viernes, 20 de junio de 2014

Anuda-2 (Infinito)

El día en que coronaban a un nuevo rey, en mi tablero el miedo se comió a la reina. Fue un instante fugaz, como un parpadeo. La luz se apagó en la habitación, y de repente, cuando quise darme cuenta, las dos torres y el castillo, se tornaron arena.

Todo el país estaba expectante, era el día en que coronaban a un nuevo rey, y en mis territorios, que habían sido libres y salvajes hasta que la conocí, pero que ahora tenían grabado su nombre por todas partes, se instauró la dictadura de la locura. Allí, en la patria de debajo de mi piel. TÚ, mi única patria, raza o religión. TÚ.

Dormía placenteramente mientras el anterior monarca hacía pública su intención de abdicar, soñando seguramente con los abruptos paisajes de sus noches en vela. El mundo podía pararse cuando quisiera si tenía acceso a sus abrazos, sus sonrisas y sus largas piernas.

También dormía durante la coronación del nuevo rey, esta vez entre pesadillas. Dormía y seguramente soñaba con el mar, porque al despertar sabía a sal y la cara estaba empapada, como después de un chapuzón en la costa bajo un calor abrasador.

Siempre quise ser el primero, así que ese mismo día, antes de dormir ya me había coronado, lo siento majestad, te tocó ser el coyote.

Me había coronado cuando en lugar de perderme por la mañana temprano en sus ojos, decidí seguir jugando a los caza fantasmas. Me coroné.

Y ahora, un día después de todo el asunto, cuando el país está algo más calmado con su rey Arturo en el castillo, yo sigo flotando en éter, sigo buceando en formol, sigo con esta pesada sensación de inamovilidad. Como si no latiera el corazón en el pecho. Como si no hubiera nada ya que esperar. El fin.

Así que sin darme cuenta, me he encontrado aquí, arrinconado, agachado, como inerte y pensando en ti. Me he transportado casi sin querer al invierno, a Enero y Febrero, creo que es porque el clima ahora es más amable, y uno podría entregarse a la ilusión de que saldrá de esta. Los días son largos, los amigos están animados y deseando hacer cosas, puedes escaparte a la playa, etc. Sí, podría ser más sencillo escapar así, pero como no es lo que quiero, como esto que he decidido, es lo último que quiero. Como he decidido prescindir de lo único que puede hacerme feliz, de lo único que da sentido a mi vida, de lo único que he querido por encima de mí, nunca jamás, me he transportado al invierno.

Y es triste pensar en el invierno desde esta época del año tan luminosa, pero las escenas se han sucedido como en una película.

Era invierno cerrado, Enero o Febrero, y en esa época del año, a las seis de la tarde ya es de noche. Y hace frio, y llueve casi siempre.
Y nos he visto allí, donde todo comenzó, de noche cerrada. Yo había llegado antes, porque soy un vago y un desocupado que sobrevive por su pizca de talento y experiencia en el escapismo. Yo llegué antes, y hacía muchísimo frio, pero te habría esperado allí hasta las últimas consecuencias, hasta que me hubieras encontrado allí congelado como Jack Nicholson en “El resplandor”.
Había llegado primero, y la impaciencia me hacía sentir cierto hormigueo en el estómago, creo que era algo así como felicidad, estaba jodidamente enamorado.

Aparecías. Siempre aparecías, en medio de aquella oscuridad aparecías. Llegabas pálida y con cara de agotada, caminando bien estirada, manteniéndote bien estirada al principio, muy correcta, pero yo te desarmaba bien rápido y al instante, tu me abrazabas, y yo me abría mi chaqueta para que metieras tu cuerpecito pequeño y apretado en una parka azul de lo más estilosa, dentro de mi chaqueta, y así podían darle por el culo al invierno, así estábamos genial.
Hablábamos de nuestras cosas, como hemos hecho hasta ayer. Y no puedo parar de pensar en tus manos frías, blancas y frías, y en cómo te las frotabas, y en lo graciosa que estabas con esa parka azul subida hasta el cuello, parecías tan frágil y tan dura a la vez…

Me he coronado. No pienso en el invierno porque los últimos tiempos no hayan sido increíbles, a cada retirada de un envoltorio se han expandido ante mi, universos que jamás pensé contemplar. Es solo que me acordé de tus manos, de tus abrazos, de tu cara de cansada en invierno, y te imaginé llegando a nuestra casa del trabajo por la tarde, completamente helada. No se, solo pensaba en todo eso y en cuanto me duele que nunca vayas a llegar a nuestra casa. Que nunca vaya a verte frotar más tus manos heladas. Que nunca te las vayas a calentar en mi tripa. Que nunca te vaya a ver con esa parka que tan bien te queda. Es una putada. Me he coronado.

El día en que coronaban al nuevo rey, fue el día en que terminaban muchísimas otras cosas, entre otras y de las menos importantes, la historia de este blog, en esencia, “El blog por y para N” y para nuestras intensidades.

Perdóname por mis cagadas, por mi escatología al corazón.
Cuando empiezas a mearte en el corazón, alcanzas un punto en el que los incendios corren el riesgo de extinguirse, y eso, es lo peor que podría ocurrir. JAMÁS permitiría que te extinguieses.

 Porque te quiero.


Gracias por todo.
 Gracias por el sueño.
Gracias por haberme dejado tirar del hilo de tu sonrisa.
Gracias por tu tiempo.
Gracias por los desvelos.
Gracias por enseñarme a dormitar, que no era más, que soñar despierto contigo.
Gracias por las tardes de cine.
Gracias por tus lecciones sobre lo que es cool.
Gracias por ser todas y cada una de esas letras y palabras que luego ordené.
Te voy a echar siempre de menos, SIEMPRE.

Y permíteme que te lo repita:


“Por tus incendios
Por mis dudas
Por las tuyas
Por mis dedos equilibristas
Recorriendo tu espalda
Hasta llegar al centro.
Por el miedo
Por los secretos susurrados desde tus ojos
Y desde mis dedos.
Por nuestros incendios.

Sigue ardiendo.
Sigue girando.
Sigue ardiendo y girando
Hasta extinguir
Página a página
Cualquier resto de duda
Que estas manos cobardes
Quieran traducir en un frio y doloroso:



Fin.

No hay comentarios:

Publicar un comentario