domingo, 4 de agosto de 2013

Invisible Kid

Si Dios existiese, si como dicen nos observara desde las alturas y centrara su visión en ese moribundo destello que sobresale en la parte trasera de una solitaria gasolinera abandonada del extrarradio, se encontraría con dos representantes de la máxima degradación que puede alcanzar su obra maestra.

Allí, junto a un mugroso bidón ardiendo que emula la chispa de la vida entre tantísima oscuridad, cubiertos de harapos en cuerpo y alma, apurando una botella de Vodka barato arrastran su miserable existencia dos despojos humanos.

—De modo que no te has movido de aquí en todo el día —dijo Armando mientras rebuscaba en su vieja mochila—, deberías comer algo tío, acercarte con el resto al comedor social. Deberías pasar el día en la ciudad, no durarás mucho si te pasas los días aquí solo.

—Ya veremos —respondió en un murmullo Manuel—, Quizá uno de estos días.

—Oye, sé que ni Luisa ni Raúl te gustan demasiado, ni el resto del grupo, pero —dió un trago a la botella— no puedes sobrevivir solo, en serio tío, tenemos que estar unidos, ¿sabes cuantos jodidos indigentes encuentran pudriéndose tres o cuatro días después de que hayan muerto en soledad? No puedes pretender vivir solo, no en este tipo de situación. En algún momento vas a necesitar algo que no podrás conseguir tu mismo y tendrás que recurrir a alguien.

—Vale —contestó sin apartar la mirada del fuego—.

—¿Vale? —repitió escandalizado Armando—, ¿A ti qué cojones te pasa? No pareces retrasado, ni un enfermo mental, ni nada por el estilo, de hecho seguramente fuiste un tipo bastante inteligente y con una buena vida. El caso es que en tu situación actual, estar todo el día en un rincón solitario leyendo tus cuatro libros viejos no te va a mantener con vida. Tienes que espabilarte tío.

—Gracias por el consejo, pero me estás jodiendo, no me apetece seguir escuchando tus sermones, sé lo que hago.

—Tú mismo. No voy a estar siempre aquí para salvar tu culo trayéndote provisiones, además, el poco dinero que te queda no te durará eternamente. En fin, me callo. Por cierto aquí tienes el papel de liar que me encargaste y el cuaderno y un par de bolígrafos.

—Buen trabajo —contestó mientras impulsado por una especie de descarga se ponía en pie para buscar en su pantalón la cartera, y pagaba a Armando el encargo—. Te debo una.

—Bueno, ya sabes lo que puedes hacer por mi.

—Ya te he dicho que no pienso chuparte la polla, no soy un jodido marica.

—Eh, eh, eh, tranquilo amigo, no me refería a eso —escupió Armando entre aspavientos de ofensa—, además ese otro asunto se llama necesidad, así que deja de insinuar que soy un puto marica.

Lo que te pedía es que me contaras una historia. Como la del otro día, una de esas historias que inventas, historias reales sobre la vida de alguien real. 
Joder, tengo comprobado que cuando me duermo con una de esas historias, los demonios del alcohol no llenan mis sueños de pesadillas, me da descanso.

—Es curioso, en mi "otra vida" las historias que escribía solían quitar el sueño. Pero bueno, supongo no soy el único tipo extraño de por aquí. Bien, estoy en deuda contigo —dijo Manuel acomodándose en su antigua posición, justo frente al fuego, con la mirada perdida en las llamas—, te hablaré de algo que ocurrió hace algún tiempo.

—Historias reales, como las del otro día, cosas que conocemos —interrumpió armando—, no me cuentes una de romanos.

—Voy a hablarte de mi infancia, voy a hablarte del niño invisible.

Continuará....

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