lunes, 28 de octubre de 2013

¿Quieres que te la chupe?

-Vaya putada lo de Lou Reed, tío -dijo la chica-, aunque bueno, no todo son desgracias hoy, ¿sabes? no pensé que fueras a volver nunca más por aquí.

-Si  te soy sincero, he llegado hasta aquí sin más, no lo tenía planeado, lo siento.

-¿Ahora te disculpas? Vaya, el chico está aprendiendo modales -bromeó y luego saltó hacia el otro lado de la barra-, ¿Lo de siempre, caballero?

-No, hoy solo quiero una cerveza.

-Joder, ¿en serio? -dijo extrañada-, pues si que estás distinto. Pilla mesa, me sirvo esta copa y estoy contigo.

Avancé por el oscuro local buscando esa mesa en la que había pasado tantas horas tiempo atrás, esa mesa en la que había escrito tantas y tantas páginas.

Cuando alcancé la mesa me senté de espaldas a la pared. No se cuanto tardó Jess en aparecer con mi cerveza y su Jack Daniels con hielo, pero a mi me pareció una eternidad. Allí sentado, en aquél oscuro rincón, mientras sonaban los grandes éxitos de Velvet Underground en tributo al difunto Lou Reed, me encontré mirando aquél Neón verde y rojo, aquél neón que iluminaba con tanta fuerza ese rincón del local.

De repente, sin esperarlo me encontré pensando en que aquella escena representaba un símil bastante acertado de mi interior. Ese oscuro local podría haber representado perfectamente mi interior, todo oscuridad, sordidez, chicas desesperadas tomando medidas desesperadas para lograr un poco de atención, para conseguir un poco de desesperado amor en estos tiempos desesperados.
En aquél momento lo veía claro, aquello podría haber sido mi interior, y aquél neón, aquél único punto de luz podría haber sido ella, si en lugar de Heineken y una estrella roja a su lado, el neón hubiera rezado: "Luci" en verde, y un tridente rojo a su lado. De verdad que no se cuanto tiempo estuve abstraído.

-Aquí tienes -dijo Jess-, bueno, cuéntame algo interesante, te veo diferente, bastante diferente.

-Gracias, ya sabía que tengo una pinta horrible, pero nunca me cansó de que me lo repitan.

-No seas idiota. Tienes la pinta de alguien que ha cambiado. Alguien que ha aprendido un par de lecciones, lecciones importantes, te veo relajado, como después de un buen combate, ¿me equivoco? 

-Ya sabes que casi nunca te equivocas en nada, es una putada hablar contigo, ¿por qué crees que dejé de venir por aquí? -bromeé-. No en serio, puede que haya aprendido un par de cosas, y si, en estos últimos tiempos he sentido que arrastraba mi cuerpo magullado, como después de un combate brutal, como si me hubiera estrellado en mi moto contra un trailer, pero solo ha sido una parte inevitable del proceso.

-Joder, pues cualquiera lo diría. Miras diferente, y no bajas la mirada, ni te ha temblado la voz al decirlo, supongo que eso es buena señal.

-Pues no lo se, he dejado de preguntármelo. Hay muchas cosas en mi forma de proceder totalmente contraproducentes, y yo he estado tan ciego y obcecado. Tu lo sabes mejor que nadie, tenía un patrón de conducta totalmente cerrado que aplicaba a todo y que esperaba que funcionase en todas las situaciones, no contemplaba la posibilidad de otros modos de actuar, de otra manera de pensar, de simplemente disfrutar sin etiquetar, medir, pesar, encerrar...qué equivocado estaba Jess.
Me he llevado tanto tiempo buceando en mi dolor que me he convertido en adicto, cuando caía me quedaba tirado, analizaba la herida, el dolor, profundizaba en ella queriendo descifrar la esencia. Solo tenía que levantarme, Jess. Solo tenía que levantarme, sacudirme el polvo y seguir caminando, o sentarme un rato, lo que me apeteciera, solo tenía que buscar disfrutar de lo que la vida me ofrecía, buscar sentirme bien, rodearme de esas cosas que me hacen sentir bien y sentirnos bien en armonía.

-¿Sabes? Cuando venías por aquí a escribir, cuando llegabas con tu bloc y tu bolígrafo y te venías a esta oscura mesa y te ponías a escribir, te observaba. Eras como la luz para las moscas, nunca te ibas solo, siempre te largabas de aquí acompañado, yo misma caí más de una vez, y de diez. Pero aún así, siempre me llamó la atención el hecho de no haberte oído reír nunca, como mucho sonreías, utilizabas esa media sonrisa maliciosa que aún hoy tengo que reconocerte que me sigue encantando. Te he echado de menos, aunque nunca consiguiera hacerte reír.

-Bueno, a veces río, pero ya sabes como soy -contesté-, no puedo fingir, no me sale, lo más que puedo forzar es esa escalofriante media sonrisa, pero no puedo fingir. Pero no te preocupes, de verdad, si que río, a veces río, joder, esta mañana mismo me tragué una jodida mosca por reirme a carcajadas. De verdad que estoy bien, Jess. Y siento mucho haberme largado sin despedirme y no haber pasado por aquí en todo este tiempo, a tu modo me cuidaste durante un tiempo.

-Desaparecías a veces, pero siempre volvías, más flaco y con más barba, y más me ponías. A veces hablábamos, cerraba y nos quedábamos bebiendo, y me escuchabas, no hablabas mucho, todo lo que tenías que expulsar, lo escribías, pero yo necesitaba que me escucharan, necesitaba desahogarme y tu estuviste ahí. No te disculpes, pedazo de flaco, no te guardo ningún rencor, además, te veo bien, me alegro de verte así, tan cambiado, más hombre, con la mirada más clara, con otro aura. ¿Sigues escribiendo?

-Bueno, eso está algo complicado. Digamos que no estoy en mi momento más creativo, durante la cruda batalla de la que salí hace poco se perdieron algunas cosas. No se si podré volver a escribir.

-No digas gilipolleces. Seguro que solo es un bloqueo temporal, además, a todos los escritores os ocurre, y todos tenéis vuestros truquitos para inspiraros, de hecho, yo recuerdo un de los tuyos. ¿Qué me dices? esto está tranquilo hoy, ¿pasamos a dentro?

-Ja Ja Ja -reí-. Lo siento, no he venido a eso, pero gracias...supongo. 

-¿Estás de coña? Maldito niñato, ya no soy suficientemente buena para ti -me riñó con ternura-, bueno, pues una mamadita, hoy estoy generosa, verás como está noche escribirás algo que hará que todos quemen a Tom Wolfe y su hoguera de las vanidades. ¿Vamos?

-En serio, no me apetece. Estoy a gusto aquí, hablando contigo. Está bien así. No te preocupes por lo de escribir, a mi no me preocupa ya. He descubierto que no tiene sentido forzar demasiado las cosas, la presión puede resultar contraproducente, voy a quedarme tranquilo, voy a disfrutar de todo lo que está a mi alcance, voy a guiarme por lo que este me pide -dije tocándome el pecho-, la palabra siempre estuvo en mi, cuando quiera, que vuelva. Estoy disfrutando mucho de esta conversación contigo, de esta cerveza, de su recuerdo, no voy a nadar en la sangre de mis heridas, Jess, hay muchas cosas buenas en todas partes.

-Tu mismo. Y es totalmente cierto eso que dices, pero tampoco seas una puta hoja impulsada por el viento, tienes que alcanzar el equilibrio, tío. No se trata de pensar en todo, de estar todo el tiempo controlando, pero tampoco seas un pelele, tienes que buscar el equilibrio, la felicidad, se tu mismo, flacucho, yo te quiero un montón.

-No lo sabía. Nunca he pensado que nunca nadie me haya querido en serio, dejé de venir y te borré a ti y a este sitio, jamás pensé que el hecho de largarme provocaba algo en lo que dejaba atrás, siempre me he creído solo. Nunca me has llamado.

-Nunca me diste tu teléfono. Nunca me dijiste dónde vivías. Nunca me dijiste cuál era tu segundo nonmbre, te has alejado tú mismo de todo, a pesar de que te follábamos, de que te cabalgábamos, siempre hemos estado a Kilómetros de tu verdadero yo, siempre has sabido mantenerte tan lejos de todo, tan a salvo y a la vez tan solo.

-Bueno, supongo que eso es cierto, pero me hacías sentir bien, a veces, duraba poco, pero en esos momentos me sentía bien, no sabía que podía prolongar esa sensación.

-Ya. Bueno, no vas a hablarme de ese épico naufragio en el que has aprendido todas esas lecciones de vida, cuéntame, ¿Quién ha hecho de mi niño este atractivo escritor flacucho? ¿Tiene nombre?

-Bueno, si quieres que te hable de eso tienes que ponerme una de copa, aunque te lo resumiré, es tarde y mañana tengo clases, ahora estudio.

-¿Resumirlo? ¿Clases? ¿Estás estudiando otra cosa? Lárgate de mi bar, Dandee de los cojones, vuelve al "Valle".

-Siempre has sabido lo que soy, no seas estúpida, mira, hacemos una cosa -le dije, arranqué una servilleta del servilletero y con mi bolígrafo le anoté la siguiente dirección: caminosinciertos.blogspot.com-, entra aquí. Es mi blog, ahí encontrarás la historia, ahí encontrarás si sabes leer entre líneas las respuestas a todo lo que puedas preguntarte sobre este asunto. Mira las entradas de los últimos tres o cuatro meses.

-Un blog -dijo fingiendo coger con asco la servilleta-, le echaré un ojo, capullo.  ¿Vas a volver por aquí?

-¿Morirá mañana Dylan, morirá Vedder, o quizás Lemmy? Quién sabe, Jess. Quién sabe.

Nos despedimos con un abrazo. Le brillaban los ojos, no se si lloraba, creo que simplemente estaba orgullosa. Yo caminé de regreso a casa, me sentía bien, tiempo atrás hubiera sido impensable, pero me sentía bien, hay cosas preciosas ahí fuera. Hay personas increíble ahí fuera y a veces te cruzas con algunas, y a veces, solo a veces y si tienes muchísima suerte, a veces incluso te habla, te mira y te sonríe. 
Está bien seguir caminando. Está bien seguir respirando.

Quizás, después de todo eso sea lo más importante, seguir respirando.



Buenas noches.

jueves, 24 de octubre de 2013

1995

"Las cosas en la realidad nunca son ni la mitad de bonitas que en el papel" se torturaba pensando aquél joven sentado frente a un bloque de pisos de la zona más antigua de la ciudad.
No era un tipo especialmente pesimista o apático, sería totalmente contradictorio que un joven estudiante de magisterio, con aspiraciones deportivas, amante de los animales y pareja formal de una chica joven y risueña, se dedicara a pasear por la ciudad sumido en pensamientos de este tipo, pero esta ocasión era especial.

Había vuelto a la ciudad para resolver unos asuntos pendientes con unas propiedades familiares, era en esa pequeña ciudad donde se había criado, y concretamente en ese edificio, donde había pasado una gran parte de su infancia.
Nada más salir de la estación de trenes, había recorrido el mismo camino que una vez fuera su ruta diaria desde la escuela hasta ese edificio de únicamente dos portales. Las cosas eran diferentes en aquellos tiempos, para empezar, ahora habían edificado por todas partes y ya no se podría ver el río desde el balcón en el que tantas horas pasó una vez, imaginando, pensando en cómo podría ser todo si no fuera como era.
Antes, ese edificio no formaba parte de un barrio, estaba en las afueras, en lo más al borde de las afueras que se pueda estar, y eso hacía que se creara una especie de micro clima allí, las cosas eran muy diferentes y ahora no puede evitar pensar en aquél verano de 1995.

De repente es como si volviera estar allí de nuevo, asustado, silencioso, expectante, deseando ser invisible para no meterse en problemas, sabía de buena tinta que los problemas estaban enamorados de él y ya se encargarían de buscarlos, así que ¿por qué no ponérselo un poco difícil?
El verano de 1995 fue especialmente caluroso, pero a pesar de ello, parece que los chavales que vivían a las afueras de la ciudad en 1995 estaban hechos de otra pasta, podían pasarse los días enteros en la calle, flacos, sucios, incombustibles.

Los chicos de aquél verano de 1995 no habían visto su primer coño gracias a google ni a ningún servidor que se dedique al porno, los chicos de aquél verano traficaban con "los mayores", intercambiaban secretos, monedas de cien pesetas o chucherías por magulladas revistas "Penthouse", "Playboy" o simplemente algún catálogo subidito de tono de alguna marca de lencería que uno de estos aventajados estudiantes sustraía en casa a su madre.
Los chicos de aquél verano se quedaban hasta bien entrada la noche en aquella parcela, se hablaban a la cara, sin interrumpir la conversación para mirar sus teléfonos móviles, sencillamente no había. Esos chicos se pasaban el día experimentando, derrochando energía, investigando, para cuando llegara la noche, acabar sentados en algún portal contando historias de terror, que esa misma noche les impediría conciliar el sueño. Especulando sobre el tacto de las tetas de la vecina del segundo, sobre el sabor y olor del coño de las famosas de aquella época o simplemente soñando despiertos sobre qué grandes cosas les deparaba la vida.

La vida le había tratado bien, no tenía ninguna queja, solo se había sentado allí a revivir esos momentos porque en parte, es allí donde aprendió cosas muy importantes, ese verano fue realmente revelador, si se concentraba podía volver a ese día, ese día en que a pesar de ser un chico callado y educado, aprendió que había hostias para todos y que las cosas llegaban antes o después, solo tenías que decidir si merecía la pena esperar y cuánto tiempo estabas dispuesto a esperar, cuánto estabas dispuesto a soportar,cuál era tu aguante.

Esa misma mañana (En aquél entonces las mañanas eran eternas, hacían cien mil cosas), después de un breve desayuno que engullía de manera automática y acelerada, en parte porque estaba absorbido por el capítulo que emitían en megatrix de la serie "Iron Man", y en parte porque las estridentes voces de Juan y Toni, no paraban de gritar su nombre desde la calle (El edificio no tenía portero automático), el chico bajó y comenzó la rutinaria expedición en busca de algo emocionante que hacer.
La cuestión es que ese día le dio por ser él el intrépido del día, quería correr riesgos, en su serie de dibujos animados preferida, el protagonista caía una y mil veces antes de alcanzar la gloria, esto no parecía disgustarle, se estrellaba, se deshacía, pero todo merecía la pena porque finalmente se alzaba.
Lo había decidido, hoy iba a ser el intrépido. Así lo hizo, durante toda la mañana arriesgó más que nadie y salió ileso de cada una de las gestas para asombro de sus compañeros de travesuras que no hacían más que admirar perplejos los cambios que este había experimentado.

Lo recuerda perfectamente mientras mira la nueva puerta de cristal que ocupa el lugar en el que una vez había una vieja puerta de acero pesado que no tenía ni cerradura, solo un pomo de metal.
Estaban apurando la mañana antes de subir a almorzar y se sentía enorme, así que preso de la excitación, mientras los otros dos chicos hablaban sentados en el umbral, él decidió abrir la puerta y enganchado en los barrotes de hierro que hacían las sinuosas formas del férreo adorno que la decoraba, balancearse abriéndola y cerrándola una y otra vez mientras conversaba con los otros dos.
De repente Toni y Juan no contestaron, se hizo un silencio incómodo y acto seguido, como un rayo, cayó la enorme mano de Miguel, un vecino algo extraño, sobre la cara del chico, una hostia en toda regla que lo hizo caer al suelo estupefacto.

-Bájate de ahí -dijo bruscamente-, la puerta no es para jugar, ¡coño! Después tenemos que pagarla los vecinos cuando se avería. Voy a hablar con tus abuelos, puto niñato...

Ahora sonríe al recordarlo, y sobre todo sonríe al pensar que el tipo en cuestión está muerto, pero en aquél momento le hundió. Mientras estaba en el suelo, un incontrolable torrente de lágrimas acudía a sus ojos y agachó la cabeza humillado, estaba siendo el héroe del día y aquél hijo de puta acababa de estropeárselo.
Todos quedaron mudos hasta que se marchó y luego, no hablaron de lo que había ocurrido, era demasiado humillante, fue un detalle que no se tocara más el tema.
Miguel no era un mal tipo, al ser una comunidad tan pequeña, todo el mundo conocía a todo el mundo y todos se creían con derecho a decir lo que fuera e incluso a soltar alguna hostia furtiva a los hijos de los demás vecinos, era un lugar muy particular, comunidad pequeña en las afueras de la ciudad, era una pequeña colmena.
Miguel una vez fue simpático, tenía caballos y a veces le había dejado acompañarle a alimentarlos, sobre todo al principio de llegar a casa de sus abuelos para pasar una larga temporada, pero con el tiempo había ido cambiando.
De hecho, en aquellos tiempos daba un poco de miedo, nunca sonreía, pero cuando lo hacía daba más miedo aún. Se escuchaban cosas entre los vecinos, estaba obsesionándose con el dinero, una noche lo habían encontrado sumergiéndose en el río, etc.
Para los chicos eran historias y nada más, necesitaban entretenerse y especular sobre si Miguel se estaba volviendo loco resultaba extremadamente interesante, abría todo un mundo de posibilidades, en las historias de la tele solía dar lugar a hechos excitantes, románticos, divertidos, etc.

Fue en el final del verano de 1995,  estaban en casa de Juan y de repente sonó aquél golpe brutal, y por allí solían pasar camiones constantemente, camiones cargados que se dirigían desde el puerto hasta la zona industrial, camiones que hacían vibrar el edificio al atravesar baches.
Nadie prestó atención al sonido a pesar de que la lámpara de la habitación se agitaba violentamente.
Nadie hasta que comenzaron a escucharse los gritos desde la ventana y más tarde desde la sirena.
"Miguel, Miguel se ha caído! ¡Ayuda, Miguel se ha caído!" Gritaba el vecino del segundo, y corrimos a asomarnos y efectivamente se había caído, estaba tendido en la acera con la mitad del cuerpo a un nivel y la otra mitad a otro, en medio un escalón, pero no se había tropezado y caído allí en el suelo como todos pensaban en un principio, había saltado desde su ventana, desde el tercer piso.
Ese jodido Miguel había colocado el sofá bajo la ventana de la sala de estar y había saltado torpemente al vacío, había golpeado su anciano cuerpo contra todas las protuberancias de la fachada del edificio y finalmente había caído entre el aparcamiento y la acera, a dos niveles con un escalón en medio de su cuerpo.

En las series y comics que nos gustaban los protagonistas se daban de hostias una y mil veces, caían, la trama nos hacía creer que estaban acabados para luego devolvernoslos aún más fuertes. Miguel no se levantó, aquél tipo que unas semanas antes le había propinado un zarpazo y le había jodido su día de ser el chico intrépido de la pandilla, ahora yacía en el suelo sobre un charco de sangre. Había esparcido todas sus piezas dentales a lo largo y ancho de la parcela y lo único que movía era una mano, un movimiento parásito por las lesiones que cesó en cuanto su corazón se detuvo.
Recuerda haber pensado al fijarse en esa mano aún moviéndose "Si le quedara una cosa más por hacer en esta vida, seguro que sería arrearme otra hostia con esa maldita mano".
Se lo llevaron en la ambulancia, magullado, deforme, ensangrentado y apagado, un cuerpo muerto. Todos los vecinos estaban aterrorizados, narraban una y otra vez el suceso intentando encontrar una explicación, como si así pudieran volver hacia atrás y evitar que ese kamikaze saltara por la ventana.

Esas fueron las importantes lecciones de aquél verano, recuerda ahora mientras permanece sentado frente a ese viejo edificio: aprovecha el día, respira haciendo lo que realmente quieras ser, porque siempre, y SIEMPRE es SIEMPRE, en cualquier momento, cuando menos te lo esperes, una enorme mano vendrá para arrearte una buena hostia y colocarte de nuevo en tu sitio. Ya había corroborado esa ley en alguna ocasión durante su vida adulta. Es importante aprovechar el día, cada nuevo día, cada nueva oportunidad, saborearlo bien, en serio -se repite- esa jodida mano está en camino, podría oírla a kilómetros de aquí.
La segunda ley estaba relacionada, cuando llegue la hostia, nadie puede asegurarte que te vayas a poder levantar, y si te levantas debes tener clara una cosa: Ya no eres el mismo tipo que se balanceaba con aire triunfal en la puerta, siempre hay algo que se rompe por dentro, como las piezas dentales de Miguel esparcidas por el suelo de los aparcamientos, aunque tratara de volver a buscarlas una por una y se las intentara recolocar, ya no sería lo mismo.
Si deseas algo, pon todo de tu parte y ve a por ello con todas tus fuerzas sabiendo los riesgos que corres, la realidad era mucho más sangrienta, magullada y desagradable que la ficción, a veces no había resurrecciones épicas, simplemente había una sábana encima de un marchito cuerpo gris y desdentado.

"Las cosas en la realidad nunca son ni la mitad de bonitas que en el papel...pero a veces, las cosas en la realidad superaban a todo aquello que la mente humana podía crear, a veces venían las cosas solas y derrumbaban los límites que la raquítica imaginación plantaba, a veces no era necesario saltar desde la ventana".

Ahora, mientras intenta ver de nuevo aquellos rostros, oír sus voces, se lo recuerda de nuevo a sí mismo, es inevitable ese golpe que te manda de nuevo al fondo del pozo, pero si abres bien los ojos, si te agarras si no te rindes, si eres capaz de seguir respirando y esperar, a veces si que te levantas, y una vez en pie, prepárate, porque podría ocurrir cualquier cosa, cosas mucho más dolorosas que en el papel, o cosas que de verdad te harán sentir que merecía la pena salir al balcón solo para contemplar al sol ocultándose al otro lado del río.



Entonces sucedió lo inesperado... y sonreí. 
Tu también mirabas...y te vi.





Buenas noches.



martes, 22 de octubre de 2013

El mundo en Pausa

Esta ventana es un lugar tan bueno como cualquier otro para ver cómo la lluvia limpia la ciudad. Un incesante manto de agua golpea las aceras, y desde aquí, desde la comodidad que me brinda esto que alguna vez llamé hogar, observo las gotas estrellarse contra mi ventana.
A veces, en días como hoy se impone una ley no escrita, una ley que no hace falta proclamar, una ley de la que nadie avisa, simplemente todo el mundo la acata: la ley del silencio.
Y es que en días como estos, en estos días grises y reflexivos, una espesa capa de silencio parece cubrir la ciudad, parece cubrirnos a todos, ¿de verdad no podéis notarlo?, es una capa espesa, es eso que hace que emitir un sonido para reproducir una palabra te cueste el doble del esfuerzo natural que conlleva tal acto en un día cualquiera.

Me gustan los días así, creo que son necesarios de vez en cuando, tan necesarios como el oxígeno, tan necesarios como esa cerveza de madrugada, tan necesarios como una respiración más en la habitación cada noche, son tan necesarios como las caídas antes de aprender a caminar.
Me gustan los días así. Me gusta hacerme daño en los días así, me gusta quedarme aquí; simplemente sentado en el escritorio, tras la ventana, sin encender una sola luz, abrazado por la oscuridad y solamente alumbrado por la débil llama de una vela azul ahora totalmente carente de sentido.
Me gusta el sabor de los recuerdos en estos días, y no es necesario escribir nada, solo se trata de estar aquí y escuchar el viento, escuchar las gotas contra las cuerdas del tendedero, contra las tejas, contra la ventana, son mil millones de historias, son amantes que se lanzan al vacío cogidos de la mano y vienen a estrellarse contra el suelo y contra mi ventana, son ángeles cansados de la castidad y la obediencia, son niños perdidos, son matrimonios destruidos, son ancianos abandonados, son todos aquellos que una vez creyeron que merecía la pena dar el triple salto mortal, y ahora, los veo destriparse contra las aceras, contra las cuerdas del tendedero y contra la ventana.

Yo observo atentamente, quiero ver qué es lo que llevaban dentro, porque estoy seguro que sea lo que sea, a mi me falta. Debe ser un defecto de fábrica, siempre acabo saltando solo, pero hoy no es el día de mi salto, hoy toca verlos saltar, me gusta el sonido que emiten, son susurros, no es el sonido que hace una gota al estrellarse contra un obstáculo, en su lugar, lo que realmente se oyen son una multitud de "Te quieros", de "Espérame", de "Estoy aquí" y de "Para siempre".
Los días así llegan y se van sin que casi ni se aprecien, pero yo quiero exprimirlos al máximo, porque hoy en día ya nadie muere por amor, hoy en día resulta extremadamente incómodo hablar de amor, y a mi me gusta ver el desamor, el amor, la pasión y el abandono de esas pequeñas gotas suicidas, son la máxima expresión de la integridad, la fidelidad y el valor y el coraje.

Incluso en el hogar más ruidoso, en un día como hoy, los sonidos se han atenuado, y aquí, en el lugar donde me encuentro, casi no se oye ningún ruido aparte de las declaraciones de amor de nuestras suicidas gotas y de vez en cuando, algún suspiro de la pequeña bola de pelos que duerme junto ami en estos momentos, pegado a mi costado, por si se acabara el mundo, por si de repente los relojes se pararan, nada pudiera separarnos.
Él es otro suicida al que le encantan estos días, le encanta que le ponga el chubasquero y mearse dentro para calentar su tripa, y a mi me encanta verlo pasear entre los charcos, pero ahora estamos a salvo, estamos en esta habitación, estamos sentados frente a esta ventana y simplemente nos limitamos a disfrutar del maravilloso espectáculo que aún no nos ha sido prohibido, todo se andará, mientras tanto...
Contaremos un rato más los cadaveres atrapados que cuelgan enganchados en la red de la tela metálica, ahí puedo verlos a todos, puedo ver sus expresiones de satisfacción tras el impacto mortal, parecen decir: "mereció la pena".

Vamos a seguir un rato más en esta sesión de catarsis, ¿Verdad, mi peludo amigo? En esta habitación oscura, sintiendo como el mundo gira sin nosotros, arropados por esos libros, por esas guitarras que hoy no quieren sonar, pero que aún así está bien que nos acompañen, no es necesario que sonéis si no os apetece, chicas, solo permaneced ahí, a veces con eso basta. Nos quedaremos aquí, peludo amigo, y quizás más tarde salgamos a la lluvia, o a cambiar de escenario, quizás a tomar un café en algún lugar de amplia cristalera, para seguir disfrutando del Show. Ya no tengo Rock and Roll, ya no tengo el don, pero aún tengo hambre, curiosidad, valor y este nervio, este maldito nervio que nunca me deja rendirme y abandonarme a mi suerte.



Feliz día de tormentas.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Una incómoda verdad

Hay momentos puntuales, momentos que llegan sin avisar, sin que ocurra nada en especial para provocarlo, en los que de repente aparece el "y si...", y ese "y si..." podría ser parte de una incómoda verdad que se manifiesta esporádicamente. O quizás podría ser solo una manifestación puntual de lo que solemos llamar "una bajona".

De cualquier modo, es un momento característico, es ese momento de la noche en el que ya esas dos cervezas no te sientan bien,  tienes que coger a tu perro y salir a tomar el aire de la calle.
Y sales a la calle, y caminas por la solitaria ciudad, caminas entre los edificios y ves todas esas luces encendidas y piensas: "En ninguna me esperan, de hecho lo más probable es que en ninguna de todas esas habitaciones encendidas nadie esté pensando en mi". Y eso si es una verdad incómoda, es una verdad demoledora que apunta hacia el: Quizás todo este tiempo he estado mirando en la dirección equivocada, a lo mejor de verdad me estoy equivocando y todo aquello que critico es lo que de verdad necesito.

Esas malditas luces, tantas historias en cada una de ellas, y tu no formas parte de ninguna, ni en esas luces ni en ninguna otra habitación de cualquier otro lugar del mundo.
Quizás he estado haciéndolo mal todo el tiempo, se que podría entrar en muchas de esas casas con luces encendidas, se que sería bien recibido, bien follado, bebido, alimentado y hasta fumado, pero aún así no estaban pensando en mi, solo sería un huésped, sería algo muy frío, algo que en "la hora de la pena", no sirve para nada.

Quizás debería cambiar algo, o quizás debería cambiarlo todo, ¿Y si lo estoy haciendo todo mal? Cuestionas todas las cosas, lo que haces, aquello por lo que te felicitan: "Eh chaval, sigue con eso, prometes" Te premian, te pagan, te ofrecen un reconocimiento por aquello que haces y que creías que te gustaba, yo creía que me hacía sentir bien pero, cuando todavía asaltan estos momentos, quizás no sea lo que tengo que hacer, ¿Qué me aporta realmente teclear cosas absurdas, venganzas, perversiones, inquietudes, inseguridades, deseos, amor, desencuentros y otras gilipolleces? ¿Por qué no me hace sentir bien en esos momentos?

Aún habiendo apagado todo a la fuerza, siempre aparecen esos momentos muy de vez en cuando, y hoy es un día normal y corriente, ni mejor ni peor que otros, de hecho las cosas no están demasiado mal, me siento fuerte, preparado para lo que sea, cuerdo y equilibrado en cierta medida.
Pero estos momentos aparecen cada cierto tiempo, y te hacen hacer el gilipollas y pagas sus consecuencias luego, cuando las cosas se enderezan, tu pagas las consecuencias de las acciones que cometes en los momentos de bajona.

Es muy complicado, es solo Rock and Roll, y se que me gusta, y se que me gusta escribir, y a veces hasta consigo separarme de mi asqueroso interior y escribir algo bueno, algo bonito, consigo contar que la quiero, sin mancharlo de toda esa mierda que quiere joderme la vida, a veces lo consigo, creo que alguna vez lo habré conseguido, eso espero.
Podría entrar en muchas de esas casas, pero en momentos así echo de menos ser una de esas familias o simplemente parte de una pareja, en momentos así, lo que de verdad deseo es que aparte de esa follada, que específicamente preferiría que fuera con esa persona que de verdad entiende lo que te está pasando y te folla mirándote a los ojos, devorando tus labios, apagándote, luego después de el polvo, en lugar de vestirme y largarme, en lugar de bebernos tres cervezas hablando de la decadencia del cine y sus remakes de clásicos de los 80, en lugar de hablar de que ya no quedan poetas que puedan ser hombres y poetas a la vez como lo era T.S. Elliot, en lugar de hablar cuestiones metafísicas (cosas de las que me encantaría hablar mientras bebemos en cualquier otro momento), en los momentos de bajona y tras ese polvo en esa habitación encendida con esa persona especial, cuando me quede agotado mirando a la pared, pase su brazo por mi cuello, me gire hasta mirarme de frente, arrastre mi cabeza hasta su costado, me tape con la sábana la cabeza, y cuando no vea más que oscuridad, lo único que oiga sea su voz diciendo: "Tranquilo, todo ira bien, sabes que estoy aquí. Esto se pasa, todo ira bien".

Es la cura perfecta.

"Tranquilo, todo saldrá bien, sabes que estoy contigo. Todo irá bien".

Y mañana será mañana, un nuevo día, y no volveremos a hablar de esa incómoda verdad, no volveremos a hablar de "la hora de la pena".

lunes, 14 de octubre de 2013

La Santísima Trinidad

"Ella se ha marchado. Al final, pasó lo que tenía que pasar, era algo inevitable y debí haberme preparado para ese momento, pero ¿Sabes algo, hijo?, por mucho que uno quiera, no se puede vivir sin una razón para ello y nunca se puede uno preparar para perder a su razón para vivir, a lo que da sentido a su vida. Ella lo era todo para mi, hijo, ella era mi otra mitad, mi alma gemela, ella era el motivo por el que yo seguía esforzándome en respirar, en levantarme de la cama cada día, verla sonreír, hijo, verla sonreír era lo que yo llamo contemplar un milagro, porque si alguna vez tuve fe en alguna religión, fue en la de sus ojos".

Así fue como aquél tipo casi tan extraño como yo me respondió a la inocente pregunta que le lancé cuando tenía nueve años: ¿Oiga, por qué parece que llora cuando canta y toca su guitarra?
Era el verano de 1995, acabábamos de hacernos los propietarios de una vieja taberna que se traspasaba en un pequeño pueblo de la Costa al que cada año visitábamos en nuestras vacaciones de verano.
Desde que tengo uso de razón, recuerdo que la semana siguiente a la que nos daban las vacaciones de verano en el colegio, mis padres, los abuelos, la extraña solterona tía Marta, mi hermana y yo, salíamos a la carretera desde el Sur del país, para recorrer la Costa, haciendo paradas en los mismos sitios cada año para contemplar los mismos rancios lugares para paletos.

El pueblo en el que nos hicimos propietarios de aquella taberna, era nuestra última parada en el ascendente recorrido, luego, después de pasar allí unos días en los que siempre seguíamos un inflexible itinerario que satisfacía los deseos de los abuelos y la tía Marta, comíamos día tras día en aquella vieja y lúgubre taberna, "La Gula".
Fue en el 95 cuando durante el Invierno, la tía Marta murió a causa de una trombosis, y meses después, le siguió el abuelo de un coma diabético, fue un Invierno realmente duro y extraño, un Invierno lleno de ausencia.
Cuando llegaron las vacaciones de Verano una vez más, solían intuirse por casa secretas conversaciones basadas en susurros inquietos que trataban el incómodo asunto de "¿Iremos de vacaciones este año? ¿Y la abuela? Igual deberíamos quedarnos".

Finalmente, se decidieron por realizar el viaje ritual que cada verano llevaban a cabo, y no solo eso, en lugar de una dolorosa exposición al recuerdo de aquellos pasajeros caídos, resultó un verdadero bálsamo.
Una vez llegados a ese pequeño pueblo de la costa, una vez degustada la gastronomía popular que tantos buenos momentos había brindado a esa familia de domingueros, y después de echar fuera el dolor a base de unas cuantas lágrimas nostálgicas, cuando llegó la hora de almorzar y decidieron pasar por "La Gula", se enteraron de que pronto cerraría sus puertas, se traspasaba.
Al principio todo se limitó a quejas y expresiones que informaban de cuánto iban a echar de menos comer allí una semana al verano, pero al final, después de un buen rato hablando con los propietarios, una familia local y contándoles anécdotas ocurridas en esos viajes hasta lo que parecía ser su meca, mi familia terminó decidiéndose por hacerse cargo del negocio. Pensaron que sería bueno cambiar de aires, estaría bien trabajar allí, mamá tenía buena mano para la cocina, Papá no tenía un trabajo fijo en nuestra ciudad, y a nosotros nos encantaba la costa.

A pesar de lo radical de la decisión, nos adaptamos relativamente bien, después de un mes mas o menos, cuando zanjaron los asuntos que tenían pendientes en nuestra ciudad, nos hicimos oficialmente los propietarios de "La Gula", decidieron no cambiarle el nombre al local porque tenía cierta fama entre los habitantes del pueblo.
Fue ese mismo verano, cuando conocí al extraño tipo que me marcó de por vida.
Nuestro local estaba cerca del paseo marítimo, por lo que era habitual que de vez en cuando vinieran a emborracharse "artistas locales", vagabundos y trotamundos de los que exhibían allí sus variadas artes para ganarse la vida, o la borrachera de esa noche.
Este tipo era distinto, no se puso en el paseo marítimo, se colocó en nuestra terraza, pidió una buena botella de vino y sacó aquella vieja guitarra de su estuche y comenzó a tocar y cantar.
No puso el estuche abierto para que le echarán una limosna, parecía más bien que lo hacía por mera necesidad, destilaba dolor.
En un primer momento, nuestra familia pensó en largarle de allí, pero la gente estaba expectante, no podían dejar de oír las historias que cantaba, los lamentos que convertía en canción, era un tipo realmente extraño que ponía los pelos de punta con lo que contaba, contaba la verdad, y su verdad era puro dolor.

Cuando se hubo bebido un tercio de la botella, guardó la guitarra y toda la gente quiso acercarse a felicitarle, a preguntarle su nombre, si tenía próximamente actuaciones y demás, pero el negaba limosnas, negaba conversar, le molestaban esas atenciones, por lo que pudo resultar un chalado antipático.
Debo reconocer que esa actuación me hipnotizó. Las cosas de las que hablaba, la manera en que sonaba aquella vieja guitarra, esa voz que parecía quebrarse y romper a llorar al pronunciar ciertas frases.
Aún a riesgo de ser rechazado como el resto de los espectadores que quisieron acercarse y entablar conversación con él, decidí acercarme a la mesa y sentarme en una silla junto a él.

-Hola -le dije-, toca usted muy bien la guitarra.

-Hola, chaval. No creas, no es para tanto, creo que simplemente la aporreo.

-¿Cree usted que yo podría a llegar a tocar la guitarra algún día? ¿Podría llegar a ser un gran músico y contar historias como las suyas?

-Seguramente podrías, hijo -contestó-, pero no te lo recomiendo, para contar historias y ser un buen músico, para hacer historias que de verdad muevan algo por dentro de la gente, es necesario ser o un gran mentiroso, o un hombre roto, o un hombre fuerte. Y déjame que te diga, hijo mío, que todo te irá mucho mejor si te limitas a seguir el ejemplo de lo que ves a diario en el género bobo.

-¿Qué es el género bobo?-pregunté-,¿es una especie?

-Podríamos decir que es un subgénero, un tipo de personas con unas determinadas características en común, son la gran mayoría de personas que ves a diario, todos esos tipos sonrientes y felices, con sus mujeres y niños y sus trabajos, los tipos que no conocen no conocen el amor verdadero, ¿Sabes por qué? -preguntó-, porque nunca lo han perdido. Nunca han sufrido una decepción, ni un desengaño, no han sufrido porque nunca han sentido con la intensidad del amor verdadero, nunca han sentido ese torrente que arrasa el interior de un hombre cuando encuentra a su flor de loto, son unos afortunados, hijo, sigue su ejemplo.

-Sus historias son muy tristes,pero muy interesantes,¿son ciertas?,¿Ya no tiene novia?

-Por desgracia son ciertas, hijo -contestó-, ella se marchó, se marchó un día, se marchó demasiado pronto. Pero fue justo como tenía que ser, ni más ni menos, llegó, encendió algún tipo de maquinaria aquí dentro -dijo tocándose el pecho-, y luego se largó. Ella merecía mucho más que lo que yo pudiera ofrecerle, nunca pudo terminar de creerme, hice las cosas tan mal, que nunca llegó a sentir ni a recibir el amor tan profundo que me hacía sentir. Se marchó,hijo, se marchó y con toda la razón del mundo.

-¿Y por eso toca usted la guitarra en la calle y bebe vino hasta quedarse dormido?

-Por eso, y porque es una manera tan buena como cualquier otra de esperar a la muerte.

-¿Quiere morir? -pregunté-, mi tía Marta y mi abuela murieron este invierno. Todos lloraban en casa.

-¿Sabes, pequeño? No siempre lo que ocurre en la vida depende de lo que uno quiere, a veces las cosas pasan sin más. Dios, cómo la quería. Cómo la quiero aún ahora. Si pudieras entenderme, pequeño...llevo años intentando apagar esto, intentando desear morir, desear olvidarla, desear expulsar esta vana esperanza de que vuelva de mi cabeza, porque lo único que me hace es daño esta esperanza absurda.

-Vaya...debía ser muy guapa.

-¿Guapa? Ere preciosa, pequeño. Ella era un amanecer, su sonrisa podía destrozar corazones y hacer llorar al mismísimo dios, el sonido de su risa era como el leve murmullo del océano, era una Diosa. Que si era guapa? Joder, chaval. Solo podía asemejar lo que me hacía sentir a algo que me ocurrió cuando tenía más o menos tu edad. Era  la noche de Nochebuena y los años anteriores durante esas fechas, el alcohólico de mi padre siempre había llegado a las tantas del bar y había estropeado la cena, siempre insultaba a mi madre, pegaba a mis hermanos, y en definitiva, no era un buen padre.
Esa noche de noche buena, nos fuimos a la cama después de la cena porque mi padre no había aparecido, y mamá se quedó esperando a que él llegara, para ver qué había ocurrido.
Mis hermanos y yo nos fuimos a la cama y nos quedamos dormidos. De repente, al final de la madrugada, justo cuando empieza a romper el día, oímos un crujido en las escaleras y nos despertamos, no nos dijimos nada, y nos levantamos cautelosos y bajamos para ver que era lo que ocurría; cuando bajamos encontramos un enorme árbol de Navidad en medio del salón y un montón de juguetes debajo, mi padre y mi madre se abrazaban mirándonos y lloraban de alegría.
En ese momento podría haberme meado encima, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo entumeciendome entero, por un momento pensé que me desmayaba, y no pude controlar las lágrimas.
Mi padre se reformó, pero murió ese mismo año en un accidente de trabajo.
Pero lo que quería decirte es que ella no era solo guapa, era única, era especial, era mi pequeña chica especial, mi pequeña porción de ganas de vivir, ¿Qué era ella? Ella era ese chasquido en las escaleras en la mañana de Navidad.



Ella siempre ha sido ese crujido en las escaleras en aquella mañana de Navidad.

Siempre lo has sido y siempre lo serás.

No importa para quién.



Buenas noches.


sábado, 12 de octubre de 2013

Desde el subsuelo de un vertedero o (de cómo reparar un alma rota)

El diablo de encontraba realmente agotado al final de la noche. Se encontraba jodidamente agotado y desencantado, porque su trabajo era realmente agotador. Joder, si que estaba cansado, y eso que hacía un tiempo ya que había renunciado a usar el tridente, no si no era para atravesar con él algo que realmente le llamara, algo que de verdad sintiese que merecía la pena el esfuerzo, a ella, porque estaba tan cansado.
El diablo estaba cansado del Rock and Roll, era verdaderamente un suplicio, un extraño y vacío ritual, algo que no conseguía sentir ya. Se empeñaba, intentaba concentrarse "En serio, esto siempre te ha llamado, ¿podríamos concentrarnos un momentito? Estás muy espesito últimamente".

Qué cansado estaba de lo impredecible de su rutina, qué cansado estaba de ser una paradoja viviente.
El diablo estaba exausto. Esa noche, el diablo llegaba a casa después de un duro día de Rock and Roll, pero había algo diferente, algo pesaba más de la cuenta, o quizás menos, ¡si!, ¡eso es!, era una especie de vacío, un vacío enorme, se acercaba Halloween y se sentía como una de esas calabazas que vacían, ¡Sentía! ¿Pero qué diablos...?
Qué cansado estaba el diablo. Se acerca Halloween y es una fecha que siempre le ha gustado, y ahora en lugar de encontrarse pensando en que por una noche al año podrá formar parte de ambos bandos: Los que asustan y los asustados, se encuentra pensando en "Pesadilla antes de Navidad" de Tim Burton, y en cómo le gustaría ser Jack Skellington y salvar todas las fronteras habidas y por haber hasta alcanzar a Sally, esa extraña chica, esa muñeca de trapo llena de remiendos, esa chica que se rompe una y otra vez y se cose a sí misma sin saber que cada rotura, por mucho que se repare, la aleja un poco más, la aleja un paso más de la confianza, de la entrega, de respirar tranquila.
La noche de Halloween, qué cansado estaba de ambos bandos, estaba cansado de asustar, podía verlo en sus ojos, todos tenían miedo, un miedo que les hacía sentir valientes y grandes por acercarse a él, por aplaudirle, por compartir su mismo oxígeno o espacio vital aunque fuera un segundo, se sentían genial, y el se sentía tan lejos. El diablo se sentía agotado de estar tan lejos de todo, y es que a pesar de que su fina piel solo le separaba unos milímetros de lo de fuera, él sentía que entre lo de dentro y lo que los demás percibían había un abismo, y en él estaba atrapado, condenado a ser halagado por el reflejo de lo que realmente es, a ser perseguido, a ser habitado por huéspedes que nunca han sido invitados, por forasteros que no son bien recibidos. 
Estaba agotado de esa hipocresía, de esas moscas, creen ver algo en él y se acercan, siempre se acercan, y él advierte "Largáos...por el bien de los dos", pero nunca se largan y vienen todas y lo cubren, como aquella cabeza de cerdo que es cubierta por moscas en el célebre "El señor de las moscas" de William Golding.
Y eso es lo que tu viste, viste un montón de moscas rodeando a un pedazo de carne muerta empalada, eso es lo que viste, una imagen difícil de borrar, y ahora el diablo roba estrellas cada noche, y luego las devora sin compasión para iluminar su interior, y como es un tipo bien flaco, después de tragarse las estrellas, brilla en la oscuridad, emite una potente luz que refleja sus huesudas costillas y demás huesos, pero tu ya no mirabas, era muy tarde. Te quedaste con la imagen de aquella cabeza de cerdo rodeada siempre por moscas.
Y el diablo se comía las estrellas cada noche, y alguien en algún momento podría enfadarse por ello, y el diablo se cansa de que esto no le importe. Y acuden en tropel a la luminosa señal del atiborrado de estrellas diablo mil moscas más, pero ahora no se posan porque el diablo se esconde, el diablo no quiere nada, el diablo está cansado y ahora solo se dedica a estrellar su cabeza contra ese firme muro que se encuentra al final de la calle que siempre recorre en un vano intento, se estrella contra ese potente muro que se encuentra al final de ese callejón en el que siempre acaba, ese muro donde algún gamberro diablillo ha hecho una pintada, ha firmado con Spray, ese muro en el que puede leerse "N", y se estrella una y otra vez, con todas sus fuerzas, y cada noche, vuelve herido, cansado y satisfecho.

Cada noche, el diablo vuelve a refugiarse del sol, vuelve a su agujero malherido, cansado del rock and roll, de estrellarse contra el muro, cansado de este extraño vagar, cansado de los aplausos, de las miradas lascivas, cansado del vacío que pesa tanto.
Cada noche el diablo es sorprendido por un pensamiento inesperado: "Joder, qué daño, cómo cansa el Rock and Roll, cómo cansa ordenar palabras sobre el papel, cómo agota estrellarse día a día contra ese muro sin causarle ni el más mínimo rasguño...Pequeños y placenteros daños autoinfligidos sin los cuales, la vida ya no tendría sentido...Sin ti, la vida ya no tendría ningún sentido.

Nunca antes había conocido el diablo el cansancio, siempre estaba devorando almas, ni todas las del mundo eran suficiente, tenía que estar en movimiento, destruyendo, sangrando y haciendo sangrar.
Nunca antes había conocido el diablo esta ausencia, nunca había echado de menos, nunca había sentido este dolor por nada ni nadie, nunca el diablo había visto sus pensamientos alienados con la imagen de nadie.
Siempre había estado tan ocupado, se había construido un refugio tan seguro, y ahora el lobo había soplado,. y resultó que el refugio no era más que una chabola de paja, y allí estaba el lobo, y el Diablo sintió que sus pulsaciones se aceleraban, lo supo nada más verlo: "Te amo. Te necesito. Te necesitaba ya, antes de saber que existías. Te estaba esperando desde mucho antes de saber de tu paso por la existencia. No quiero reflejarme nunca más en unos ojos que no sean los tuyos." 
Y a pesar de que había algo roto en su interior, algún engranaje que había atascado con un desprendimiento de parte de él algunas de las otras rudas dentadas, ante su presencia algo se movía ahí dentro. Algo dolía con una intensidad brutal ante su ausencia, ante la duda, algo se volvía loco si ella sonreía, era preciosa, ¿qué haría pisando la misma tierra que el mismísimo diablo? Quizás Dios me haya perdonado —pensaba—, podría ser su regalo, su mejor creación, un ser perfecto, Joder, que mirada, qué ojos, que sonrisa, qué voz, cuánto dices sin soltar una palabra, cómo puedo leer en tus ojos, ¿por qué me siento tan cerca?, ¿por qué esta conexión? ¿Por qué no puedo dejarte tranquila y librarte de mí?

Qué cansado y feliz estaba el diablo, por primera vez, el diablo estaba cansado.



—¡Joder! ¿Tienes que escribir en pelotas o qué? —dijo la joven exaltada—, al menos cierra la puerta, ¡coño!

—¡Dios! ¡Lo siento! ¡Lo siento, es que...!

—Pero...¿Qué coño...? ¿Estás empalmado? ¡Joder! ¿Te estabas masturbando? ¡Cierra la puerta, cerdo!

—¡Oh, mierda! ¡Estaba escribiendo!, ¡claro que no me estaba masturbando! ¡Es solo una de mis erecciones espontáneas! 

—¡Eres un cerdo! O te vistes o cierras la puerta.

—Lo siento....lo siento...es que me sentía tan solo, que pensé que no había nadie más...en todo el planeta tierra.

—Puto pirado...Buenas noches, y ¡vete a dormir ya, anda!

—Termino esto y me voy a la cama. Buenas noches.






—¿Todavía me quieres?

—¿Quema el fuego? ¿Moja el agua? ¿Sale el sol cada mañana?

Bésame, aunque sea con los ojos.
 



Buenas noches.

viernes, 11 de octubre de 2013

"Purasangre"

—¿De verdad la quieres? —le preguntó aquella chica sonriente de nuevo—, ¿estás completamente seguro?

—Si —contestó Pablo tímidamente—, la quiero.

Y todos sabían que así era, lo sabía Ángela, la atractiva chica que le realizaba la pregunta, acompañando a esta de una sonrisa maliciosa que casi rozaba el rostro de Pablo. También lo sabían los sonrientes hermanos García, esos gemelos pelirrojos que estaban colocados de manera algo intimidatoria a ambos lados de Pablo, como si de algún modo le advirtieran que privarles del macabro juego de contemplar su dolor, fuera a tener unas consecuencias nada agradables.

Pablo la quería, Dios sabe que así era. Todos lo sabían. En el "si" de Pablo se ocultaban diez mil millones de poemas de amor, de deseo ilimitado y de pasión y admiración, pero Pablo era un chico realmente extraño, era un chico sobreprotegido en algunos sentidos y abandonado en otros.
Pablo contestó "Si", pero su corazón y sus ojos decían: "Por favor, he cruzado océanos de fuego, Montañas de tristeza y soledad, he recorrido los caminos de la incomprensión, me he saciado hasta aborrecerme de sustitutivos que por un tiempo me aliviaban la existencia, pero ahora que la he encontrado no me privéis de ella, por favor, la necesito".

A los chicos les encantaba ver ese dolor en sus ojos, lo consideraban un niño débil y extraño, y esto a la vez resultaba un blanco fácil en el que saciar sus macabras necesidades, su experimentación: ¿Cómo es el dolor? ¿Cómo es el amor? ¿Qué produce cada cosa? ¿Cómo se expresa? Veamos cómo se retuerce ese gusano, por curiosidad, por placer.

El juego consistía en ver a Pablo renunciar, lo intentaban por muchos métodos, pero sin duda, el que más les divertía es el de hacer a Pablo venirse a abajo, desmoronarse, para una vez en ese estado cambiar al modo "Poli bueno" y recomendarle que lo mejor era que renunciase.
"Eh, en serio, no llores más, ¿No ves lo que está haciendo por ti? Te hace llorar, joder vaya putada, esto es cruel, mira cómo estás, y solo por ella, en serio ¿De verdad te merece la pena?" Solían decirle al verlo privado de ella. En estos momentos, Pablo, al límite y sin fuerzas para hablar, desde el suelo de rodillas alzaba la cabeza y mostraba su cara llena de lágrimas y con una expresión descorazonadora asentía, y si le quedaba aliento emitía un débil: "Si, la quiero" para furia de ese infernal trío.

—Mira, tengo algo que quizás te interese —insistía de nuevo Ángela—, qué me dices, ¿olvidamos el asunto?Te va a gustar.

Pablo negaba con la cabeza. Seguidamente, ante el gesto de disgusto de Ángela, los hermanos le presionaban con amenazantes miradas, le mostraban sus pequeños puños prietos.

—Eres un malcriado y un desagradecido, te estoy ofreciendo una solución, ¿no ves que estás hecho una porquería? ¿No ves que no te trae nada bueno? mira cómo te tiene, todo esto que te está pasando es culpa suya, y tu ahí "erre que erre", eres un malcriado, un malcriado niñato baboso, ¡Madura!

—Quiero irme.

—Ohhhh, ¿habéis escuchado, chicos? Quiere irse, quiere marcharse con ella como si tal cosa —dijo melodiosamente Ángela—, ¿Crees que somos tu único problema? ¿A dónde piensas ir tu con ella? Míralo de esta forma, te estamos haciendo un favor si no te dejamos ir con ella, total, si no te lo impido yo, te lo impedirá cualquier otra cosa más adelante, olvídate del asunto, lárgate.

Pablo no se movió del lugar. Permanecía frente a Ángela, la miraba a los ojos desde la poca distancia que separaba ambos rostros, la miraba desafiante, la miraba como si en lugar de nueve años, Pablo fuera un adulto que se planta desafiante para gritar: "No vas a decirme lo que quiero ni lo que debo hacer, es mi decisión, yo decido qué es lo que me importa, yo decido qué es lo que quema aquí dentro, y eso es ella, así que ni podéis convencerme ni torturarme hasta el punto de hacerme abandonar".

En un breve intervalo de tiempo, los hermanos García habían llegado a deslizar sus brazos poco a poco hasta posar sus manos en los antebrazos de Pablo, y ante esta nueva actitud de rebeldía ante la renuncia, estos le empezaban a retorcer la piel, pero Pablo no parecía darse cuenta, su mirada era la de alguien que ha visto la verdad, ha tenido una revelación sobre qué es lo que necesita en esta vida para sentirse lleno, para respirar de verdad, y nada ni nadie iba a convencerle de que renunciar era la mejor opción.

—Bien, empiezas a cabrearme —dijo Ángela tras pellizcarle la mejilla—, haremos lo siguiente, te largas ahora mismo y los hermanitos no te darán una paliza, ¿Te parece? Te vas sin ella, eso es cierto, pero te libras del daño, te vas a casa sano y salvo, sin un rasguño y en unos días se te habrá olvidado, en serio, prometo no molestarte nunca más, ni ellos tampoco lo harán, será como si fuéramos a colegios distintos y...

Pablo, ese niño callado, flaco, pálido y silencioso, en un movimiento nada propio de él, un movimiento violento, casi como una convulsión, se zafó de las zarpas de los hermanos García, cargó con su flacucho hombro derecho contra el pecho de Ángela, que desconcertada aún por lo breve y violento del momento, cubrió su rostro con una horrible mueca de niña asustada, y tras apartarla de su camino, Pablo agarró esa chaqueta vaquera con el parche de un oso que vestía un pantalón vaquero y portaba en su mano un canasto de frutas.

Pablo corrió como alma que lleva el diablo, corrió hacia la puerta de la clase vacía donde lo habían retenido sus compañeros de sexto curso durante el recreo para intentar separarle de aquella preciada prenda.
Era una chaqueta especial, hasta que se tropezó con ella de aquella forma tan extraña (podríamos decir que ella fue un regalo de alguien que de verdad le quería y le quería hacer feliz. Alguien que sabía que había estado toda la vida mirando en la dirección equivocada, que no era un niño satisfecho y había decidido ponerla en su camino), Pablo había sido un niño desconcertado, casi inerte, sonreía un poco, pero por dentro podría haber estado llorando, era un niño muerto de frío, un niño congelado, pero ella apareció y cambió esto.
Ella había cambiado toda su aún joven visión de la vida, de una joven vida turbulenta que sin saberlo la había estado buscando desesperadamente durante muchísimo tiempo, y ahora quería quitársela, querían separarles, y él no estaba dispuesto a permitirlo.
Corría más deprisa de lo que sus flacuchas piernas le permitían, llenaba su pecho con más aire del que sus pequeños pulmones podían soportar, apagaba los gritos de ira de los hermanos García y las amenazas de Ángela.

Solo corría con ella. Corría con ella con todas sus fuerzas y pensaba: "Si de mi depende, nunca nos separarán. Lucharé hasta el último aliento"

Y corría hacia la salida.

Y corría con la fuerza que le brindaba su deseo.

Y corría con el miedo al vacío que su pérdida le podría ocasionar.

Y corría. Y corría. Y corría, porque, ¿Qué es el amor, si no despertar una mañana pensando?: "Gracias por existir, a pesar de todo, gracias por soportarme y soportar que te soporte. gracias por el daño, gracias por el calor, gracias por tu sonrisa, gracias por la luz de tus ojos, GRACIAS".

¿Qué es el amor, si no aquello que convierte tus temores en fuerza, en deseo y tenacidad?

Eso es amor, esa punzada en el pecho ante la idea del abandono, ante la idea de decepcionar aquello que adoras, ante la idea de la tristeza en su rostro, ese dolor, ese es el amor.

Buenas noches.

lunes, 7 de octubre de 2013

¿Biología pura o Metafísica?

Había sido un día duro, un día verdaderamente extraño. No es que en los últimos tiempos las cosas hubiesen ido sobre ruedas, de hecho no recordaba una época tan mala desde hacía muchísimo tiempo, no se había sentido tan débil, asustado y desconcertado en muchísimo tiempo, pero al final, había tomado una determinación, en medio de la total oscuridad y el dolor había abierto los ojos y había tomado una decisión, y al parecer, esta le hacía sentir algo mejor, poco a poco todo se iba recomponiendo.

Había llegado a casa y tras una ducha y una cena se había metido en la cama pensando "Joder, me siento algo mejor en muchos sentidos, de hecho me siento genial por un motivo en especial, pero estoy realmente agotado, cada día es una nueva masacre al corazón". 
Como este pensamiento hacía que el enorme peso volviera a su pecho, y el ardor a sus entrañas, cerró fuerte los ojos y de concentró en el roce de sus manos, de sus preciosas manos, en su voz y las ingeniosas y crueles melodías que regalaba al universo, en esos ojos de adulto en los que se reflejara quién se relejara, siempre vería a un niño lleno de ilusión en ellos en lugar de su actual imagen, ella te convertía.
Sumido en este agradable pensamiento, el joven desarraigado no tardó mucho en quedarse dormido, agotado por las aventuras de un nuevo día aplastante.

No debía llevar más de una hora dormido cuando de repente, se despierta entre sudores, sobresaltado, y aunque se encuentra que en lugar de su habitación hay un vacío enorme rodeándole por todas partes, él no se asusta, no intenta buscar con las manos el interruptor para encender la luz, nunca le asustó la oscuridad.
"joder, no debí cenar después del atracón de dulces de esta tarde-noche" —piensa intentando dar explicación al sobresaltado despertar—, y justo entonces comienzan los ecos.
En un segundo, la luz comienza a crecer poco a poco, de manera ascendente se va haciendo la luz y el sonido de los llantos se va haciendo más claro y cercano, hasta pasar de la oscuridad a la luz atravesando una breve estancia en la penumbra, y de lejanos llantos a un atronador y ahogado llanto de dolor.

El muchacho, ante tal desconcierto no pierde los nervios, solo se incorpora en la cama.
Con los ojos aún adaptándose a la luz, comienza a darse cuenta de que el escenario ha cambiado, ahora ya no está en su habitación, si no en la pista central de un circo de tres pistas. Las gradas están llenas y todas las siluetas son de mujeres, siluetas femeninas que se lamentan. No puede distinguirlas, es imposible, tiene los focos apuntando hacia su cama, así que solo distingue sus formas, y mientras está observando el entorno,. de repente y tras un redoble de tambor, salta justo delante de él una nueva silueta de un tipo que parece algo así como un domador que porta un megáfono en una de sus manos.

—¿Te hemos despertado? Vaya, chicas hemos despertado a este pequeño hijo de puta —escupía el megáfono—. Lo siento mucho nene, estabas ahí acostado, durmiendo tan plácidamente, con esa sonrisita. Menuda cara de subnormal.
¿De verdad dormías? —insiste el domador— Joder, hijo ¿Es esto lo que yo te he enseñado? Vaya fracaso has resultado ser, se veía venir.

—¿Padre? ¿Eres t...

—¡Para! —le interrumpe—, en estos momentos me averguenza que me llames así, me haces sentir culpable llamándome así delante de todas estas chicas que lloran desesperadamente mientras tú duermes plácidamente. Maldito cobarde hijo de puta, debí ser mucho más duro contigo, no te enfrentas a nada, lo único que haces es huir como un cachorro asustado, es lo que has hecho toda la vida.
Huiste del equipo de fútbol, huiste del equipo de Kárate, huiste de casa, volviste asustado, huiste de aquél trabajo.
Y ahora duermes ahí con esa media sonrisa...JAJAJA.

—Vaya, hoy estás más amable de lo habitual —casi susurra el joven—¿A qué cojones has venido, no puedes dormir?

—Lo que no se es cómo duermes tu, payaso, inútil, no has hecho nada bien en tu vida.

—¿Estás seguro de eso? Creo que estoy bastante cerca de demostrarte todo lo contrario.

—Ohhhh, mirad chicas, esta nenaza ha sacado las uñas. ¡Habla alto, jodido imbécil! ¿Por qué no puedes hablar más alto? Estás subidito porque crees que vas a ganarte la vida con esa mierda que escribes, porque te leen estas pobres ingenuas. ¿O acaso crees que va a ser emitiendo esos gemidos de gato atropellado que lanzas cuando te agarras a esa guitarra? ¡Es enfermizo! Se me pone el vello de punta!
No te subas tanto, inútil, recuerda que nada te ha durado nunca, siempre abandonas, ¡Mira a esas gradas! Solo lloran porque eres un cobarde, porque no les has dado la oportunidad de que te abandonen, de que te vean como eres en realidad, de que les falles, de que fracases, eres un puto error ambulante.

—No lloran por mi, lloran por ellas —contesta—, en ningún momento he prometido nada, solo me divertía, nos divertíamos ambos. Las cosas se terminan en algún momento, sin más.

—Esa es tu excusa verdad, maldito cobarde egocéntrico, no tienes a nadie, hijo. Nadie te quiere, quieren al escritor moñas que escribe esas tonterías, te idealizan. Quieren al cantautor maldito y lastimado, pero te aseguro, hijo mío, que cuando probaron el resto del pack, saldrían corriendo como han hecho todas.

—No todas han salido corriendo —contesta—, creo que alguna guarda un buen recuerdo de mi.

—¿¿*****?? ¿¿Estás de coña?? JAJAJAJA —ruge el domador—, te escucha a cambio de que le tapes el agujero cuando el soldadito está fuera, a ver, dime, ¿Alguna vez te ha escuchado sin más? ¿Se ha preocupado por ti en alguna ocasión que no fuera después de echar un polvo desde que lo dejasteis?

—Ella sabe que estoy bien. Se cuidarme, soy como los gatos, y al final siempre caigo de pie.

—No, hijo —le dice—, eres como los gatos: sucio, cobarde y apestoso. Ella tampoco te quiere, te quiso una vez, pero lo estropeaste, ¿cómo no? ¿Por qué no aprenderías de mi? Yo te hubiera enseñado a ser un hombre que se viste por los pies, un hombre que toma lo que desea, un hombre justo, con una moral correcta, un hombre respetado y no un desperdicio como en lo que te has convertido.
Ella ya no te quiere hijo, las chicas que lloran en las gradas no saben como eres, si no, llorarían de alegría por haberse librado de ti. ¿Escritor? ¿Músico? ¿Se te ocurre algo más con lo que avergonzarme? Y tu madre no dice nada, ¿Qué es l que hemos hecho tan mal?

—¿Quieres que te haga una lista, padre?

—Te voy a hacer yo una lista, payaso. Eres un desgraciado, un recipiente lleno de dolor incapaz de mantener nada bueno a su lado, te escondes en la miseria y el dolor porque no eres capaz de disfrutar de las cosas buenas de la vida, porque sabes que no las mereces, que no podrías mantenerlas a tu lado, eres un jodido fracaso ambulante. Llegas a los sitios y destrozas todo, destrozas relaciones, destrozas almas, destrozas amistades, eres la mayor verguenza de mi vida.
Puedes intentar justificarte, pero tengo mucho material para ti. ¿Quieres que hablemos de Luci?

El chico palidece y se queda en silencio, aguantando con todas sus fuerzas un escalofrío que le surge en el estómago y se expande hasta su conducto lagrimal derecho.

—No te atrevas a hablar de eso.

—Ohhhh Mira, ahora si que está aquí mi pequeño de mi corazón, ¿tienes pupita? ¿Qué te pasó con Luci? Era demasiado para ti enano engreído, ¿creías que iba a soportar tus cagadas de niñato inmaduro? Y tu escribiéndole canciones JAJAJAJAJA ¡PAYASO! Hay miles de hombre ahí fuera HOMBRES, ¿creías que iba a parar mucho tiempo a tu lado? ¿Qué podía ofrecerle? ¿Creías que te habías enamorado? Eres un caprichoso de mierda y de lo único que has estado enamorado siempre es de ti mismo.

—Eso no es cierto, que tu nunca hayas sabido querer a nadie no significa que yo lo haga. Amo a Luci, hasta el punto de liberarla, hasta el punto de quedarme a merced del viento cual hoja e otoño, hasta el punto de dejarla mecerse también al viento, buscar su felicidad, porque su felicidad, es en gran parte la mía. Yo soy feliz viendo sus ojos brillar, viendo una sonrisa en sus labios, sabiendo que le van bien las cosas, no sabes como la amo, ¿cómo vas a saberlo?.

—Claro que la vas a ver feliz estúpido, cualquiera puede hacerla mucho más feliz que tu. Te creerías que iba a guardar mucho tiempo el Luto. Eh chaval —susurra—. ¿has visto cómo se miraban hoy? ¿Cómo se podía cortar la tensión sexual en el ambiente? Le miraba como una vez te miró a ti, por eso tu te has dado cuenta, se que te has dado cuenta, porque tu sabes cuándo ella mira así y por qué. Una vez te miró a ti así, y hoy has visto cómo le miraba a él. Has visto cómo el llegó y ella se abstrajo de la conversación grupal y su atención se dirigía hacia él, porque deseaba con todas sus fuerzas que el resto desaparecierais para sentarse junto a él, acariciar sus manos, su cara, y entregarle su amor, su deseo. No finjas que no lo notaste, ella de repente perdió todo el interés y miraba distraída hacia el lugar donde él disimuladamente se había sentado para estar cerca de ella, para esperar una señal, y se la dio, la misma que un día te dio a ti, ese silencio que dice más que miles de palabras tras esa mirada cómplice, ese regalo de su momentánea atención. Luego él, ante la imposibilidad de un deseado momento de intimidad con ella que no era posible por vuestra incordiosa presencia, se largó, ya se verían en otro momento, y ella, le siguió disimuladamente con la mirada.

—¿Y qué quieres decirme con eso?

—¿Qué quiero decirte? Deberías estar llorando y pataleando, ¡LA AMO! ¡POR QUÉ LE MIRA ASÍ? —se burlaba— ¡NO ES JUSTO! 

—Vaya gilipollez —contesta seriamente—. Claro que noté ese momento, como bien dices conmigo los tuvo, y ¿sabes que significaban? En aquellos momentos significaban que estaba feliz. Me encanta que sea feliz, aunque se equivoque, porque tu dices que soy una mierda,un error humano, un fracaso ambulante, pero no es del todo cierto, el arte en cierto modo es Caos, nuestro amor es Caos, y si, le he hecho daño y por eso no me sorprende lo que me cuentas, pero mientras sea feliz, me vale. Si tenemos que tener otra oportunidad la tendremos, no pienso forzar nada.

—Vaya maricón de mierda JAJAJAJAJA Se han lanzado miraditas delante de ti, PAYASO. ¿Otra oportunidad? ¿Quién iba a querer darte otra oportunidad a ti? ¿Qué solo quieres verla sonreír? JAJAJAJA PONTE A LLORAR AHORA MISMO.

—No entiendes nada, ¿verdad? —le responde—, no siento que la haya perdido en ningún momento, cuando cierro los ojos puedo verla sonreír, puedo oírla decirme que me quiere, puedo sentir sus largos abrazos, el sabor de sus besos. Podría irme a la otra punta del mundo y me seguiría sintiendo feliz por llevar eso conmigo, y más aún si se que le van bien las cosas, ESO ES EL AMOR, y yo LA AMO MÄS QUE A MI MISMO. Es dueña de su vida y lo hace genial, estoy orgulloso de ella, siempre lo he estado.

—Me gusta ver cómo te pones tiritas en la herida JAJAJAJA eres un débil, no te aguanta ni tu perro, crees que también tienes una conexión especial con él y solo sigue contigo porque le pones un plato de comida cada día. Luci te ha borrado en un suspiro...¿Otra oportunidad? ¿Quién cojones te crees que eres? JAJAJAJAJA Cuanta pena das. Olvídate de ella amigo, creo que va a estar demasiado ocupada últimamente con el amigo de los animales JEJEJEJEJE

—No dices más que tonterías. Deja en paz a Luci, por favor.

—Bueno, no hace falta que sea Luci de quién te hable, podemos hablar de *****, le jodiste la vida, o de *****, la utilizaste, o de *****, era la novia de tu amigo. Hablando de amigos...¿no crees que dice mucho de ti que llames hermano a ese degenerado? Ni hacer amigos has sabido nunca. Siempre callado, mirando con miedo, hablando bajito, diciendo cosas extrañas, pensando cosas extrañas, leyendo cosas extrañas, escuchando cosas extrañas, follándote a chicas extrañas, haciéndolas llorar...eso es lo que haces...haces llorar a todo el mundo.

—No voy a justificarme por nada, hasta morir, la única opción siempre es matar, yo solo hice lo que sentía, solo me he dejado llevar, y cuando me he reprimido o he intentado ser mejor de lo que soy, ser algo que no soy, la he jodido. Hay tres personas en este mundo que han visto al "yo" real y lo aceptan, tres personas y mi pequeño colega peludo, y me sobra con eso, de verdad, tu me has enseñado a no esperar nada de nadie, nada bueno de nadie, a estar siempre asustado.
Digas lo que digas, de cada uno de ellos he guardado el color de sus sonrisas en mis retinas, he capturado el aroma de su aura especia en mi memoria y siempre los llevo conmigo.
Cada vez que cierro los ojos, de alguna forma Luci vuelve a estar conmigo y si lloro es de paz, de sentirme en casa junto a ella, de morirme de amor, y eso no es malo, te lo aseguro, del resto dispongo ilimitadamente a pesar de lo que dices, están ahí para mi, por mucho que te pese.
Ahora jódete, apaga de nuevo las luces y llévate a tus putitas lloronas, este Freak Show acaba de terminar, Hombre forzudo, !vete a tomar por el culo!

Finalmente, después de unos minutos de silencio, después de que los llantos cesaran y solo quedara una única luz alumbrando el estupefacto rostro del domador, las luces se apagan y el joven vuelve a estar en su cuarto. Su perro duerme plácidamente junto a el, el joven cierra los ojos y en lugar de dos, ahora son cuatro sobre es cama, y pronto están los cuatro viajando por los sueños, el único lugar donde en estos momentos pueden lamerse mutuamente las heridas. Allí flotar una ráfaga blanca y pura, como nieve en una ventisca, allí escribe poesías ese viejo chucho barbudo, allí se funden en uno dos humanos desesperados de amor.



Buenas Noches.