normas las que crean esos asesinos y violadores. No creo en el mal como esencia innata del hombre, ni tampoco en el bien, son conceptos rancios manipulados a lo largo de la historia para mover las piezas en beneficio de unos pocos. Intereses.

— ¿Cuáles son sus intereses? He leído sus textos y he escuchado sus canciones, y a mi parecer son de un alto componente biográfico. El tipo que retrata en esas historias no parece sentirse muy satisfecho, ni feliz, ni perfecto, sobre todo cuando hace referencias a la infancia. Sin embargo usted acaba de decirme que siempre ha estado cerca de la perfección, de ser completamente feliz, ¿Qué le faltaba a ese niño de sus historias para ser perfecto?

—Siempre he deseado tener una polaroid por cabeza. ¿Sabe? A veces ocurrían cosas buenas y en esos momentos deseaba tener una polaroid sobre los hombros en lugar de esta cabeza, deseaba poder inmortalizar esos escasos instantes en que todo iba bien. Aún de adulto lo sigo deseando a veces, cuando se acerca la primavera y de repente la tarde se estira, me gustaría retenerla, es agradable.

—Y aquél niño ¿Qué hubiera fotografiado?

—Una tarde en el campo, junto al lago, caminando con su padre para buscar leña para la barbacoa, con una cuerda que llevaba atado en su extremo un ladrillo. El padre era amable en aquél momento y le enseñaba qué tipo de ramas servían para leña y cómo se arrojaba esa cuerda para atrapar la rama y luego romperla. Después volverían a la zona de acampada cargando la leña entre los dos y el resto de la familia los miraría volver, sonrientes, disfrutando de un buen día de campo. Habría estado bien retener ese momento, antes de que todo saltara por los aires.

—Entiendo. ¿Y el hombre actual?

—El hombre actual tendría una caja de lata, de esas en las que las madres guardan las herramientas de la costura, llena de fotografías de instantes fugaces. Una caja llena de sonrisas de chicas y de amigos.

— ¿Podría especificarme qué le falta a usted en la actualidad para ser completamente feliz? ¿Dónde está el fallo?

—Es difícil, los errores y fallos van transformando la pieza defectuosa y a veces es algo difícil explicarse a uno mismo de donde procede la sensación de malestar.

—Déjeme ayudarle —la chica de la bata blanca sacó de su maletín un muñeco de trapo—, ¿podría señalarme con algo de exactitud dónde comienza esa sensación de malestar?


—Aquí —dijo señalando la parte superior izquierda del torso del muñeco—, el malestar comienza justo ahí ante la certeza de que ella, antes o después, acabará por escapar de la instantánea. Desaparecerá, y con ella, el sentido de todas las cosas en mi vida.