lunes, 10 de marzo de 2014

El dilema del erizo

Era demasiado temprano para que la presencia de aquellas dos figuras encajara en la escena. Las farolas aún estaban encendidas y arrojaban una palidez amarillenta sobre los rostros de aquellos dos tipos que permanecían sentados en la escalinata del puerto que bajaba hasta el río.
Sin embargo, sus voces, casi susurros, parecían armonizar con la melodía que reproducían las olas al chocar contra la arquitectura del lugar y los graznidos de algunas aves que madrugaban. No se miraban a la cara, estaban tumbados a diferente altura, sin contemplar nada que allí se encontrara, solo mirando al cielo, pasándose eventualmente la botella y el pitillo.

    ¿Recuerdas a Carolina, la profesora de literatura?

    Claro, nos dio clases durante un par de años en el instituto. Era la única asignatura que aprobaba, solo iba a sus clases.

    Lógico. A día de hoy sigo machacándomela a veces pensando en ella, estaba buenísima, todos íbamos a sus clases solo por verla.

    No estaba mal, pero aparte de lo buena que estaba, era una buena profesora, sabía cómo hacer su trabajo sin que nos aburriésemos, se notaba que le apasionaba aquello de lo que nos hablaba.

    Ya lo creo, tenía pinta de saber hacer muy bien su trabajo —dijo mientras simulaba con gestos una mamada—. ¿Sabes? Una vez, Abraham me contó algo sobre ella. Me dijo, que una noche, después de lo de su divorcio, las amenazas de su marido y la baja por depresión que tuvo que coger, se la encontró cuando salía de fiesta. Me contó que justo cuando salía de la discoteca, ella lo llamó desde la ventanilla de un coche, iba con unas amigas, dice que lo invitó a subir. Esa noche se la folló, y dice que es una auténtica bestia, el mejor polvo de su vida. ¿Crees que es cierto?

    Creo que es cierto en su imaginación. Y creo que ese tío también se pajeaba pensando en ella, sinceramente, creo que Abraham te contó la fantasía con la que se masturbaba. ¿Te fijaste en si babeaba mientras te lo contaba o si había un bulto en su pantalón? Creo que has hablado con un tío empalmado, eso te hace un poco más gay.

    Que te jodan. Solo digo que siempre iba a clase con esos pantalones ajustados, y esos Tops que dejaban poco a la imaginación. No me parece nada descabellado que se follara a Abraham.

    No la conocías nada, ni tu ni nadie. Abraham es un salido de mierda, un niñato imberbe que te la intentó colar, ella no lo habría tocado ni con un palo.

    ¡Ey! No te ofendas, amigo —dijo mientras le pasaba la botella—, solo te cuento lo que me dijo. Además, ¿desde cuándo te preocupas por la profe?

    Seguí en contacto con ella después del instituto, era una tía cojonuda, no tenéis ni idea de cuánto, y su hija es preciosa, no tiene necesidad de ir por ahí follándose a niñatos de mierda.

    ¡Te la has tirado! Ahora entiendo  esos notables y sobresalientes en literatura. ¡Hijo de puta!... ¡Te la tiraste! ¿Cómo que seguiste en contacto con ella? Tienes que contarme eso.

    No. No lo hice, de hecho, jamás me la habría tirado, no era ese el tipo de interés que teníamos el uno en el otro. Solo compartíamos intereses en común. Pero te contaré como sucedió.

Estábamos en clase, y ese día llegaba totalmente demacrada, se le notaba que estaba hecha polvo. Nos estaba hablando de Bécquer, y como solía hacer, comenzó a recitar uno de sus poemas, creo que era ese que comienza con algo así como “Volverán las oscuras golondrinas…” y se detuvo, conteniendo las lágrimas, miró hacia el suelo, se disculpó y salió de la clase.

Yo no tenía un buen día, así que no estaba prestando mucha atención. No sé si lo recuerdas, pero por aquél entonces no íbamos mucho a clase y yo solo tenía un único cuaderno que utilizaba para escribir mis cosas en lugar de atender.
Cuando se ausentó todos comenzaron a hablar y a hacer el gilipollas, yo continué trabajando en una historia que llevaba dándome vueltas en la cabeza varios días, estaba realmente ensimismado.
No me di cuenta de cuándo entró de nuevo en clase, así que de repente me sobresalté cuando oí su voz justo a mi lado, me dijo: “¿Puedo hablar contigo al final de la clase?”.
Me llevé un buen susto, conociendo mi curriculum, pensé que iba a comunicarme que me expulsaban por cualquiera de los tantísimos motivos con los que había hecho méritos para ello. Me había mirado impasible mientras lo decía, así que paré de escribir y presté atención el resto de la clase, no podía pensar con claridad.

Después de que sonara la campana y mientras todos recogían sus cosas y salían disparados de la clase, yo me levanté y caminé hacia la mesa de la profesora.
A mitad del camino me dijo: “Trae tu cuaderno, por favor”. No sabía dónde meterme, me acojoné.

— ¿Estabas haciendo tareas de otras asignaturas mientras yo daba clase?

—No, en realidad no —le confesé—, solo escribía algunas tonterías y dibujos, lo siento.

— ¿Puedo echarle un vistazo? —Me dijo con el cuaderno ya en sus manos—, ¿te importa que me lo lleve a casa?

—Oye, lo siento. A partir de ahora prestaré atención, ¿vale? Es solo que no he tenido una buena semana.

—Ni un buen trimestre, a juzgar por lo que me contaron ayer en el claustro. No es eso de lo que quería hablarte, es solo que me gustaría echar un vistazo a eso que escribes, eres el mejor de la clase en cuanto a redacción, léxico, expresión, es solo pura curiosidad, pero si te incomoda no me lo llevo.

—Me incomoda un poco, la verdad —dije mirando al suelo.

—Prometo no mirar esas últimas páginas en las que me has dibujado desnuda. Pensaba operarme, hacerme un aumento de pecho, pero según lo que he visto, no me quedarían demasiado bien esas tetas tan grandes —dijo sonriendo—. Mañana te lo devuelvo, de verdad.

Así que se llevó el maldito cuaderno, y ese día lo pasé fatal, luego me alegré, nos hicimos algo así como amigos, me ayudó bastante con esta historia de escribir.


— ¿Dibujabas a la profesora desnuda, lo vio y no te echó la bronca?

—Así es, solo me habló de mis textos, me recomendó algunos autores y me dio algunos consejos.

Los dos tipos guardaron silencio durante algunos minutos. El pitillo se había consumido, la botella ahora estaba vacía y el cielo comenzaba a ampliar su paleta de colores ante la inevitable salida del sol.

—Voy a echarte de menos, hijo de puta. Nunca olvidaré aquella mañana, cuando yo aún llevaba gafas y el pelo largo y rizado y Maqui me estaba empujando y vacilando delante de Rocio, Pilar, Cinta y las otras chicas de la clase. Le diste bien duro a ese cabrón.

—No lo hice por ti, y lo sabes. Ese tío se estaba haciendo demasiado popular, me parecía un verdadero imbécil y las chicas comenzaban a adorarle. La tarde anterior quedé con Marta para salir y en cierto momentos entramos en Pull & Bear, ella estaba en los probadores y yo entré, pensé que era lo que quería, ya sabes, echar un polvo rápido allí. Entonces me rechazó, me dijo que estaba de rollo con Maqui. Yo salí echando hostias de allí, golpeando todo de camino a casa. Es por eso que me acerqué a machacarle, me diste la oportunidad perfecta.
Pero…nunca me he alegrado tanto de haber golpeado a alguien, yo también te voy a echar de menos.

— ¿Cómo llevas tu asunto? ¿Puedo irme tranquilo?

—Mi asunto es horrible, pero puedes irte tranquilo, aunque si prefieres quedarte…vale, no he dicho eso.

— ¿Sabes, nunca antes te había visto asustado? Estos meses han sido muy extraños, y creo que todos empiezan a notarlo.

—Nunca había estado tan asustado, porque nunca había necesitado tanto algo como lo necesito ahora, eso me da pánico.

—Lo estás haciendo fatal —bromeó mientras se giraba y le daba una palmada en el hombro—. No, en serio: Te conozco, y sé cómo funcionas, por eso sé que tienes algo importante entre manos, recuerda que ya no estamos en el instituto, no puedes seguir golpeándote loco contra todo, ni quedarte eternamente bloqueado cada vez que tengas que mirar al vacío.

—Es al vacío a donde miro cada vez que escribo sobre mí. Y ahora solo puedo escribir sobre ella, ha llenado mis textos, y de alguna forma, saber que está ahí fuera llena ese vacío. Pero, ¿y si sale mal? ¿Qué voy a hacer si vuelve el vacío? Estoy muerto de miedo.

—Soy el primero que dudó en su momento. Fui duro contigo reprochándote que te estuvieras saltando el protocolo, todo eso que me habías enseñado. Fui el primero que dudó de ella, pero tío, después de todo lo sucedido, después de todo lo que me has contado estos meses, de lo que he vivido contigo, tengo que decirte que merece la pena intentarlo. Estoy seguro, ese vacío del que hablas te tragará si dejas que el miedo te guie en este asunto.

—Tú no hablas así, tío.

—Voy a largarme, y estamos borrachos y fumados, puedo hablar de lo que me dé la gana, y tu eres mi amigo, y la quieres más de lo que hayas querido nunca a nadie, no puedo irme sabiendo que vas a hacer el gilipollas, que vas a salir corriendo, a abandonar una vez más. No te hagas eso, no te lo perdonarías nunca.

—Hay algo sobre lo que nunca hemos hablado, se trata de tu chica.

— ¿Mi chica? Eres tú el que se está haciendo mayor, yo no tengo de eso. Mi chica es cada una de esas vaginas ambulantes, todas esos húmedos chochitos que se ocultan al final de unas largas piernas aquí, en Madrid o en Holanda. Lo sabes, no tienes de qué preocuparte, solo te pido que no hagas el idiota. Creo que deberías permitirte ser feliz de vez en cuando, por mucho que te acojone y quieras siempre destruirlo todo con tus manos, antes que contemplar cómo lo pierdes.

—Gracias. Y vete a la mierda —dijo escondiendo la cabeza entre las rodillas flexionadas-. Gracias, hijo de puta.

—Por cierto, hay algo sobre lo que nunca hemos hablado: Esa noche, al salir de aquella discoteca con aquella chica Rock and roll, cuando íbamos tan ciegos que nos metimos los tres en su coche y….

—Eh, por ahí no, no pienso hablar de eso ni una sola vez. Deberíamos largarnos.

El sol eyaculaba sobre el cielo nocturno, que gemía ahogados orgasmos en difuminados violetas, y comenzaban a oírse los sonidos típicos del puerto al amanecer. Los motores de los barcos comenzaban a rugir y algunos trasnochados exhalaban su último aliento arrastrándose sobre baldosas ojerosas que apuraban restos de alcohol, semen y desamor.

Las dos figuras recorrieron a paso lento la ciudad sin intercambiar palabra hasta llegar al apartamento del más joven de los dos.

Al entrar en el piso, el propietario corrió directamente al baño, el invitado se dirigió a la mesa del salón, tomó asiento y empezó a escribir aceleradamente.
Media hora después, el joven salió del baño después de vomitar sentimentalismo, una botella de Jack Daniels y cuatrocientos millones de rayas.

— ¿Qué estás escribiendo, algo para tu libro?

—No, es solo una carta para una vieja amiga.

Querida Alicia,

“No he podido evitar pensar en ti, en todo lo que hablamos en nuestro breve encuentro, en lo hipócrita e impostor que me siento a veces cuando dejo que sea el miedo quién me dirija. “No me das miedo,—me dijiste—, se que no eres un tipo malvado, ni un cobarde que se corta”.
Soy un verdadero cobarde. Estoy muerto de miedo, no sé si soy un tipo malvado o no. Solo sé que me corta su ausencia, que siento como me atraviesa y me explora por dentro cuando nos abrazamos. Me siento totalmente expuesto y siempre he querido ser el único que pudiese hacerme daño. Me hace daño perderla. Me hace daño pensar en perderla. Tu padre no era un cobarde Alicia, era un tipo genial que pensó que no merecía una segunda oportunidad, no encontró el camino.

Voy a tratar de encontrar el camino. Ojalá estés bien, ojalá la conocieras, Alicia, porque representa todo aquello que siempre me ha aterrorizado: mi felicidad.
Si me dice quédate tiemblo de pensar en que me abandone, y si pienso en abandonarla tiemblo aún más. Me da vértigo el equilibrio que me proporciona su desequilibrio, pero, a pesar de todo, quiero caminar en la cuerda floja a su lado, hasta cruzar el vacío o ser devorado por él.

Se feliz, Alicia. Yo lo soy con ser testigo de su respiración. Cuerpo a cuerpo. Bala a bala. Mirada a mirada. Ella tiembla mientras duerme, Alicia, y yo quiero estar ahí para sentirlo, noche tras noche. Cuchillo tras cuchillo. Sonrisa tras sonrisa. Canción tras canción. Todos ahí fuera creen conocer su nombre, pero ella tiene muchos nombres, cada día uno diferente y yo quiero conocerlos todos.”


                                                                                                                         Siempre.

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