sábado, 7 de diciembre de 2013

Arquitectura errática

Los primeros rayos de luz se colaban a través de los agujeros de la persiana, y él, que acababa de despertar, no pudo evitar pensar en su interior, en su alma, si es que existía.
Tras unos segundos tomó conciencia de dónde estaba y qué hacía allí, pudo percibir su respiración, pudo sentir como ella le rodeaba con sus brazos y apoyaba su cabeza en su costado. Era preciosa.

Intentó levantarse retirando con cuidado los brazos que le rodeaban y al dirigir de nuevo su mirada hacia ella, ya tenía sus rasgados ojos verdes abiertos y una media sonrisa en la boca.

-Buenos días, preciosa -le susurró-, siento haberte despertado.

Ella no contestó, solo sonreía. Verla allí, entre las sábanas, tan frágil, tan bella, tan humana, podía hacer sentir a un hombre que perdería la cabeza si la contemplaba demasiado tiempo. Era realmente especial.

-Hemos vuelto a hacerlo -dijo ella al fin-, no se si esto está bien.

-Ya hemos hablado del asunto, lo hemos hecho y ya está, no te agobies, deberías respirar.

-Lo siento -se disculpó-, no debería haber dicho eso, yo deseaba esto tanto como tú, es solo que no termino de verlo claro, no deja de parecerme una locura, lo siento, de verdad.

-No se si será una locura, tampoco se si deberíamos definirlo, no se si podría definirlo, solo se que lo necesito, que te necesito. Necesito esta locura nuestra, necesito sentir que hay algo, que tenemos algo, aunque lo que tengamos solo sea locura.

-Yo también lo necesito, puedo intentar frenarlo hasta cierto punto, pero sería absurdo negarlo, yo también necesito esto, lo deseo. 

-Pero...-la interrumpió.

-Pero no deja de ser lo que es, ya sabes todo lo que hay, todos los factores, todas esas variables que están en juego. No quiero sufrir. No quiero que se desmorone todo aquello que tanto trabajo me ha costado construir, y tampoco quiero perderte, no quiero perder esto. Es una maldita locura -se lamentó-, no consigo ver la salida. no consigo ver la luz al final del túnel. Cada vez está todo más oscuro, esto no puede durar eternamente.

-Entiendo que te preocupe el futuro, pero todo eso es muy relativo -contestó-, ¿sabes? cuando pienso en el futuro pienso :"Si sigues aquí, tumbada a mi lado durante los próximos quince minutos, esos serán los mejores quince minutos que haya vivido hasta ahora, será un futuro prometedor, y si te quedarás luego, quince minutos más, me sentiría el tipo más afortunado del mundo". No necesito más predicción que la certeza de tenerte a mi lado un poco más. Siempre un poco más. Siempre un poco más. Hasta el infinito o hasta que te canses.

-Te quiero. ¿Por qué no puede ser más sencillo?

-Es bastante sencillo, no todo es tan oscuro como te lo parece, a veces solo es una cuestión de perspectiva.

-La realidad es la realidad, y lo que ves es lo que hay.

-¿Me estás diciendo que si no veo algo es que no existe? -le preguntó él-, mira, ahora mismo estamos aquí, en esta habitación a oscuras, pero ahí afuera podrían estar brillando las estrellas, podrían estar arrojando como piedras su luz para alumbrar a la ciudad. ¿Dejarían de existir por el hecho de no verlas en este momento? sabes que no.

-En ese caso, se trataría de una suposición. Si estuviésemos aquí de noche, en esta habitación, supondríamos que ahí afuera estarían brillando las estrellas, pero la realidad es que aquí dentro estaríamos a oscuras igualmente.

-¿A oscuras para siempre? 

-Supongo que no, pero no puedo asegurarlo, al igual que no puedo asegurar que ahí afuera estén brillando las estrellas. Podría suponer que en algún momento entraría la luz y acabaría con esta oscuridad, no sería más que eso. Eso se llama suposición.

-Yo prefiero llamarlo fe.

-¿Fe? Nunca pensé que fueras un tipo de esos. ¿En qué tienes fe?

-Tengo fe en muchísimas cosas. A veces, la fe es lo único que hace que me levante cada mañana, la fe es la certeza de la incerteza. Tengo fe en mi capacidad para cometer errores cada vez más grandes y que tu sigas ahí a mi lado un día más, haciendo que los transforme en eso que llaman arte, haciendo que tenga sentido levantarse después de caer. Tengo fe en el minuto siguiente. Tengo fe en tus ojos. Tengo fe en seguir sacándote una sonrisa. Tengo fe en que me insultes. Tengo fe en que me empapes en gasolina, me prendas fuego, te abraces a mi en un abrazo de llamaradas, ardamos, nos extingamos y volvamos a nacer de nuestras cenizas. Tengo fe en poder seguir escupiéndoles en la cara y que lo llamen arte y me paguen por ello. Tengo fe en todas esas cosas sin alma que tan felices nos hacen. Tengo fe en que seguiré vomitando por las mañanas un champán mucho más caro que el coche de nuestro vecino. Tengo fe en encontrar tus manos cuando sienta que caigo al vacío. Tengo fe en que estamos aquí y no hay nada que desee más ahora mismo.

-Siempre he tenido fe en ti, lo sabes, siempre supe que llegarías a esto. Sin embargo nunca pensé que nuestra historia continuaría. Pensé que me olvidarías, que pasarías a enterrarme en tu pasado.

-Tu eres mi pasado, mi presente y tengo fe en que serás mi futuro.

-Tengo miedo. No puedo evitar tener miedo, y no puedo demostrarlo, es una presión terrible que me acecha y me asalta cuando estoy algo débil. no puedo evitar pensar que esta historia es alguna especie de callejón que antes o después me va a llevar a un final terrible. Como una especie de suicidio.

-Lo entiendo. Pero no se qué más hacer, yo solo necesito la certeza de que estás aquí conmigo ahora, y a veces, aún cuando no estás aquí, sonrío pensando que allá donde estés, estás pensando en mi, que tenemos algo, que soy alguien en tu vida. Pero entiendo eso que dices, y entiendo bastante de suicidios.
Si, joder, esta historia puede parecerte un suicidio y entiendo por qué, pero no creas que yo arriesgo menos, para mi también puede convertirse en un suicidio. Si te pierdo, se acabó. No quiero nada que no seas tu, si decides largarte, de alguna manera también se habrá acabado todo para mi. Desde que era un chaval, la idea del suicidio siempre ha estado pasando por mi cabeza. Siempre ese revolver en mi boca, esperando a que apretase el gatillo.

-A veces siento que en mi caso, tu eres ese revolver -contestó ella y tras rodearle el cuello con los brazos, le besó introduciéndole la lengua en la boca.

Él recibió su beso de fuego palpando con sus manos sus caderas, sus piernas, sus pechos.

-Eres mi maldito revolver -gimió ella mientras buscaba bajo las sabanas su polla-, déjame tirar del gatillo.

-Dispara.

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