miércoles, 31 de julio de 2013

Durmiendo con Leones

Aquella tarde volvía a casa sumido en mis pensamientos obscenos, caminando bajo la fría lluvia de otoño que llegaba justo a tiempo para apagar el incendio que me provocaba su recuerdo.
Podría decir que a cada paso, se daba lugar dentro de mí la batalla más antigua que conoce el ser humano: Aquella que enfrenta a la razón contra el deseo, pero no sería cierto. 

Yo ya había tomado una decisión. De hecho, no suelo pensármelo dos veces en situaciones como la que acababa de vivir. No existe para mí la posibilidad de renunciar al deseo, no es una opción.

 A pesar de esta carencia de autocontrol, puedo discernir perfectamente qué está bien o mal a ojos de la sociedad. Conozco su concepto de integridad, conozco su doble moral, la detesto, como detesto su sentido de la justicia, la amistad o el amor.

Mientras caminaba resguardado bajo los amplios soportales que me ofrecía la avenida principal, me preparaba para lo que estaba por venir, había accedido a los deseos de Raquel a pesar de conocer el profundo amor que siente por ella mi mejor amigo, Marcos.
Había muchísimas cosas en juego, según moviese las piezas, las consecuencias serían positivas o negativas, claro que esto depende bastante del enfoque que se le da al asunto. De cualquier manera, como suele ser normal en mí, mi movimiento fue pélvico y trajo consecuencias.

No estaba asustado, ni preocupado, solo estaba manteniendo mi mente ocupada, evitando pensar en que aún faltaban unos cuarenta y cinco minutos caminando para llegar a casa, que no llevaba paraguas y que el pene me escocía bastante al roce con los calzoncillos debido a la hora y media de sexo sucio y violento con Raquel en la casa de sus padres.
No podría preocuparme por algo así, sería antinatural que me torturara por haber cometido un acto que me brindaba tanto placer, además, ya llevaba muchísimo tiempo practicando el noble arte de hacer enemigos, por lo que sentía que tenía el control de la situación. 

Aunque pueda parecer lo contrario, desde que conocí Marcos me he sentido muy unido a él. Nos une un fuerte vínculo y valoro mucho nuestra amistad. 
La primera vez que lo vi se encontraba pastando en un verde prado con el resto del rebaño, aunque suelo despreciar con todo mi ser al rebaño y solo me acerco a él en busca de beneficio propio, algo en Marcos me llamó la atención. Marcos no estaba cómodo pastando con esas impertinentes criaturas clónicas, Marcos se encontraba justo en el otro extremo de la balanza, vivíamos en universos distintos.
 

El era una oveja íntegra, noble, bondadosa, era la oveja mascota del resto de ovejas, demasiado pura para ser valorada, demasiado adorable para pasar a ser algo más que el peluche-paño de lágrimas de Raquel.
Yo me encontraba justo en el otro extremo de la balanza.
Me había puesto mi disfraz de perro pastor y allí me encontraba, haciendo la segunda cosa en la lista de cosas que mejor se me da hacer: Impresionar al rebaño para llevarlos hacia donde yo quiera que vayan.

Mientras me hacía con el control, mientras las hacía humedecer sus prendas de lencería a mi paso y los hacía desear mi camaradería, decidí llevar adiestrar a Marcos, enseñarle un nuevo nivel, una nueva manera de hacer las cosas, decidí revelarle mi enseñanza fundamental para que pudiera conseguir sus deseos y viera a sus opresores como lo que son: un rebaño de ovejas asustadas, muertas de miedo por aquello diferente que sentían dentro de él.

Le hice ascender en la pirámide jerárquica para demostrarle la puesta en práctica de mi lección principal:
Folla con ovejas, duerme con leones.

El rebaño no era de fiar, hipnotízalos, saca de ellos lo que necesites y olvídalos. Nunca esperes nada sincero de ellos.

Durante algún tiempo el aprendizaje siguió su curso y Marcos evolucionaba favorablemente, pero había un objetivo truncado: Raquel.
Raquel era una Leona, aún no se había dado cuenta, la llevaba dormida en su interior, pero era una leona que jamás podría sentir ningún tipo de interés por Marcos. Este a su vez, por mucho que hiciera uso de mis enseñanzas con resultados positivos, nunca podría cambiar lo que tan especial lo hacía: su luz, luz que Raquel detestaba, ella solo buscaba sangre.


De cualquier modo, aquí estoy, he salido a cazar y he sido cazador y cazado. Nos hemos devorado mutuamente hasta agotarnos por completo, y es que hay cosas que nunca van a cambiar:
Mañana, pasado mañana o la semana que viene, se hará público lo ocurrido, a Raquel la señalaran culpable de un Marcos destrozado pero incapaz de odiarnos a ninguno de los dos, la excluirán apoyándose en su absurdo concepto de amistad y fidelidad, ella querrá refugiarse en mi, y se lo permitiré hasta que me apetezca una nueva presa y se lo haga entender, y así el ciclo natural de las cosas continúa girando, girando, girando y arrastrándome por este solitario camino.


...Un camino que me encanta....

...Y que a veces detesto hasta morir....

...Todo es tan extraño....



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