El día en que coronaban a un nuevo rey, en mi
tablero el miedo se comió a la reina. Fue un instante fugaz, como un parpadeo.
La luz se apagó en la habitación, y de repente, cuando quise darme cuenta, las
dos torres y el castillo, se tornaron arena.
Todo el país estaba expectante, era el día en que coronaban a un nuevo rey, y
en mis territorios, que habían sido libres y salvajes hasta que la conocí, pero
que ahora tenían grabado su nombre por todas partes, se instauró la dictadura
de la locura. Allí, en la patria de debajo de mi piel. TÚ, mi única patria,
raza o religión. TÚ.
Dormía placenteramente mientras el anterior monarca
hacía pública su intención de abdicar, soñando seguramente con los abruptos
paisajes de sus noches en vela. El mundo podía pararse cuando quisiera si tenía
acceso a sus abrazos, sus sonrisas y sus largas piernas.
También dormía durante la coronación del nuevo rey,
esta vez entre pesadillas. Dormía y seguramente soñaba con el mar, porque al
despertar sabía a sal y la cara estaba empapada, como después de un chapuzón en
la costa bajo un calor abrasador.
Siempre quise ser el primero, así que ese mismo día, antes de dormir ya me
había coronado, lo siento majestad, te tocó ser el coyote.
Me había coronado cuando en lugar de perderme por la
mañana temprano en sus ojos, decidí seguir jugando a los caza fantasmas. Me
coroné.
Y ahora, un día después de todo el asunto, cuando el
país está algo más calmado con su rey Arturo en el castillo, yo sigo flotando
en éter, sigo buceando en formol, sigo con esta pesada sensación de
inamovilidad. Como si no latiera el corazón en el pecho. Como si no hubiera
nada ya que esperar. El fin.
Así que sin darme cuenta, me he encontrado aquí,
arrinconado, agachado, como inerte y pensando en ti. Me he transportado casi
sin querer al invierno, a Enero y Febrero, creo que es porque el clima ahora es
más amable, y uno podría entregarse a la ilusión de que saldrá de esta. Los
días son largos, los amigos están animados y deseando hacer cosas, puedes
escaparte a la playa, etc. Sí, podría ser más sencillo escapar así, pero como
no es lo que quiero, como esto que he decidido, es lo último que quiero. Como
he decidido prescindir de lo único que puede hacerme feliz, de lo único que da
sentido a mi vida, de lo único que he querido por encima de mí, nunca jamás, me
he transportado al invierno.
Y es triste pensar en el invierno desde esta época
del año tan luminosa, pero las escenas se han sucedido como en una película.
Era invierno cerrado, Enero o Febrero, y en esa época del año, a las seis de la
tarde ya es de noche. Y hace frio, y llueve casi siempre.
Y nos he visto allí, donde todo comenzó, de noche cerrada. Yo había llegado antes, porque soy un vago y un desocupado que sobrevive por su pizca de talento y experiencia en el escapismo. Yo llegué antes, y hacía muchísimo frio, pero te habría esperado allí hasta las últimas consecuencias, hasta que me hubieras encontrado allí congelado como Jack Nicholson en “El resplandor”.
Y nos he visto allí, donde todo comenzó, de noche cerrada. Yo había llegado antes, porque soy un vago y un desocupado que sobrevive por su pizca de talento y experiencia en el escapismo. Yo llegué antes, y hacía muchísimo frio, pero te habría esperado allí hasta las últimas consecuencias, hasta que me hubieras encontrado allí congelado como Jack Nicholson en “El resplandor”.
Había llegado primero, y la impaciencia me hacía
sentir cierto hormigueo en el estómago, creo que era algo así como felicidad,
estaba jodidamente enamorado.
Aparecías. Siempre aparecías, en medio de aquella oscuridad aparecías. Llegabas
pálida y con cara de agotada, caminando bien estirada, manteniéndote bien estirada
al principio, muy correcta, pero yo te desarmaba bien rápido y al instante, tu
me abrazabas, y yo me abría mi chaqueta para que metieras tu cuerpecito pequeño
y apretado en una parka azul de lo más estilosa, dentro de mi chaqueta, y así
podían darle por el culo al invierno, así estábamos genial.
Hablábamos de nuestras cosas, como hemos hecho hasta
ayer. Y no puedo parar de pensar en tus manos frías, blancas y frías, y en cómo
te las frotabas, y en lo graciosa que estabas con esa parka azul subida hasta
el cuello, parecías tan frágil y tan dura a la vez…
Me he coronado. No pienso en el invierno porque los
últimos tiempos no hayan sido increíbles, a cada retirada de un envoltorio se
han expandido ante mi, universos que jamás pensé contemplar. Es solo que me
acordé de tus manos, de tus abrazos, de tu cara de cansada en invierno, y te
imaginé llegando a nuestra casa del trabajo por la tarde, completamente helada.
No se, solo pensaba en todo eso y en cuanto me duele que nunca vayas a llegar a
nuestra casa. Que nunca vaya a verte frotar más tus manos heladas. Que nunca te
las vayas a calentar en mi tripa. Que nunca te vaya a ver con esa parka que tan
bien te queda. Es una putada. Me he coronado.
El día en que coronaban al nuevo rey, fue el día en
que terminaban muchísimas otras cosas, entre otras y de las menos importantes,
la historia de este blog, en esencia, “El blog por y para N” y para nuestras
intensidades.
Perdóname por mis cagadas, por mi escatología al
corazón.
Cuando empiezas a mearte en el corazón, alcanzas un
punto en el que los incendios corren el riesgo de extinguirse, y eso, es lo
peor que podría ocurrir. JAMÁS permitiría que te extinguieses.
Porque te
quiero.
Gracias por todo.
Gracias por
el sueño.
Gracias por haberme dejado tirar del hilo de tu
sonrisa.
Gracias por tu tiempo.
Gracias por los desvelos.
Gracias por enseñarme a dormitar, que no era más,
que soñar despierto contigo.
Gracias por las tardes de cine.
Gracias por tus lecciones sobre lo que es cool.
Gracias por ser todas y cada una de esas letras y
palabras que luego ordené.
Te voy a echar siempre de menos, SIEMPRE.
Y permíteme que te lo repita:
“Por
tus incendios
Por
mis dudas
Por
las tuyas
Por
mis dedos equilibristas
Recorriendo
tu espalda
Hasta
llegar al centro.
Por
el miedo
Por
los secretos susurrados desde tus ojos
Y
desde mis dedos.
Por
nuestros incendios.
Sigue
ardiendo.
Sigue
girando.
Sigue
ardiendo y girando
Hasta
extinguir
Página
a página
Cualquier
resto de duda
Que
estas manos cobardes
Quieran
traducir en un frio y doloroso:
Fin.