martes, 22 de octubre de 2013

El mundo en Pausa

Esta ventana es un lugar tan bueno como cualquier otro para ver cómo la lluvia limpia la ciudad. Un incesante manto de agua golpea las aceras, y desde aquí, desde la comodidad que me brinda esto que alguna vez llamé hogar, observo las gotas estrellarse contra mi ventana.
A veces, en días como hoy se impone una ley no escrita, una ley que no hace falta proclamar, una ley de la que nadie avisa, simplemente todo el mundo la acata: la ley del silencio.
Y es que en días como estos, en estos días grises y reflexivos, una espesa capa de silencio parece cubrir la ciudad, parece cubrirnos a todos, ¿de verdad no podéis notarlo?, es una capa espesa, es eso que hace que emitir un sonido para reproducir una palabra te cueste el doble del esfuerzo natural que conlleva tal acto en un día cualquiera.

Me gustan los días así, creo que son necesarios de vez en cuando, tan necesarios como el oxígeno, tan necesarios como esa cerveza de madrugada, tan necesarios como una respiración más en la habitación cada noche, son tan necesarios como las caídas antes de aprender a caminar.
Me gustan los días así. Me gusta hacerme daño en los días así, me gusta quedarme aquí; simplemente sentado en el escritorio, tras la ventana, sin encender una sola luz, abrazado por la oscuridad y solamente alumbrado por la débil llama de una vela azul ahora totalmente carente de sentido.
Me gusta el sabor de los recuerdos en estos días, y no es necesario escribir nada, solo se trata de estar aquí y escuchar el viento, escuchar las gotas contra las cuerdas del tendedero, contra las tejas, contra la ventana, son mil millones de historias, son amantes que se lanzan al vacío cogidos de la mano y vienen a estrellarse contra el suelo y contra mi ventana, son ángeles cansados de la castidad y la obediencia, son niños perdidos, son matrimonios destruidos, son ancianos abandonados, son todos aquellos que una vez creyeron que merecía la pena dar el triple salto mortal, y ahora, los veo destriparse contra las aceras, contra las cuerdas del tendedero y contra la ventana.

Yo observo atentamente, quiero ver qué es lo que llevaban dentro, porque estoy seguro que sea lo que sea, a mi me falta. Debe ser un defecto de fábrica, siempre acabo saltando solo, pero hoy no es el día de mi salto, hoy toca verlos saltar, me gusta el sonido que emiten, son susurros, no es el sonido que hace una gota al estrellarse contra un obstáculo, en su lugar, lo que realmente se oyen son una multitud de "Te quieros", de "Espérame", de "Estoy aquí" y de "Para siempre".
Los días así llegan y se van sin que casi ni se aprecien, pero yo quiero exprimirlos al máximo, porque hoy en día ya nadie muere por amor, hoy en día resulta extremadamente incómodo hablar de amor, y a mi me gusta ver el desamor, el amor, la pasión y el abandono de esas pequeñas gotas suicidas, son la máxima expresión de la integridad, la fidelidad y el valor y el coraje.

Incluso en el hogar más ruidoso, en un día como hoy, los sonidos se han atenuado, y aquí, en el lugar donde me encuentro, casi no se oye ningún ruido aparte de las declaraciones de amor de nuestras suicidas gotas y de vez en cuando, algún suspiro de la pequeña bola de pelos que duerme junto ami en estos momentos, pegado a mi costado, por si se acabara el mundo, por si de repente los relojes se pararan, nada pudiera separarnos.
Él es otro suicida al que le encantan estos días, le encanta que le ponga el chubasquero y mearse dentro para calentar su tripa, y a mi me encanta verlo pasear entre los charcos, pero ahora estamos a salvo, estamos en esta habitación, estamos sentados frente a esta ventana y simplemente nos limitamos a disfrutar del maravilloso espectáculo que aún no nos ha sido prohibido, todo se andará, mientras tanto...
Contaremos un rato más los cadaveres atrapados que cuelgan enganchados en la red de la tela metálica, ahí puedo verlos a todos, puedo ver sus expresiones de satisfacción tras el impacto mortal, parecen decir: "mereció la pena".

Vamos a seguir un rato más en esta sesión de catarsis, ¿Verdad, mi peludo amigo? En esta habitación oscura, sintiendo como el mundo gira sin nosotros, arropados por esos libros, por esas guitarras que hoy no quieren sonar, pero que aún así está bien que nos acompañen, no es necesario que sonéis si no os apetece, chicas, solo permaneced ahí, a veces con eso basta. Nos quedaremos aquí, peludo amigo, y quizás más tarde salgamos a la lluvia, o a cambiar de escenario, quizás a tomar un café en algún lugar de amplia cristalera, para seguir disfrutando del Show. Ya no tengo Rock and Roll, ya no tengo el don, pero aún tengo hambre, curiosidad, valor y este nervio, este maldito nervio que nunca me deja rendirme y abandonarme a mi suerte.



Feliz día de tormentas.

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