jueves, 19 de diciembre de 2013

Hipodérmica (crónicas de viajes estáticos)

— Y si viviera una vez más, ¿se volvería usted a equivocar?

— Si, no le quepa duda. Hasta la locura...y hasta el dolor. Ella ha sido, es, y siempre será el mejor error de mi vida.



Unas veces se aparecía imponente, majestuosa. Aparecía en el horizonte, advirtiendo tormenta. Yo estaba completamente exiliado, había emprendido un viaje hacia áridos desiertos, hacia pálidos cielos grises y llanuras crueles y despiadadas. Me había marchado, me había largado todo lo lejos que ella me permitía marcharme.

Mientras recorría estos crueles paisajes en un intento brutal por desprenderme para siempre del hechizo que Luci había lanzado sobre mi, mientras me desintoxicaba de mi terrible adicción a sus maneras, a su crueldad, a su acidez y a su ironía, crucé caminando y actuando de forma mecánica por los días, semanas y meses más tristes que el calendario podía sostener.
Caminaba. Me engañaba: "Puedo salir de esto, es solo cuestión de tiempo", mentira.
Estaba utilizando la táctica del avestruz, escondí mi cabeza en la tierra y pensaba: "Si no puedo verla, antes o después acabaré pudiendo vivir sin ella, sin su tortura, sin su desconcertante amor". Otra mentira.

Durante el recorrido, empecé a comprender, y comprender, amigos míos, es sinónimo de sufrir. sufrí una terrible agonía espiritual y en ocasiones física. Acciones que durante toda la vida se habían producido de forma automática, ahora se volvían pesadas de llevar a cabo, tediosas. ¡Tenía que concentrarme en seguir respirando! ¡En comer! y además....pensaba constantemente en Luci.

Pensaba en ella todo el tiempo: "¿Dónde estará ahora mismo?, ¿Me habrá olvidado ya?, ¿Habrá conocido a algún maldito imbécil que haya conseguido eclipsarla?". La agonía que traían esos pensamientos eran la peor parte de esta historia. Intenté ahogar mis penas en alcohol, pero ellas flotaban en él. Intenté sumergirme en el trabajo, pero para mi sorpresa: ¡¡Ella estaba allí!! Todos hablaban constantemente de ella, se había hecho un hueco, un lugar de honor entre mis obras, me estaba robando todo el protagonismo y a la vez me estaba sirviendo de lanzadera, ¡¡Todos calificaban mis obras inspiradas en ella como mis mejores trabajos".

Este hecho dejó en mi un estado de confusión y aturdimiento que debemos sumar al de tristeza y desgana por haber perdido mi privilegiada situación. Por haber perdido la ocasión de pasar un minuto con Luci, por haber dejado pasar la oportunidad de quemarme en su fuego.
Por otra parte, el hecho de que mi carrera comenzara a emerger a pasos agigantados me hacía sentir bien, me encantan los halagos, me encanta brillar y me encanta lo bien que hago las cosas....y sobre todo me encanta el reconocimiento. Al parecer, Luci había pulido el diamante en bruto que yo guardaba. Lo había pulido a dolor, con maldad, con indecisión, con confusión, había aparecido y me había sonreído. Luego había desaparecido, me había querido y me había escupido, me tenía atrapado en su maldita locura, y mi única salida fue trabajar.

Aún así, los días tenían momentos insoportables, necesitaba saber de ella, no podía aguantar ni un momento más así. Quería escapar y quería saber de ella a la vez, quería mirar sus ojos, quería besar sus labios, sentir el tacto de su piel. No había nada peor que esa indiferencia, a veces había momentos en que hubiera preferido que me llamara para decirme: "Te odio, maldito hijo de puta. Eres lo peor que me ha pasado en la vida". Todo menos ese silencio. Cuando ella se calla, el mundo se para.

Yo me había ido, ella se había ido, pero ella permanecía. Ella permanecía en mi, seguía apareciendo. Yo lo había probado todo, había rogado un exorcismo y me había negado después, y es que había una maldita verdad detrás de todo este asunto: Nunca me podré alejar de Luci.

Como he dicho, ella se manifestaba constantemente, al principio solo en mi mente, pero tras mi rendición, volví al lugar, necesitaba mi dosis, mi patética dosis de realidad.
Yo esperaba como a un milagro, y ella se presentaba envuelta en una gélida coraza, envuelta en una belleza fría, abriéndose paso entre la multitud con sus ojos ardientes.
Se presentaba con toda su potencia, desplegando una a una todas sus cualidades de una forma totalmente discreta, sutil, vistiendo con elegancia su diabólico traje de guerra. Debajo de esa fría y a la vez ardiente sensualidad escondía un potente arsenal que no podía dejar indiferente a nadie, disparaba con su ingenio, su acidez, su hiriente inteligencia y estilo.
Ella es un libro de Kafka. Ella es un libro de Dostoievsky. Muchos pueden intentar leer en sus ojos, muchos creen entender lo que dice, pero no llegan a profundizar, de hecho, no llegan a entender nada de nada, ella puede mandarte al infierno con amables palabras y una sonrisa y ni siquiera llegas a enterarte.
Ellos solo veían esa esbelta figura, esos preciosos ojos, esa maliciosa sonrisa y la deseaban con todas sus fuerzas.
Yo la deseaba con todas mis fuerzas, la deseo con todas mis fuerzas, pero yo había ido un paso más.
Yo había dictado mi sentencia de muerte. Yo había leído en ese libro y sus secretos se habían revelado para mi, y en el momento en que pude ver más allá, la deseé con más fuerza aún y deseé morir al llegar a la inevitable conclusión de que querer a Luci es como intentar atrapar con las manos el aire. Efímero.

Otras veces, solo como una excepción a la regla y como espectáculo de máxima exclusividad, ella aparecía al desnudo.
Aparecía sin intención de defenderse, desprovista de su artillería, desarmada. Aparecía humana. Humanidad buscando humanidad. Fuego y gasolina.
Esos ojos, ahora se presentaban húmedos y anhelantes y tú suplicabas por solo una pizca de algo a lo que llamar "una relación digna de llamarse humana" con ella. Tu querías amar a Luci, querías conocer el infierno.
Su humanidad es el lado oscuro de la luna. Yo he estado allí.
Después de contemplar el espectáculo de su interior más primario: Su ilusión, sus deseos, sus miedos, sus inquietudes, su cariño, su amor (entendiendo amor como algo muy extraño y desequilibrado).
Después de eso, entiendes que ya nada será igual y que sin ella ya nada tendrá sentido jamás.

En esas me mantuve lo que me pareció una eternidad, balanceándome entre los extremos, mi estado de ánimo comenzó a hacer puenting, ahora estaba arriba (me había sonreído/llamado/escrito/pensado), ahora estaba escogiendo entre diferentes métodos de suicidio ante su desprecio.

A veces sentía realmente que estaba cruzando el infierno, y ahora, desde el exilio, no puedo evitar encontrarme pensando muy a menudo (demasiado) en una maldita bruja o vidente sentada delante de sus cartas del Tarot. De repente esas cartas del Tarot se convierten en un tablero del juego de mesa "Quién es quién" y de ese tablero comienza a bajar todas esas fotos de chicas y solo una queda en pie: ¡Luci!
Y la bruja ríe y ríe ante la visión del infierno que me espera, porque si alguna definición de infierno es válida debe ser esta: el amor no correspondido. La obsesión por estar a su lado. El no poder conformarse con otra cosa.

A pesar de hallarme en tan lamentable estado y llevar una existencia clandestina, no puedo apagar del todo la llama de la esperanza ni dejar de sentirme en parte afortunado por existir. Por que ella exista. Porque se este modo, no dejo de sentirme con una papeleta más en el sorteo, y quizás alguna vez pueda volver allí.

Mientras tanto, como ocurre a veces los amigos se convierten en superhéroes de a pie e intentan salvarte.

—En serio, se te va la olla, ¿Me estás diciendo esto de verdad?

—Totalmente en serio, sin una mínima porción de duda.

—¿Eres consciente de lo que estás diciendo? ¿De verdad renunciarías a tu talento por estar con ella?

—Sin duda alguna.

—¡¡Dios!! ¿Al Rock and Roll?

—Por supuesto.

—¿A estar con ninguna otra mujer en el resto de tu vida?   

—¿Dónde hay que firmar?

—Tío, voy a llevarte a un manicomio.


Fin.      


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