sábado, 6 de julio de 2013

Fría mañana en el infierno

Como en tantísimas otras ocasiones me ha ocurrido, de repente, en un momento determinado y sin comerlo ni beberlo me encuentro en un infierno de situación. Debo poner una tremenda cara de gilipollas al encontrarme en semejantes situaciones, porque la verdad es que nunca me doy cuenta del proceso.
Soy un verdadero adicto a los errores, pero como ocurre con una mala borrachera, solo me doy cuenta de la nefasta cadena de errores que me ha conducido hacia la insoportable situación, cuando ya estoy de mierda hasta el cuello.


Esto nos lleva a aquella fría mañana de Febrero. Arrastraba mi flaco cuerpo hacia una rutina agobiante y exasperante para un tipo de personalidad como la mía.
En cualquier caso allí estaba yo. Allí comenzó todo.


— Dame a mí una hijo, ¡que soy una persona mayor! —repetía sin parar aquella anciana de ojos vacíos, haciendo gala del oscuro tumor que ocupaba ahora el lugar donde una vez se encontrara su cerebro—. ¡Aquí!, ¡dame una para mi nieto!

— Lo siento señora, primero a los niños —dije fingiendo amabilidad y educación, a pesar de que mis reservas de ambos sentimientos se encontraban cerca del agotamiento—, si sobra, le doy algunos.


Vaya una manera de empezar el día, te levantas una mañana y lo primero que haces, es ponerte el traje de baño y correr hacia el trampolín, realizar un doble mortal con tirabuzón y bañarte en la mierda. Con un poco de suerte quizás consigas salpicar a alguien más.
A raíz de aquella escatológica reflexión a la que me llevó el gris episodio que actuaba como motor de mi vida en aquél momento, una pregunta me asaltó como una sombra en la noche.


Durante unos días la pregunta no paraba de reproducirse una y otra vez en mi cabeza, como el recuerdo de una buena mamada o un doloroso abrazo de despedida bajo la lluvia:
 

¿Era así como imaginaba mi vida?

Tengo veintiséis años, quería vivir del Rock and roll, me decidí por la guitarra, he montado y pertenecido A diferentes grupos de Rock, y hasta hoy he resultado no ser un Jimmy Page ni nada por el estilo.

Escribo continuamente como ejercicio para exorcizar a mis demonios, y resulta que tampoco soy el nuevo Hemingway, ni Bukowski, ni un Boudelaire. Estudio Psicología y sospecho que no voy a ser un Jung, ni u Sigmun Freud, ni un zimbardo ni nada de eso.

En serio, ¿A nadie más le pasa?

¿Acaso estáis tan ocupados masturbando vuestras lánguidas mentes con los raquíticos actos sociales cotidianos, que no comparáis vuestras expectativas y sueños adolescentes con la basura de vida prestada que habéis acabado llevando a cabo?

Si lo hacéis os compadezco. Os encontráis a tres pasos del abismo con una pregunta retumbando en vuestro maltratado cerebro: ¿Qué sentido tiene levantarse cada mañana para visitar la puerta de un colegio cual pederasta en celo?
¿Acaso soñé alguna vez con enfrentarme a hordas de niños infectados por el sistema y a padres —porque ya ni adultos podría decir— tristes cansados y hambrientos?

A través de mi experiencia con el entorno, el fracaso, el dolor y la desesperanza, he llegado a siguiente conclusión:
Según las distintas decisiones que tomas, el camino que elijas puede llevarte a ser una persona triste, o una persona absurda.
Puedo verlo cada día en vuestras caras, en la cara de aquellos de vosotros que aún podéis mirar "a pelo".
Por mucho que apretéis los dientes e intentéis sonreír, estáis marcados. Vuestra sonrisa me parte el alma, me la encuentro cada mañana en el espejo.
El resto, los absurdos, los simples, los sistemas básicos sois solo engranajes. sois barcos de vela siguiendo la ruta que os marca el caprichoso aliento de una sociedad enferma a través de ríos de sangre. Sois marineros de la inmundicia.
Camináis cogidos de la mano, nauseabunda felicidad artificial, esos ojos tan vacíos.
Solo sois pajas humanas, una pandilla de eyaculadores precoces, sois satisfacción artificial, sois reflejo, sois fugaces.
Vivís en un destello.

El hecho de que solo existan estas dos opciones me parece una crueldad existencial  sin parangón. La broma macabra del destino. El numero estrella del espectáculo.

Ante esto, una pregunta y una afirmación:

-¿Por qué no pude querer ser policía o bombero?

-Algún día vaciaré la cabeza de algún malcriado hijo de puta como si fuera una calabaza y se la llenaré de cromos Panini.

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