martes, 31 de diciembre de 2013

Para -N-o olvidar (me) (te)


—No hay nada que desee con más fuerza, que el hecho de saber que ella sigue ahí fuera, en algún lugar y que es feliz. Me gusta pensar que tenía razón, que teníamos razón y ahora todo le va mejor sin mi, que ha encontrado la paz, la felicidad y el tipo de vida que yo jamás podría darle, hago las cosas tan mal...



—Me parece un buen propósito de año nuevo. ¿Me permites que te sugiera uno?



—Como quieras.



—¿Qué tal madurar? Quizás deberías asumir lo que eres, lo que quieres, lo que ella es, lo que sois y lo que podéis y no podéis ser. Dices que te gustaría que fuera feliz, sería muy maduro por tu parte comprobarlo por ti mismo, deja de huir, deja de huir cuando ya has comprobado que vayas a donde vayas todo es peor sin ella.



—No puedo hacer eso. No hay nada que me aterrorice más, que comprobarlo por mi mismo. A veces tiemblo al pasar por ciertos lugares porque me parece distinguirla entre la multitud.

Tiemblo de terror ante la idea de verla de nuevo, en su nueva vida, feliz y radiante.
No puedo evitar morir un poco con solo pensar en que ahora es feliz, que no piensa en mi, que ha encontrado a otra persona que llena ese vacío que dejé, que la hace sonreír, que muere por ella y la hace morir por él. Debo ser un tipo horrible.



Día 1. Me dispuse ingenuo a ejecutar el primer paso que me conducía a un camino cualquiera que me alejaba de ella. Alejarme de ella...¡Já! Ahora tengo todo mi mundo en pausa, porque ella está en todo, ella me asalta cuando menos lo espero, ella está en los labios de esa gente con la que me codeo, ella es universal, ella ha infectado desde la raíz todo aquello que forma parte de mi vida. Todos hablan de ella, todos preguntan, todos sugieren, el silencio trae su imagen a mi memoria, una frase de un libro, una canción, una sencilla melodía. Ella se ha quedado en todo.

Esto es solo una nota para cerrar el último día del mejor año de mi vida. El año en el que encontré aquello que llevaba buscando toda la vida. He cruzado océanos de tiempo para encontrarte.
Aquello que no supe mantener a mi lado.

Ella sigue ahí fuera, y yo la amo más que nunca. Seguiremos girando en nuestras respectivas órbitas. Seguiré soñando con una nueva colisión. Aquí o en otro lugar, en otro tiempo. Este nuevo año, esta nueva vida.


Seré muy breve: Te quiero, y esto duele.




Feliz año Nuevo.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Hipodérmica (crónicas de viajes estáticos)

— Y si viviera una vez más, ¿se volvería usted a equivocar?

— Si, no le quepa duda. Hasta la locura...y hasta el dolor. Ella ha sido, es, y siempre será el mejor error de mi vida.



Unas veces se aparecía imponente, majestuosa. Aparecía en el horizonte, advirtiendo tormenta. Yo estaba completamente exiliado, había emprendido un viaje hacia áridos desiertos, hacia pálidos cielos grises y llanuras crueles y despiadadas. Me había marchado, me había largado todo lo lejos que ella me permitía marcharme.

Mientras recorría estos crueles paisajes en un intento brutal por desprenderme para siempre del hechizo que Luci había lanzado sobre mi, mientras me desintoxicaba de mi terrible adicción a sus maneras, a su crueldad, a su acidez y a su ironía, crucé caminando y actuando de forma mecánica por los días, semanas y meses más tristes que el calendario podía sostener.
Caminaba. Me engañaba: "Puedo salir de esto, es solo cuestión de tiempo", mentira.
Estaba utilizando la táctica del avestruz, escondí mi cabeza en la tierra y pensaba: "Si no puedo verla, antes o después acabaré pudiendo vivir sin ella, sin su tortura, sin su desconcertante amor". Otra mentira.

Durante el recorrido, empecé a comprender, y comprender, amigos míos, es sinónimo de sufrir. sufrí una terrible agonía espiritual y en ocasiones física. Acciones que durante toda la vida se habían producido de forma automática, ahora se volvían pesadas de llevar a cabo, tediosas. ¡Tenía que concentrarme en seguir respirando! ¡En comer! y además....pensaba constantemente en Luci.

Pensaba en ella todo el tiempo: "¿Dónde estará ahora mismo?, ¿Me habrá olvidado ya?, ¿Habrá conocido a algún maldito imbécil que haya conseguido eclipsarla?". La agonía que traían esos pensamientos eran la peor parte de esta historia. Intenté ahogar mis penas en alcohol, pero ellas flotaban en él. Intenté sumergirme en el trabajo, pero para mi sorpresa: ¡¡Ella estaba allí!! Todos hablaban constantemente de ella, se había hecho un hueco, un lugar de honor entre mis obras, me estaba robando todo el protagonismo y a la vez me estaba sirviendo de lanzadera, ¡¡Todos calificaban mis obras inspiradas en ella como mis mejores trabajos".

Este hecho dejó en mi un estado de confusión y aturdimiento que debemos sumar al de tristeza y desgana por haber perdido mi privilegiada situación. Por haber perdido la ocasión de pasar un minuto con Luci, por haber dejado pasar la oportunidad de quemarme en su fuego.
Por otra parte, el hecho de que mi carrera comenzara a emerger a pasos agigantados me hacía sentir bien, me encantan los halagos, me encanta brillar y me encanta lo bien que hago las cosas....y sobre todo me encanta el reconocimiento. Al parecer, Luci había pulido el diamante en bruto que yo guardaba. Lo había pulido a dolor, con maldad, con indecisión, con confusión, había aparecido y me había sonreído. Luego había desaparecido, me había querido y me había escupido, me tenía atrapado en su maldita locura, y mi única salida fue trabajar.

Aún así, los días tenían momentos insoportables, necesitaba saber de ella, no podía aguantar ni un momento más así. Quería escapar y quería saber de ella a la vez, quería mirar sus ojos, quería besar sus labios, sentir el tacto de su piel. No había nada peor que esa indiferencia, a veces había momentos en que hubiera preferido que me llamara para decirme: "Te odio, maldito hijo de puta. Eres lo peor que me ha pasado en la vida". Todo menos ese silencio. Cuando ella se calla, el mundo se para.

Yo me había ido, ella se había ido, pero ella permanecía. Ella permanecía en mi, seguía apareciendo. Yo lo había probado todo, había rogado un exorcismo y me había negado después, y es que había una maldita verdad detrás de todo este asunto: Nunca me podré alejar de Luci.

Como he dicho, ella se manifestaba constantemente, al principio solo en mi mente, pero tras mi rendición, volví al lugar, necesitaba mi dosis, mi patética dosis de realidad.
Yo esperaba como a un milagro, y ella se presentaba envuelta en una gélida coraza, envuelta en una belleza fría, abriéndose paso entre la multitud con sus ojos ardientes.
Se presentaba con toda su potencia, desplegando una a una todas sus cualidades de una forma totalmente discreta, sutil, vistiendo con elegancia su diabólico traje de guerra. Debajo de esa fría y a la vez ardiente sensualidad escondía un potente arsenal que no podía dejar indiferente a nadie, disparaba con su ingenio, su acidez, su hiriente inteligencia y estilo.
Ella es un libro de Kafka. Ella es un libro de Dostoievsky. Muchos pueden intentar leer en sus ojos, muchos creen entender lo que dice, pero no llegan a profundizar, de hecho, no llegan a entender nada de nada, ella puede mandarte al infierno con amables palabras y una sonrisa y ni siquiera llegas a enterarte.
Ellos solo veían esa esbelta figura, esos preciosos ojos, esa maliciosa sonrisa y la deseaban con todas sus fuerzas.
Yo la deseaba con todas mis fuerzas, la deseo con todas mis fuerzas, pero yo había ido un paso más.
Yo había dictado mi sentencia de muerte. Yo había leído en ese libro y sus secretos se habían revelado para mi, y en el momento en que pude ver más allá, la deseé con más fuerza aún y deseé morir al llegar a la inevitable conclusión de que querer a Luci es como intentar atrapar con las manos el aire. Efímero.

Otras veces, solo como una excepción a la regla y como espectáculo de máxima exclusividad, ella aparecía al desnudo.
Aparecía sin intención de defenderse, desprovista de su artillería, desarmada. Aparecía humana. Humanidad buscando humanidad. Fuego y gasolina.
Esos ojos, ahora se presentaban húmedos y anhelantes y tú suplicabas por solo una pizca de algo a lo que llamar "una relación digna de llamarse humana" con ella. Tu querías amar a Luci, querías conocer el infierno.
Su humanidad es el lado oscuro de la luna. Yo he estado allí.
Después de contemplar el espectáculo de su interior más primario: Su ilusión, sus deseos, sus miedos, sus inquietudes, su cariño, su amor (entendiendo amor como algo muy extraño y desequilibrado).
Después de eso, entiendes que ya nada será igual y que sin ella ya nada tendrá sentido jamás.

En esas me mantuve lo que me pareció una eternidad, balanceándome entre los extremos, mi estado de ánimo comenzó a hacer puenting, ahora estaba arriba (me había sonreído/llamado/escrito/pensado), ahora estaba escogiendo entre diferentes métodos de suicidio ante su desprecio.

A veces sentía realmente que estaba cruzando el infierno, y ahora, desde el exilio, no puedo evitar encontrarme pensando muy a menudo (demasiado) en una maldita bruja o vidente sentada delante de sus cartas del Tarot. De repente esas cartas del Tarot se convierten en un tablero del juego de mesa "Quién es quién" y de ese tablero comienza a bajar todas esas fotos de chicas y solo una queda en pie: ¡Luci!
Y la bruja ríe y ríe ante la visión del infierno que me espera, porque si alguna definición de infierno es válida debe ser esta: el amor no correspondido. La obsesión por estar a su lado. El no poder conformarse con otra cosa.

A pesar de hallarme en tan lamentable estado y llevar una existencia clandestina, no puedo apagar del todo la llama de la esperanza ni dejar de sentirme en parte afortunado por existir. Por que ella exista. Porque se este modo, no dejo de sentirme con una papeleta más en el sorteo, y quizás alguna vez pueda volver allí.

Mientras tanto, como ocurre a veces los amigos se convierten en superhéroes de a pie e intentan salvarte.

—En serio, se te va la olla, ¿Me estás diciendo esto de verdad?

—Totalmente en serio, sin una mínima porción de duda.

—¿Eres consciente de lo que estás diciendo? ¿De verdad renunciarías a tu talento por estar con ella?

—Sin duda alguna.

—¡¡Dios!! ¿Al Rock and Roll?

—Por supuesto.

—¿A estar con ninguna otra mujer en el resto de tu vida?   

—¿Dónde hay que firmar?

—Tío, voy a llevarte a un manicomio.


Fin.      


domingo, 15 de diciembre de 2013

A cucharadas

Aquel mes de Noviembre hacía un año que nos habíamos mudado a ese nuevo piso cerca del centro de la ciudad, un maldito agujero que solo contaba con un dormitorio, un baño que sangraba mugre en abundancia, una cocina minúscula y una pequeña sala de estar.
Si me hubieran dicho al llegar hasta aquél tercer piso el año anterior, mientras subíamos las escaleras detrás de aquella gorda y malhumorada casera, que íbamos a aguantar un año juntos, me habría reído a carcajadas (o me hubiera  desangrado dentro de aquél baño, mugre a la mugre, polvo al polvo, cenizas a las cenizas).

La cuestión es que había llovido mucho desde que camináramos tras esas enormes nalgas que acumulaban celulitis debajo de aquellas ajustadas mallas, dibujando accidentadas superficies en sus piernas del grosor del tronco de un gran árbol.
Había llovido en todos los sentidos. Había llovido sobre todo desde tus ojos, leves pero constantes precipitaciones que surgían de manera espontánea y sin motivo alguno cuando menos lo esperábamos.
Estabas loca. Estabas como una puta cabra y la casa era una mierda, la ciudad era una mierda, tus amigos eran una mierda, y tus cuadros, siento tener que repetírtelos, eran una puta mierda.
El sexo era bueno. El sexo era jodidamente bueno, sobre todo las mamadas. 
Tu sabías que no podía resistirme a una buena mamada y lo utilizabas para atraer mi atención cuando no estabas demasiado deprimida, cuando no estabas llorando por el hambre en el mundo, por peces atrapados en los plásticos que sujetan los packs de seis cervezas que no te importaban beberte de una sentada, por Jesucristo clavado en la cruz, o porque una vez de pequeña te perdiste el episodio final de Willy Fog.

Había tantas cosas por las que estar tan jodidamente triste. Al principio me pareciste una artista inquieta, vale, no, me pareciste una tía que estaba muy buena, a tiro (yo estaba borracho y empalmado), y por qué no decirle, una tía algo fácil. Luego descubrí que tu abastecías a las primeras marcas fabricantes de lágrimas artificiales.
En parte te comprendía, aquello era para llorar, ese piso, esos días tan cortos, ese nada que hacer, esas películas que veíamos, esos libros que leíamos, ESOS CUADROS QUE PINTABA.
Bebíamos demasiados, yo escribía, o tocaba, o te tocaba o me tocaba. Tu pintabas. Nunca vendiste un cuadro, joder, mira que era difícil, pues nunca vendiste un cuadro, solo llorabas.
El invierno pasó realmente rápido y tu prácticamente no salías de casa, solo yo salía a prostituirme, a prostituir mis escritos, a prostituir mis canciones, a beber con cualquier chica que no llorase todo el tiempo.
Luego volvía a casa totalmente ciego, sonriente, te enseñaba la pasta que me habían pagado por alguna mierda de empleo temporal, actuación, o texto vendido. 
Sostenías el dinero en tus manos y te ponías a llorar, yo me ponía a llorar (¿Qué cojones hago aquí? Una vez fui un niño, un hijo, un hermano, una vez tuve un hogar y una familia ¿Qué infierno es este?).
Me abrazabas y te escuchaba sollozar y gemir en mi oído, tu corazón latía desbocado. Yo venía hecho una autentica mierda, un despojo humano, así que me daba una ducha y me metía en la cama (Tu habías abierto alguna botella barata y habías sacado tus chismes de pintar).
Cuando llegaba a la cama, tenía por costumbre leer algunas páginas de algo que me hiciera sentir bien, en aquellos momentos creo recordar que mi terapia era Siddhartha, de Herman Hesse.
Cuando leía aquellas palabras en mi delirio, cuando por fin mi alma estaba a punto de encontrar su momento de paz del día, entrabas por la puerta de la habitación con unas braguitas muy elegantes como única prenda.
Yo te ignoraba, seguía en mi libro, solo quería dormir (o en su defecto, desaparecer).
Todo era en vano, había traído pasta y tu ya no llorabas, te subías a la cama y comenzabas a gatear hasta colocar tu cabeza en mi oído, y lamías, susurrabas, mordías, y yo te ignoraba, no decía nada, pero mi traidora polla comenzaba a destacarse bajo las sábanas.
Cuando recibías la señal cambiabas la táctica, te ibas gateando por donde habías venido, destapabas las sábanas desde los pies de la cama y comenzabas  el recorrido de nuevo, esta vez serpenteando, reptando bajo las sábanas hasta que llegabas a la bandera que marcaba la línea de salida.
Creo que nunca voy a olvidar las sensaciones, aún hoy, mientras escribo estas líneas, puedo sentir y revivir el tacto de tus manos allí abajo, deslizando mi ropa interior hasta deshacerte de ella, tus frías manos como garras palpando mi erección para finalmente agarrarla casi con furia, y luego el calor.
Cuando comenzaba el calor me veía obligado a dejar de leer (Leía la misma línea como nueve veces seguidas), nunca fallaba, nunca nada había interferido tanto mis lecturas, cuando notaba ese calor, cuando te la habías tragado prácticamente entera, y la mantenías un buen rato así, sin más, pensaba que iba a volverme loco, y lo sabías.
A veces ni siquiera follábamos, solo me la chupabas. Yo me corría, y tu seguías, tragando y chupando, luego me quedaba dormido.
Por la mañana a veces te encontraba llorando, mirando por la ventana, y justo al lado estaba el lienzo que habías estado pintando la noche anterior, no voy a hacer comentarios al respecto...

A veces creo que yo también debería haber llorado continuamente, pero soy de efecto retardado, no un tipo duro, para nada joder, se podría confundir, lo mio es simplemente despiste, o desidia, indefensión aprendida, cansancio.
Fue un año jodidamente duro, a veces pienso que durante todo el año solo hablabas conmigo y con la casera, salimos muy pocas veces a sitios, al menos juntos.
Casi al final, durante la primavera siguiente a nuestra mudanza llegó al piso de al lado aquél tipo tan extraño.
Ese hijo de puta iba de gurú o algo así. Una mañana de domingo me desperté y todas las persianas de la casa estaban levantada y un olor delicioso me llegaba desde la cocina (me asusté un poco, tu nunca habías cocinado en todos esos meses, siempre comíamos algo de comida rápida en algún lugar...o no comíamos nada), me acerqué despacio y bastante jodido aún por los excesos de la noche anterior y allí estaba aquél hijo de puta barbudo, alto, rubio y escuálido con aquellas ropas extrañas:

-Buenos días, amigo -me dijo mientras me estrechaba su mano de uñas pintadas-, ¿Unas deliciosas tortitas caseras al estilo de Norman, hijo de la luz?

-¿Norman, el de la luz? -titubeé- ¡Ey, Nena! ¿No pagaste las putas facturas? Tío, ¿tu quién cojones eres?

-Relájate amigo, voy a servirte unas tortitas caseras al estilo Norman -insistió-. He visto que tenéis una energía muy negativa en el piso y como buen vecino, voy a echaros un cable. Por cierto, bonita polla, pero el vello púbico es algo natural e incluso hermoso.

-Cielo, !ponte la ropa! -dijiste-, tenemos invitados.

-Joder, lo siento -contesté algo cabreado-, no esperaba encontrarme con Tarzán el transexual en nuestra cocina.

Luego me explicaste que aquél tipo era una especie de guía espiritual que enseñaba a sus discípulos el camino hacia la luz. Yo solo desearía haberle enseñado el camino hacia la puta puerta.
El tipo cada vez pasaba más tiempo en casa, leía mis textos, me aguantaba el pelo (lo llevaba largo) cuando me pasaba horas vomitando la borrachera en el baño. Creo que nunca te folló. Era una especie de Jesucristo que estaba allí para velar por nosotros, y yo lo odiaba por ello, me había acostumbrado a nuestro paisaje gótico, a chapotear entre tus lágrimas.

De cualquier forma, él se quedó a iniciarte en su doctrina del pensamiento positivo. Tu resultaste ser una alumna increíble. Dejaste de llorar y ahora solo hablabas de Norman. Cada vez que me veías hacer o decir algo, me soltabas algún rollo sobre ver las cosas de forma positiva, sobre las cosas importantes, sobre la perspectiva, sobre la madre que parió Norman y su pensamiento positivo....prefería cuando llorabas, sobre todo porque los momentos mamada se sucedían en intervalos más cortos a lo largo del tiempo.
La cuestión es que comenzaste a salir a la calle y aquella ciudad ya no era una mierda, era menos buena para algunas cosas, pero no una mierda. Nuestro cuarto de baño no era un agujero inmundo, era un pequeño cubículo Vintage ideal para encontrar la inspiración. Tus cuadros no eran malos, es que eras una artista conceptual. Nuestra relación no era una pelea de perros sarnosos, a partir de entonces éramos dos seres buscando su lugar en el maravilloso camino de la existencia.

Al poco tiempo, una mañana oímos gritos en la escalera, la gorda casera estaba largando al hijo de puta de Norman por no haber pagado más que el primer mes de alquiler.
Ese maldito piojoso debería haberle explicado a la gorda que quizás no estaba mirando aquél asunto desde la perspectiva adecuada. Estábamos aún en la cama y tu quisiste bajar a decirle a Norman que se quedara en casa.
Cuando te pusiste de rodillas para bajar de la cama, te agarré de la cintura y con la mano que me quedaba libre te levanté el camisón. Te quejaste, forcejeaste intentando escapar, pero yo ya tenía dos dedos dentro de ti, y de tu boca escapaban una mezcla de insultos y gemidos alternativamente.
Solo tuve que esperar la señal, mordiéndote la espalda mientras trabajaba a una solo mano ahí debajo, lamiéndote el cuello, llamándote zorra, sucia perra, y cuando me chorreabas hasta el antebrazo, te la clavé.
Te estuve follando durante un buen rato, creo que de algún modo estaba rabioso por toda esa mierda que me había arrebatado a mi chica triste, así que te pegué una follada bastante salvajes, se te saltaban las lágrimas otra vez después de mucho tiempo y casi lloro yo también, de alegría.
Después de terminar nos dormimos un rato.

Conseguí librarnos de Norman, pero jamás te recuperé. Cada vez estabas más obsesionada con el pensamiento positivo. Me tenías hasta los cojones. Yo cada vez paraba menos en casa. Me sentía más perdido y solo que nunca, me dabas miedo, estabas más chiflada que nunca.

Así se sucedieron las semanas hasta llegar a aquél mes de Noviembre en el que hacía un año en que habíamos llegado allí. Respecto a mi, las cosas poco habían cambiado, solo que ahora vivía con una chiflada enamorada de la vida, y de la muerte, de los muertos vivientes, y de toda la mierda que pueda haber en el mundo. Ya ni siquiera me gustaba follarte, y a ti no te gustaba hacer nada más que sonreír, beber y fumar y pintar, y una vez  al despertar, estabas delante de mi, desnuda y escondida en parte detrás de un lienzo.
¿Qué cojones haces? te pregunté. <<Pintarte, mi amor>> me dijiste. Joder, casi me muero de un infarto de la carrera que me pegué hasta el baño, me vestí y me largué.

En aquél día de Noviembre en que hacíamos un año, cuando toda la ciudad nos jodía con alumbrados navideños y miles de ostentosos adornos y escaparates llenos de cosas que no podríamos tener, me desperté mucho más triste de lo habitual y de nuevo me invadió algún extraño olor.
Era imposible que estuvieras cocinando algo (aparte de tu incapacidad, en aquellos momentos éramos más pobres que nunca y no había nada que cocinar), así que fui a ver qué es lo que se cocía (¿Norman, de nuevo?).
No, estabas allí, toda sucia, con el pelo sin lavar desde al menos una semana, con una vieja sudadera que te quedaba holgada y comiéndote un bol de alguna sustancia negruzca (Tierra de las macetas???).
Me sonreíste. Me sonreíste con una mirada tan feliz, tan pura, tan inocente. Me sonreíste mientras te comías aquella basura maloliente. Me sonreíste con tanto amor en tus ojos.
Yo salí corriendo a la habitación, cogí el viejo revólver de mi abuelo que guardaba en la mesilla y me encerré en el baño. <<¿Te encuentras bien, cielo?>> me preguntaste. Yo me asomé una vez más para mirar de nuevo aquellos ojos, me sonreíste, con la boca y con los ojos.

Volví a entrar al baño. Me senté en la taza del váter y me metí el cañón del revólver en la boca y pensé en ti por última vez, pensé en el pensamiento positivo y su ineficacia, porque la mierda es mierda, por mucho que cuando la mires quieras ver oro.
Y pensé en que quizás, cada vez que te metiste mi cacharro en la boca, te estabas encañonando de alguna manera, estabas en mi misma situación. Quizás yo te había arrastrado a aquello.
Pensamiento positivo...ese maldito norman y sus preciosas manos de uñas pintadas...
Ajusté un poco la posición del cañón dentro de mi boca y lo abracé con mis labios. La mierda solo es mierda, ya quieras ver en ella oro. Lo que me gusta es lo que me gusta, y lo que no, simplemente no.Dios, por qué no funcionaba el pensamiento positivo en mi? Vaya putada.

Está bien, contaré hacia atrás, pediría perdón pero realmente no me importa nada ni nadie.
3,
Cerré los ojos.
2,
Y lo último que vi fue tu sonrisa con la comisura manchada de aquella inmunda sustancia.
1,
Y aquél párrafo de siddhartha que me hiciste releer mil cien veces con mi polla en tu boca..

CLICK!

CLICK!

CLICK!

CLICK!

CLICK!

Esa mierda de revólver había pasado a mejor vida hacía ya mucho tiempo.
A continuación me miré las manos y un pensamiento cruzó mi mente mientras yacía sentado en aquél agujero pestilente:

               "Al fin y al cabo, este es lo que me espera el resto de la vida; comer mierda a cucharadas"


domingo, 8 de diciembre de 2013

Cadáveres en el armario

Hacía muy poco tiempo que había llegado a la ciudad. Aquello de marcharme de mi hogar e instalarme en aquella enorme ciudad con mi chica había sido totalmente improvisado, cuando uno siente que está flotando en el vacío sin nada que perder, es bastante sencillo tomar este tipo de decisiones a la ligera.

Me pareció que sería interesante cambiar de aires, además, tenía un absurdo sentimiento de deuda y fidelidad hacia ella, a veces he intentado ser un tipo normal...nunca salió bien.

Como ya he dicho, aunque intentara anestesiar al pura sangre y mis intenciones hubieran sido domadas en el momento de mudarnos, la ilusión duró solo unas tres semanas.
En aquella ciudad todo el mundo tenía algo que hacer, todos se dirigían siempre a toda prisa hacia algún lugar, todos iban camino de una cita ineludible, cualquiera diría que cada uno de ellos y ellas era un era una rueda dentada imprescindible para que la vida tal y como la conocemos, pudiera continuar su curso.
Yo no era más que un crio, un tipo raro, alto, delgado, callado y de mirada arrogante.
Hacía muy poco que en mi lugar de origen alguien había dado un giro a mi destino y a mi razón de ser, al descubrir que no era solo un niño raro, antisistema, demasiado culto en algunas áreas y que siempre iba acompañado de chicas hacia rincones oscuros. 
Como en un especie de diagnostico alguien me había dicho: "Muy bien, ¿vas a contarme lo que te pasa?" y yo había contestado: "Me pasa de todo, estoy cansado, por eso hago estas cosas, estoy aburrido, no le veo sentido a nada. Me pasa de todo, joder".
DIAGNÓSTICO: Escritor.

Al principio, tal revelación no surtió ningún efecto en mi, aún viniendo de parte de aquella con la que se masturbaba a diario medio instituto (No, yo por aquél entonces casi no me masturbaba, ya había comenzado en el rock and roll y contaba con algunas chicas trastornadas y necesitadas de atención que cursaban 4º y que siempre estaban dispuestas a hacerme pasar un buen rato).
Finalmente, ante la insistencia de esa especie de faro rubio cedí, abrí mis oídos y comencé a escuchar lo que me decía, no me dio a leer el Quijote ni platero y yo.
Me habló de Boudelaire, de su musa; una prostituta negra, de sus flores del mal. Me habló de Verlaine. Me descubrió las leyendas de Becquer, sus rimas, los relatos extraordinarios de Poe, Golding y el señor de las moscas, la oscuridad visible. Y lo que realmente me impactó y lo sigue haciendo a día de hoy fue la historia de Holden Caulfield, J.D. Salinger y "El guardián entre el centeno", si soy algo parecido a un escritor, es en gran parte por culpa de ese maldito libro.

Pues bien, una vez descubierto el origen del mal que padecía, comencé a trabajar en ello, y en parte fue este hecho otro de los motivos que me impulsó a largarme con la chica, muchos de los tipos a los que leía lo habían hecho multitud de veces.

Como ya dije, mis buenas intenciones duraron poco. Nos instalamos en un piso a una hora del centro de la ciudad junto con una pareja más de estudiantes (chico y chica), también engranajes fundamentales, ambos eran como ese pájaro azul que da cuerda al mundo.
Al principio me quedaba en casa, tenía que escribir y tenía que componer. no tardé en encontrar una banda de rock and Roll con la que tocar, y con esta excusa comencé a ampliar mi círculo, a expandirme en aquella ciudad, y sobre todo a hacerme sonar en el "underground", mi religión favorita, la que más detesto en realidad pero en la que más me veneran.

Cada vez paraba menos en la casa, me sentía jodidamente solo, yo no era para nada un engranaje fundamental para la existencia del ser humano. Ya no pasaba tiempo con ella, ella se había transformado, había cambiado sus costumbres, había cambiado sus prioridades, ahora ella tenía que moverse rápido, la existencia dependía de ello. Cambió su léxico. Estaba siendo absorbida con ideas absurdas, le parecían apremiantes asuntos de los que nos habíamos burlado siempre, se estaba congelando con todos esos imbéciles a su alrededor. Cómo había cambiado, cuanta prisa. El sexo se había vuelto secundario, y cuando llegaba era metódico y rápido, limpio, pulcro, de manual. joder, que sólo me sentía en aquél maldito piso.

Intentaba pasar fuera el mayor tiempo posible, intentaba no cerrarme en un círculo pequeño, salía con la gente de la música a tomar algo solo después de los ensayos, frecuentaba un par de cafés literarios y me había hecho amigo de varias de sus camareras. Había encontrado un Starbucks al que solía ir a escribir los viernes por la tarde, antes de volver a casa para una ración de sexo metódico y manido. 
También había localizado un par de bares a los que acudía furtivamente simplemente a beber, a mirar, a escuchar. Eran bares comunes, con sus borrachos asiduos, sus balas perdidas, sus prostitutas y sus solitarios como yo, todos formando parte de un bizarro lienzo.

Fueron estos recorridos los que hicieron inevitable que volviese a aflorar mi estado natural, volvió el chico que daba grima.
Si no recuerdo mal, el primer pinito del pequeño chico que da escalofríos tuvo lugar en Starbucks, con Mariam.Se lo conté a mi chica. Lloró, gritó, me lanzó cosas, me lanzó palabras hirientes, me lanzó miradas de desaprobación, de desprecio, y yo no podía sentir nada. Aquello era puro teatro. Después del numerito me perdonó, se abrazó a mi llorando, pero mi mente seguía aún en el "Eres un parásito, te pasas el día de fiesta con tus amiguitos, tocando esa estúpida guitarra, casi ni escribes, solo sales a diario, bebes, luego vienes a casa y comes nuestra comida, te duchas, duermes bajo nuestro techo, nosotros estudiamos, estamos siempre haciendo cosas para mantener esto, esto no se mantiene solo" (Ese era su estado natural, y me alegré de haberlo descubierto),  aún así, follamos (polvo conciliador de manual).

A pesar de aquél encontronazo las cosas siguieron igual, yo había liberado a la bestia y mientras venía y no venía la inspiración, me iba a dedicar a matar el tiempo antes de que este me matara a mi, iba a coleccionar cadáveres en el armario, así que las Mariams de la ciudad comenzaron a sucederse.

Un día, mientras me tomaba un bourbon con hielo en uno de los cafés literarios a los que acudía cuando necesitaba esconderme de toda esa oscuridad que había liberado, cuando necesitaba vacaciones de coños, se acercó a mi aquél tipo, pensé que era un jodido gay que me había echado el ojo.
El tipo, que parecía sacado de una película de Woody Allen, trabajaba en un fanzine de la universidad de bellas artes y estaba interesado en escritores noveles, concretamente le interesaba la new wave de la poesía, le dije que la poesía no me interesaba una mierda. Insistió, quería leer algo mio, tuve la tentación de decirle que no me iban las pollas y acabar con aquello de una maldita vez, pero me pudo la curiosidad y le dejé leer un par de cuentos que tenía en mi desgastada carpeta azul.

Fue así como comencé a reunirme con él un par de veces a la semana en la Universidad de Bellas artes, y allí amplié aún más mi círculo. Pronto descubrí que había encontrado un lugar en el que podía ser un Dios, y no desaproveché la ocasión.
Entre los relatos para el fanzine y los bolos que nos sacábamos con la banda, iba sacando dinero suficiente para vivir cómodamente, y esto me fue alejando más y más de aquella chica a la que sentía que había salvado tantísimas veces en nuestra ciudad de origen, aquella niña a la que había introducido en la etapa adulta, en el sexo, en la mentira, en el dolor.
A pesar de que mi independencia económica me podría haber permitido largarme a cualquier otro piso compartido, lejos de todos esos FUNDAMENTALES y sus quehaceres, no fue hasta que conocí a una de sus amigas que casualmente estudiaba bellas artes, y me la follé, que decidí largarme.
Me largué con esta aspirante a escultora, y duró algún tiempo, y estuvo bien, al menos en aquél entonces lo pareció, pero visto desde ahora, aquello solo fue una sucesión de ENSAYO/ERROR.

Todo fue parte de un proceso, lo más importante entonces era apagar aquello, apagar ese vacío, esas ganas de morir, ese afán de autodestrucción, ellas solo estuvieron allí como atrezzo, no eran lo importante, yo era lo importante, ellas eran atrezzo, la escritura terapia, el rock and roll era un calmante y un multivitamínico a la vez.

Las palabras fueron las migas de pan, indicaron el camino que debía seguir para no perderme. Ahora estoy seguro que las palabras estaban ahí por algo, conducían hacia algún lugar, había algo que era importante que descubriera y ellas eran señales luminosas. Ahora lo entiendo y estoy más convencido que nunca de que las palabras siempre estuvieron ahí por un motivo: guiarme hacia ti. No apagaban el sentimiento de vacío, solo me hacían sentir más cerca de ti; mi problema, mi solución, mi locura y mi cordura, mi cielo y mi infierno, mi enfermedad y mi cura. Ahora la palabra no puede ser sin ti.
El rock and roll fue la anestesia, pero también la sangre, me mantuvo fuerte.

Y aquellas chicas....aquellas chicas...cadáveres en el armario.




Buenas noches.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Arquitectura errática

Los primeros rayos de luz se colaban a través de los agujeros de la persiana, y él, que acababa de despertar, no pudo evitar pensar en su interior, en su alma, si es que existía.
Tras unos segundos tomó conciencia de dónde estaba y qué hacía allí, pudo percibir su respiración, pudo sentir como ella le rodeaba con sus brazos y apoyaba su cabeza en su costado. Era preciosa.

Intentó levantarse retirando con cuidado los brazos que le rodeaban y al dirigir de nuevo su mirada hacia ella, ya tenía sus rasgados ojos verdes abiertos y una media sonrisa en la boca.

-Buenos días, preciosa -le susurró-, siento haberte despertado.

Ella no contestó, solo sonreía. Verla allí, entre las sábanas, tan frágil, tan bella, tan humana, podía hacer sentir a un hombre que perdería la cabeza si la contemplaba demasiado tiempo. Era realmente especial.

-Hemos vuelto a hacerlo -dijo ella al fin-, no se si esto está bien.

-Ya hemos hablado del asunto, lo hemos hecho y ya está, no te agobies, deberías respirar.

-Lo siento -se disculpó-, no debería haber dicho eso, yo deseaba esto tanto como tú, es solo que no termino de verlo claro, no deja de parecerme una locura, lo siento, de verdad.

-No se si será una locura, tampoco se si deberíamos definirlo, no se si podría definirlo, solo se que lo necesito, que te necesito. Necesito esta locura nuestra, necesito sentir que hay algo, que tenemos algo, aunque lo que tengamos solo sea locura.

-Yo también lo necesito, puedo intentar frenarlo hasta cierto punto, pero sería absurdo negarlo, yo también necesito esto, lo deseo. 

-Pero...-la interrumpió.

-Pero no deja de ser lo que es, ya sabes todo lo que hay, todos los factores, todas esas variables que están en juego. No quiero sufrir. No quiero que se desmorone todo aquello que tanto trabajo me ha costado construir, y tampoco quiero perderte, no quiero perder esto. Es una maldita locura -se lamentó-, no consigo ver la salida. no consigo ver la luz al final del túnel. Cada vez está todo más oscuro, esto no puede durar eternamente.

-Entiendo que te preocupe el futuro, pero todo eso es muy relativo -contestó-, ¿sabes? cuando pienso en el futuro pienso :"Si sigues aquí, tumbada a mi lado durante los próximos quince minutos, esos serán los mejores quince minutos que haya vivido hasta ahora, será un futuro prometedor, y si te quedarás luego, quince minutos más, me sentiría el tipo más afortunado del mundo". No necesito más predicción que la certeza de tenerte a mi lado un poco más. Siempre un poco más. Siempre un poco más. Hasta el infinito o hasta que te canses.

-Te quiero. ¿Por qué no puede ser más sencillo?

-Es bastante sencillo, no todo es tan oscuro como te lo parece, a veces solo es una cuestión de perspectiva.

-La realidad es la realidad, y lo que ves es lo que hay.

-¿Me estás diciendo que si no veo algo es que no existe? -le preguntó él-, mira, ahora mismo estamos aquí, en esta habitación a oscuras, pero ahí afuera podrían estar brillando las estrellas, podrían estar arrojando como piedras su luz para alumbrar a la ciudad. ¿Dejarían de existir por el hecho de no verlas en este momento? sabes que no.

-En ese caso, se trataría de una suposición. Si estuviésemos aquí de noche, en esta habitación, supondríamos que ahí afuera estarían brillando las estrellas, pero la realidad es que aquí dentro estaríamos a oscuras igualmente.

-¿A oscuras para siempre? 

-Supongo que no, pero no puedo asegurarlo, al igual que no puedo asegurar que ahí afuera estén brillando las estrellas. Podría suponer que en algún momento entraría la luz y acabaría con esta oscuridad, no sería más que eso. Eso se llama suposición.

-Yo prefiero llamarlo fe.

-¿Fe? Nunca pensé que fueras un tipo de esos. ¿En qué tienes fe?

-Tengo fe en muchísimas cosas. A veces, la fe es lo único que hace que me levante cada mañana, la fe es la certeza de la incerteza. Tengo fe en mi capacidad para cometer errores cada vez más grandes y que tu sigas ahí a mi lado un día más, haciendo que los transforme en eso que llaman arte, haciendo que tenga sentido levantarse después de caer. Tengo fe en el minuto siguiente. Tengo fe en tus ojos. Tengo fe en seguir sacándote una sonrisa. Tengo fe en que me insultes. Tengo fe en que me empapes en gasolina, me prendas fuego, te abraces a mi en un abrazo de llamaradas, ardamos, nos extingamos y volvamos a nacer de nuestras cenizas. Tengo fe en poder seguir escupiéndoles en la cara y que lo llamen arte y me paguen por ello. Tengo fe en todas esas cosas sin alma que tan felices nos hacen. Tengo fe en que seguiré vomitando por las mañanas un champán mucho más caro que el coche de nuestro vecino. Tengo fe en encontrar tus manos cuando sienta que caigo al vacío. Tengo fe en que estamos aquí y no hay nada que desee más ahora mismo.

-Siempre he tenido fe en ti, lo sabes, siempre supe que llegarías a esto. Sin embargo nunca pensé que nuestra historia continuaría. Pensé que me olvidarías, que pasarías a enterrarme en tu pasado.

-Tu eres mi pasado, mi presente y tengo fe en que serás mi futuro.

-Tengo miedo. No puedo evitar tener miedo, y no puedo demostrarlo, es una presión terrible que me acecha y me asalta cuando estoy algo débil. no puedo evitar pensar que esta historia es alguna especie de callejón que antes o después me va a llevar a un final terrible. Como una especie de suicidio.

-Lo entiendo. Pero no se qué más hacer, yo solo necesito la certeza de que estás aquí conmigo ahora, y a veces, aún cuando no estás aquí, sonrío pensando que allá donde estés, estás pensando en mi, que tenemos algo, que soy alguien en tu vida. Pero entiendo eso que dices, y entiendo bastante de suicidios.
Si, joder, esta historia puede parecerte un suicidio y entiendo por qué, pero no creas que yo arriesgo menos, para mi también puede convertirse en un suicidio. Si te pierdo, se acabó. No quiero nada que no seas tu, si decides largarte, de alguna manera también se habrá acabado todo para mi. Desde que era un chaval, la idea del suicidio siempre ha estado pasando por mi cabeza. Siempre ese revolver en mi boca, esperando a que apretase el gatillo.

-A veces siento que en mi caso, tu eres ese revolver -contestó ella y tras rodearle el cuello con los brazos, le besó introduciéndole la lengua en la boca.

Él recibió su beso de fuego palpando con sus manos sus caderas, sus piernas, sus pechos.

-Eres mi maldito revolver -gimió ella mientras buscaba bajo las sabanas su polla-, déjame tirar del gatillo.

-Dispara.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Y ahora pienso en Dalí mientras escucho a Mahler

Y esta noche, mientras todos esperan con ansias, frotándose las manos y relamiendose, el momento en que mañana termine su jornada laboral y se encuentren a las puertas del ya conocido puente de Dicembre, yo he tenido que salir a la calle para dejar de pensar en ti (Pero te he encontrado en cada estrella).

Nada más pisar la calle, mi perro ha levantado su hocico y con esa mirada suplicante que le caracteriza, me ha dedicado un suave: <<Gracias. Sabes que estoy contigo. Lo sabes, ¿Verdad? Demos una vuelta rápida y subamos, ambos sabemos que mañana va a ser un día realmente duro>>
Eso es lo que me ha dicho mi perro nada más pisar la calle, he intentado contestar, pero las lágrimas golpeaban en torrente como puños mis párpados, y no pensaba dejarlas salir.
He pensado en matar a mi perro. O quizás en patearlo, odio eso que me ha dicho, odio que haya sido bueno conmigo, odio que haya hurgado en mi interior, odio que me brinde algo que siento que no merezco, odio que pueda leerme entre líneas (mis flacas costillas).
Al final, tan solo me he agachado y le he besado su pequeña cabecita.

He salido a la calle y mi perro me ha derrumbado con unas cuantas palabras, y justo al doblar la esquina, las farolas comenzaron a ladrarme, los contenedores comenzaron a ladrarme, las prostitutas comenzaron a ladrarse y las aceras lanzaban mordiscos de ausencia (Tu ausencia, de alguna forma intermitente).
Ese pequeño peludo tenía razón, "una vuelta rápida y subimos..."

Todo el mundo espera con ansías el 5 de diciembre, y yo he venido a refugiarme delante de la página en blanco, porque hoy hace tres años que tomaste unas vacaciones de "puente de diciembre" sin retorno.
Hoy hace tres años que te largaste de una manera improvisada, de la noche a la mañana, ni eso, te largaste a las 3 de la tarde, comenzaste a derretirte y cuando ahora pienso en ello, temblando de dolor, no puedo evitar pensar también en Dalí, y en relojes derritiéndose, y en la palidez envolviendote mientras ibas perdiendo el control de tu Yo material (pierna izquierda-brazo izquierdo-mitad de la cara izquierda-pierna derecha-brazo derecho-mitad de la cara derecha), y finalmente dijiste adiós con tus ojos.

Hoy hace tres años que te largaste, pero no solo eso, hoy hace tres años que soy más perverso, más cínico, más solitario, más cerdo, más depravado, más despreciable. Hace tres años que en definitiva, estoy más vacío.
He tratado de llenar el vacío que dejaste de muchísimas maneras, me he llenado de sustancias, y finalmente, hasta ellas me han abandonado, se sentían tan solas dentro de mí...
Se que nunca has estado orgulloso de mi, que nunca has aprobado lo que hago, lo que soy, pero lo que soy es lo único que conozco y es lo que mejor se me da ser.
He intentado llenar el vacío que dejaste, llenando el vacío espacio denso que siempre me han brindado esas preciosas chicas que no parecen querer creer lo que ven o lo que les digo (Siempre esperan algo más) ¿Cómo puedo explicarles que dentro de este horror que soy, no hay literatura, que solo van a encontrar vacío?

Es la primera vez en tres años que voy a pasar este día en soledad (corrijo): Es la primera vez en tres años que voy a pasar este día sin unas piernas largas a mi lado, o sobre mis hombros, o rodeando mi cintura mientras se la clavo. Es la primera vez en tres años que aguardo al día del aniversario de tu muerte sobrio, con los pantalones subidos, en soledad, solo Mahler hace gemir instrumentos para mi en esta sinfonía que me acompaña mientras escribo. Mientras pienso en ti. Mientras te derrites. Mientras los relojes también se derriten. mientras Dalí arde en el infierno. Mientras me tomo este Bourbon con hielo. Mientras mi perro ronca sobre la cama. Mientras no eyaculo en el coño/tetas/culo/boca/piernas/espalda de nadie.

Se te echa de menos, y no echo de menos nada de lo mencionado últimamente, qué te voy a contar, sabes que me estoy transformando (a peor, ¿cómo no?). Hacía tiempo que no pasabas tan dolorosamente por mis pensamientos, han estado ocupados, cierta infección (irresistiblemente única y preciosa) se ha hecho con el monopolio de mis pensamientos de un tiempo a esta parte (es una empresaria cojonuda) y rompe moldes y conceptos establecidos, comenzó con los parámetros que marcan las partes del día, sustituyó a Cristo y su a.C. por el antes y después de su invasión a mi fuerte.
La última de sus fechorías ha sido tirar por tierra toda la doctrina psicoanalítica al convertirme en el único sujeto que no se compone de "Yo, SúperYo y Ello", qué cojones me habrá hecho que ahora soy una especie de pirado único en el mundo que guía sus actos y se compone por un el "Yo, SúperYo y ¡¡Ella!!"
En fin, es por eso que últimamente no pensaba demasiado en lo tuyo, pero ahora que se acerca el momento un año más me pregunto si duele tanto por tu ausencia, o por la crueldad de tu partida, ese modo tan cruel y rápido de sacarte de aquí.

Es la primera vez en tres años que no estoy sumergiendo la polla en un placebo suave y cálido, y no se cómo va a ser el día, tengo que dar un concierto y cada nota que haga sonar voy a dedicartela a ti, voy a pensar en ti, voy a afrontarte de verdad, porque como acabo de contarte ya no puedo esconderme en nada, y nada es todo lo que soy.

Hoy es tu día, y Mahler hace sonar un sueño solo para ti. Yo brindo con este Jack Daniels, por ti. Por todas esas chicas que hoy no están aquí. Porque de alguna forma , mi polla también está hoy de luto (lleva ya un tiempo, y me gusta decir "hasta que me cure" pero es una forma de decir <<Hasta que pueda volver a engañarme a mi mismo volviendo al sexo vacío y sin corazón>>, algo más discreta.

Mi perro ronca sobre la cama mientras sueña con un día de verano en el que unos niños alegres y divertidos le persiguen y llega a esconderse entre mis piernas, y una chica a mi lado en una terraza con mi semen aún entre sus muslos sonríe, y yo me levanto y vomito clavos sobre los niños, y todos corren asustados mientras se preguntan "¿Cómo puede ese tipo vomitar clavos de esa manera y seguir respirando"?
Todos tienen miedo, pero mi perro no, no se ha sentido más seguro en toda su vida.
La chica tambien se asusta: <<¡¡Son clavos de verdad!!>> dice mientras articula una mueca de terror.

¿Cómo puedo vomitar clavos de esta manera y seguir respirando?
¿Cómo puedo echarte tanto de menos y seguir respirando?
¿Cómo puedo echarla tanto de menos y seguir respirando?

Hay un tipo que leerá esto mañana, un tipo que espera que le entregue una "tarea", un tipo que comercia con mi enfermedad, con mi locura.
<No deberías publicar más en ese blog, y menos cuando tenemos tanto trabajo pendiente, me ha gustado mucho la forma en que has utilizado....y podrías usarlo en tu novela, en la parte en que...>
Jódete, capullo. sabes que me amas y que ya no hay vuelta atrás en este pacto, así que no intentes acorrarlar a un animal herido. Además, hoy no es tu día.

Ahí afuera, oigo las farolas ladrar, las multitudes ladrar, las estrellas sangrar, las putas negociar un poco de calor en esta noche de hielo.
Ahí afuera, los perros siguen conversando sobre asuntos metafísicos.

¡RrrrRrr Guau!

D.E.P.