Era demasiado temprano para que la presencia de
aquellas dos figuras encajara en la escena. Las farolas aún estaban encendidas
y arrojaban una palidez amarillenta sobre los rostros de aquellos dos tipos que
permanecían sentados en la escalinata del puerto que bajaba hasta el río.
Sin embargo, sus voces, casi susurros, parecían armonizar con la melodía que reproducían las olas al chocar contra la arquitectura del lugar y los graznidos de algunas aves que madrugaban. No se miraban a la cara, estaban tumbados a diferente altura, sin contemplar nada que allí se encontrara, solo mirando al cielo, pasándose eventualmente la botella y el pitillo.
Sin embargo, sus voces, casi susurros, parecían armonizar con la melodía que reproducían las olas al chocar contra la arquitectura del lugar y los graznidos de algunas aves que madrugaban. No se miraban a la cara, estaban tumbados a diferente altura, sin contemplar nada que allí se encontrara, solo mirando al cielo, pasándose eventualmente la botella y el pitillo.
— ¿Recuerdas
a Carolina, la profesora de literatura?
— Claro,
nos dio clases durante un par de años en el instituto. Era la única asignatura
que aprobaba, solo iba a sus clases.
— Lógico.
A día de hoy sigo machacándomela a veces pensando en ella, estaba buenísima,
todos íbamos a sus clases solo por verla.
— No
estaba mal, pero aparte de lo buena que estaba, era una buena profesora, sabía
cómo hacer su trabajo sin que nos aburriésemos, se notaba que le apasionaba
aquello de lo que nos hablaba.
— Ya
lo creo, tenía pinta de saber hacer muy bien su trabajo —dijo mientras simulaba
con gestos una mamada—. ¿Sabes? Una vez, Abraham me contó algo sobre ella. Me
dijo, que una noche, después de lo de su divorcio, las amenazas de su marido y
la baja por depresión que tuvo que coger, se la encontró cuando salía de
fiesta. Me contó que justo cuando salía de la discoteca, ella lo llamó desde la
ventanilla de un coche, iba con unas amigas, dice que lo invitó a subir. Esa
noche se la folló, y dice que es una auténtica bestia, el mejor polvo de su
vida. ¿Crees que es cierto?
— Creo
que es cierto en su imaginación. Y creo que ese tío también se pajeaba pensando
en ella, sinceramente, creo que Abraham te contó la fantasía con la que se
masturbaba. ¿Te fijaste en si babeaba mientras te lo contaba o si había un
bulto en su pantalón? Creo que has hablado con un tío empalmado, eso te hace un
poco más gay.
— Que
te jodan. Solo digo que siempre iba a clase con esos pantalones ajustados, y
esos Tops que dejaban poco a la imaginación. No me parece nada descabellado que
se follara a Abraham.
— No
la conocías nada, ni tu ni nadie. Abraham es un salido de mierda, un niñato
imberbe que te la intentó colar, ella no lo habría tocado ni con un palo.
— ¡Ey!
No te ofendas, amigo —dijo mientras le pasaba la botella—, solo te cuento lo
que me dijo. Además, ¿desde cuándo te preocupas por la profe?
— Seguí
en contacto con ella después del instituto, era una tía cojonuda, no tenéis ni
idea de cuánto, y su hija es preciosa, no tiene necesidad de ir por ahí
follándose a niñatos de mierda.
— ¡Te
la has tirado! Ahora entiendo esos
notables y sobresalientes en literatura. ¡Hijo de puta!... ¡Te la tiraste!
¿Cómo que seguiste en contacto con ella? Tienes que contarme eso.
— No.
No lo hice, de hecho, jamás me la habría tirado, no era ese el tipo de interés
que teníamos el uno en el otro. Solo compartíamos intereses en común. Pero te
contaré como sucedió.
Estábamos en clase, y
ese día llegaba totalmente demacrada, se le notaba que estaba hecha polvo. Nos
estaba hablando de Bécquer, y como solía hacer, comenzó a recitar uno de sus
poemas, creo que era ese que comienza con algo así como “Volverán las oscuras
golondrinas…” y se detuvo, conteniendo las lágrimas, miró hacia el suelo, se
disculpó y salió de la clase.
Yo no tenía un buen
día, así que no estaba prestando mucha atención. No sé si lo recuerdas, pero
por aquél entonces no íbamos mucho a clase y yo solo tenía un único cuaderno
que utilizaba para escribir mis cosas en lugar de atender.
Cuando se ausentó todos comenzaron a hablar y a hacer el gilipollas, yo continué trabajando en una historia que llevaba dándome vueltas en la cabeza varios días, estaba realmente ensimismado.
No me di cuenta de cuándo entró de nuevo en clase, así que de repente me sobresalté cuando oí su voz justo a mi lado, me dijo: “¿Puedo hablar contigo al final de la clase?”.
Me llevé un buen susto, conociendo mi curriculum, pensé que iba a comunicarme que me expulsaban por cualquiera de los tantísimos motivos con los que había hecho méritos para ello. Me había mirado impasible mientras lo decía, así que paré de escribir y presté atención el resto de la clase, no podía pensar con claridad.
Cuando se ausentó todos comenzaron a hablar y a hacer el gilipollas, yo continué trabajando en una historia que llevaba dándome vueltas en la cabeza varios días, estaba realmente ensimismado.
No me di cuenta de cuándo entró de nuevo en clase, así que de repente me sobresalté cuando oí su voz justo a mi lado, me dijo: “¿Puedo hablar contigo al final de la clase?”.
Me llevé un buen susto, conociendo mi curriculum, pensé que iba a comunicarme que me expulsaban por cualquiera de los tantísimos motivos con los que había hecho méritos para ello. Me había mirado impasible mientras lo decía, así que paré de escribir y presté atención el resto de la clase, no podía pensar con claridad.
Después de que sonara
la campana y mientras todos recogían sus cosas y salían disparados de la clase,
yo me levanté y caminé hacia la mesa de la profesora.
A mitad del camino me dijo: “Trae tu cuaderno, por favor”. No sabía dónde meterme, me acojoné.
A mitad del camino me dijo: “Trae tu cuaderno, por favor”. No sabía dónde meterme, me acojoné.
— ¿Estabas haciendo
tareas de otras asignaturas mientras yo daba clase?
—No, en realidad no —le
confesé—, solo escribía algunas tonterías y dibujos, lo siento.
— ¿Puedo echarle un
vistazo? —Me dijo con el cuaderno ya en sus manos—, ¿te importa que me lo lleve
a casa?
—Oye, lo siento. A partir
de ahora prestaré atención, ¿vale? Es solo que no he tenido una buena semana.
—Ni un buen trimestre,
a juzgar por lo que me contaron ayer en el claustro. No es eso de lo que quería
hablarte, es solo que me gustaría echar un vistazo a eso que escribes, eres el
mejor de la clase en cuanto a redacción, léxico, expresión, es solo pura
curiosidad, pero si te incomoda no me lo llevo.
—Me incomoda un poco,
la verdad —dije mirando al suelo.
—Prometo no mirar esas
últimas páginas en las que me has dibujado desnuda. Pensaba operarme, hacerme
un aumento de pecho, pero según lo que he visto, no me quedarían demasiado bien
esas tetas tan grandes —dijo sonriendo—. Mañana te lo devuelvo, de verdad.
Así que se llevó el
maldito cuaderno, y ese día lo pasé fatal, luego me alegré, nos hicimos algo
así como amigos, me ayudó bastante con esta historia de escribir.
— ¿Dibujabas a la
profesora desnuda, lo vio y no te echó la bronca?
—Así es, solo me habló
de mis textos, me recomendó algunos autores y me dio algunos consejos.
Los dos tipos guardaron
silencio durante algunos minutos. El pitillo se había consumido, la botella
ahora estaba vacía y el cielo comenzaba a ampliar su paleta de colores ante la
inevitable salida del sol.
—Voy a echarte de
menos, hijo de puta. Nunca olvidaré aquella mañana, cuando yo aún llevaba gafas
y el pelo largo y rizado y Maqui me estaba empujando y vacilando delante de
Rocio, Pilar, Cinta y las otras chicas de la clase. Le diste bien duro a ese
cabrón.
—No lo hice por ti, y
lo sabes. Ese tío se estaba haciendo demasiado popular, me parecía un verdadero
imbécil y las chicas comenzaban a adorarle. La tarde anterior quedé con Marta
para salir y en cierto momentos entramos en Pull & Bear, ella estaba en los
probadores y yo entré, pensé que era lo que quería, ya sabes, echar un polvo
rápido allí. Entonces me rechazó, me dijo que estaba de rollo con Maqui. Yo
salí echando hostias de allí, golpeando todo de camino a casa. Es por eso que
me acerqué a machacarle, me diste la oportunidad perfecta.
Pero…nunca me he alegrado tanto de haber golpeado a alguien, yo también te voy a echar de menos.
Pero…nunca me he alegrado tanto de haber golpeado a alguien, yo también te voy a echar de menos.
— ¿Cómo llevas tu
asunto? ¿Puedo irme tranquilo?
—Mi asunto es horrible,
pero puedes irte tranquilo, aunque si prefieres quedarte…vale, no he dicho eso.
— ¿Sabes, nunca antes
te había visto asustado? Estos meses han sido muy extraños, y creo que todos
empiezan a notarlo.
—Nunca había estado tan
asustado, porque nunca había necesitado tanto algo como lo necesito ahora, eso
me da pánico.
—Lo estás haciendo
fatal —bromeó mientras se giraba y le daba una palmada en el hombro—. No, en
serio: Te conozco, y sé cómo funcionas, por eso sé que tienes algo importante
entre manos, recuerda que ya no estamos en el instituto, no puedes seguir
golpeándote loco contra todo, ni quedarte eternamente bloqueado cada vez que
tengas que mirar al vacío.
—Es al vacío a donde
miro cada vez que escribo sobre mí. Y ahora solo puedo escribir sobre ella, ha
llenado mis textos, y de alguna forma, saber que está ahí fuera llena ese
vacío. Pero, ¿y si sale mal? ¿Qué voy a hacer si vuelve el vacío? Estoy muerto
de miedo.
—Soy el primero que
dudó en su momento. Fui duro contigo reprochándote que te estuvieras saltando
el protocolo, todo eso que me habías enseñado. Fui el primero que dudó de ella,
pero tío, después de todo lo sucedido, después de todo lo que me has contado
estos meses, de lo que he vivido contigo, tengo que decirte que merece la pena
intentarlo. Estoy seguro, ese vacío del que hablas te tragará si dejas que
el miedo te guie en este asunto.
—Tú no hablas así, tío.
—Voy a largarme, y
estamos borrachos y fumados, puedo hablar de lo que me dé la gana, y tu eres mi
amigo, y la quieres más de lo que hayas querido nunca a nadie, no puedo irme
sabiendo que vas a hacer el gilipollas, que vas a salir corriendo, a abandonar
una vez más. No te hagas eso, no te lo perdonarías nunca.
—Hay algo sobre lo que
nunca hemos hablado, se trata de tu chica.
— ¿Mi chica? Eres tú el
que se está haciendo mayor, yo no tengo de eso. Mi chica es cada una de esas
vaginas ambulantes, todas esos húmedos chochitos que se ocultan al final de
unas largas piernas aquí, en Madrid o en Holanda. Lo sabes, no tienes de qué
preocuparte, solo te pido que no hagas el idiota. Creo que deberías permitirte
ser feliz de vez en cuando, por mucho que te acojone y quieras siempre
destruirlo todo con tus manos, antes que contemplar cómo lo pierdes.
—Gracias. Y vete a la
mierda —dijo escondiendo la cabeza entre las rodillas flexionadas-. Gracias,
hijo de puta.
—Por cierto, hay algo
sobre lo que nunca hemos hablado: Esa noche, al salir de aquella discoteca con
aquella chica Rock and roll, cuando íbamos tan ciegos que nos metimos los tres
en su coche y….
—Eh, por ahí no, no
pienso hablar de eso ni una sola vez. Deberíamos largarnos.
El sol eyaculaba sobre el cielo nocturno, que gemía ahogados orgasmos en difuminados
violetas, y comenzaban a oírse los sonidos típicos del puerto al amanecer. Los
motores de los barcos comenzaban a rugir y algunos trasnochados exhalaban su
último aliento arrastrándose sobre baldosas ojerosas que apuraban restos de
alcohol, semen y desamor.
Las dos figuras recorrieron a paso lento la ciudad sin intercambiar palabra hasta llegar al apartamento del más joven de los dos.
Al entrar en el piso,
el propietario corrió directamente al baño, el invitado se dirigió a la mesa
del salón, tomó asiento y empezó a escribir aceleradamente.
Media hora después, el joven salió del baño después de vomitar sentimentalismo, una botella de Jack Daniels y cuatrocientos millones de rayas.
Media hora después, el joven salió del baño después de vomitar sentimentalismo, una botella de Jack Daniels y cuatrocientos millones de rayas.
— ¿Qué estás
escribiendo, algo para tu libro?
—No, es solo una carta
para una vieja amiga.
Querida
Alicia,
“No
he podido evitar pensar en ti, en todo lo que hablamos en nuestro breve
encuentro, en lo hipócrita e impostor que me siento a veces cuando dejo que sea
el miedo quién me dirija. “No me das miedo,—me dijiste—, se que no eres un tipo
malvado, ni un cobarde que se corta”.
Soy
un verdadero cobarde. Estoy muerto de miedo, no sé si soy un tipo malvado o no.
Solo sé que me corta su ausencia, que siento como me atraviesa y me explora por
dentro cuando nos abrazamos. Me siento totalmente expuesto y siempre he querido
ser el único que pudiese hacerme daño. Me hace daño perderla. Me hace daño
pensar en perderla. Tu padre no era un cobarde Alicia, era un tipo genial que
pensó que no merecía una segunda oportunidad, no encontró el camino.
Voy
a tratar de encontrar el camino. Ojalá estés bien, ojalá la conocieras, Alicia,
porque representa todo aquello que siempre me ha aterrorizado: mi felicidad.
Si me dice quédate tiemblo de pensar en que me abandone, y si pienso en abandonarla tiemblo aún más. Me da vértigo el equilibrio que me proporciona su desequilibrio, pero, a pesar de todo, quiero caminar en la cuerda floja a su lado, hasta cruzar el vacío o ser devorado por él.
Si me dice quédate tiemblo de pensar en que me abandone, y si pienso en abandonarla tiemblo aún más. Me da vértigo el equilibrio que me proporciona su desequilibrio, pero, a pesar de todo, quiero caminar en la cuerda floja a su lado, hasta cruzar el vacío o ser devorado por él.
Se
feliz, Alicia. Yo lo soy con ser testigo de su respiración. Cuerpo a cuerpo.
Bala a bala. Mirada a mirada. Ella tiembla mientras duerme, Alicia, y yo quiero
estar ahí para sentirlo, noche tras noche. Cuchillo tras cuchillo. Sonrisa tras
sonrisa. Canción tras canción. Todos ahí fuera creen conocer su nombre, pero
ella tiene muchos nombres, cada día uno diferente y yo quiero conocerlos todos.”
Siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario