lunes, 26 de agosto de 2013

Una vez y no más

Aquella noche mientras concluía los preparativos, mientras me recreaba concienzudamente en mis pequeños rituales para dadas ocasiones, podía sentir que en esa ocasión algo iba a ser diferente.
Sinceramente, cuando llevas mucho tiempo haciendo lo mismo, sea lo que sea a lo que te dediques, si llegas a hacer de tu vicio un arte con el que vivir, sin sentirlo como una carga, entonces comprobarás lo difícil que puede resultar prescindir de ello cuando te lo propones.

Era una noche como otra cualquiera, en una ciudad que podría ser esa donde tu vives, mi amor. Podría ser esa empinada calle por la que me arrastro de madrugada sin llegar nunca a la cima en un burdo intento de corresponderte. Sabes bien de qué calle te estoy hablando. Sabes bien del camino al que me refiero, de la mirada sin compasión de una pálida luna que se clava en tu espalda, de los perros abandonados que dan cobijo a las sucias pulgas suicidas. De las madres desparasitando los esqueletos del amor, de los niños muertos al nacer, de la esperanza que se hospeda en los ojos del sol de la mañana.
Si reconoces el sórdido paisaje, debes saber, querida, que el único motivo por el que lo recorro una y otra vez, es que si no puedo tenerte, y no puedo, quiero terminar de una vez y pasar a formar parte del lienzo, con los perros abandonados, con sus pulgas cansadas de vivir de la sangre robada, del amor prestado, del capricho adolescente.
Me quedaré a vivir dentro de ese Freak Show, por si alguna vez te da por bajar a nuestro infierno, por si te asomas a mis ojos, por si abres tu oídos y mi risa se vuelve llanto, y deseo, y fuego.

Una vez concluidos mis excéntricos ritos de preparación para la noche, una vez recorrido en soledad ese camino lleno de fúnebres ojos que contemplan, que comentan: "Ahí va de nuevo...estás a tiempo chaval, ¿Por qué no lo dejas ahora?....busca la paz, deja de una vez de buscarte problemas...", llegué al lugar de encuentro.
¿Conocéis esa sensación de cuando se te olvida un nombre que estás cansado de repetir hasta la saciedad?,
¿Sabéis de esas noches en que de repente no puedes dormir intentando recordar el nombre de un personaje de película o serie? Pues bien, así comencé a sentirme yo aquella noche, esa sensación de incomodidad me acompañó con una intensidad abrumadora desde el comienzo de la velada.
Como decía al comienzo, cuando estás acostumbrado a actuar de una determinada manera, es una tarea ardua deshacerse de esos movimientos parásitos, es casi imposible controlar al máximo tus movimientos para no actuar como sueles hacerlo.
Aún así, allí estaba yo, en mi hábitat natural. Ya desde el comienzo sentía como su mirada se clavaba en mí, y a pesar de evitar cualquier tipo de contacto visual más allá del imprescindible durante el momento del saludo, sentía la electricidad que me enviaba, sentía como desplegaba su campo magnético.
En esta materia como en cualquier otra, cuando alcanzas un nivel, puedes llegar a sentir ese tipo de cosas, sabes como funcionan, las ves venir aún sin mirar.

Me abracé a diferentes distracciones, a uno de los pocos hombres que puedo decir que quiero en el mundo sin sentirme gay ni hipócrita. Intenté perderme en brindis, historias, falsa modestia, risas nerviosas y otro tipos de placeres mundanos extraños para mi. No surtía efecto, encontraba la manera de arrastrarse hasta mi pequeña fortaleza, tenía su propio caballo de Troya, nadie cerraría las puertas de una conversación a ese tipo de caballo de Troya, no a uno tan bien fabricado, aunque solo se esmeraran en la fachada.
De cualquier modo, a pesar de que empezaba a sentirme más seguro, rodeado de alcohol, música, miradas, entumecimiento mental, halagos y charlas ajenas intrascendentes, el hecho de dar cobijo a tan brutal lucha interna como la que se debatía en mi interior me hacía sentir confuso e incómodo.
Ella no desistía en su intento de acercarse a mi, estaba sacando lo mejor de sí misma, estaba usando todas sus armas, incluso juraría que en cualquier otro momento me habría resultado tan convincente que hasta la habría creído, aunque claro, en otro momento me hubiera importado una mierda creerla o no, solo habría tomado lo que me apetecía.

La noche avanzaba y y su sombra seguía acechando, y yo me aferraba a tu fantasma, y rezaba a ese dios que tanto me odia, pero con el que estoy en tregua de mutua ignorancia, para que te trajese hasta allí, para que diera descanso a mi alma, porque ni podía desear lo que estaba a mi alcance, ni tener lo que deseaba. Ni tenerte a ti. Era una paradoja humana intoxicándose entre historias de los buenos tiempos.
Sería un hipócrita si contara aquí y ahora que maté al dragón y me quedé con la princesa, ¡joder, qué más quisiera! La princesa no apareció, porque las cosas de palacio, van despacio, y tendría otros asuntos que atender mucho más importantes que apagar el fuego de este esqueleto sin alma.
Así que, la bestia lanzó todo su arsenal contra mi, y yo esquivaba los que podía, aunque he de reconocer que a veces la frontera entre poder y querer está algo confusa, pero bueno, yo tenía bien claro que quería, que quiero, y es una putada.
Viejos trucos aprendidos en locales oscuros, ella no paraba de querer susurrarme cosas al oído, dejando que su lengua calentara mi piel, acción a la que yo respondía apartándome bruscamente para sorpresa de los presentes. Acudió al plan B: La noche avanza y apetece sentarse a beber ahora en serio, y a pesar de que hay infinidad de asientos libres, viene a sentarse encima de mi, colocando su herramienta bien en posición, para que yo la notase, y tras los cuarenta segundos de cortesía me levanto con una excusa barata.
Huyo a la barra y me coloco junto a algún hombre triste cualquiera a esperar mi bebida, cuando de repente soy víctima de un ataque sorpresivo desde atrás, me envuelve con sus brazos a la altura de la cintura, estrella sus labios contra mi nuca y con sus manos empieza amasar el lugar donde habita mi pene, que si tuviera dientes le habría mordido la mano para que se largara de allí.
Terminó por marcharse, y no se despidió. Y doy gracias a Dios por romper su tregua, por ese cable que me lanzó. ¿Se puede decir que vencía al dragón? No creo que se pueda considerar una victoria épica, uno no es de piedra, y no sale siempre ileso. Creo que el dragón se retiró aburrido y por eso me libré, pero la verdad es que me vale, ¡joder si me vale! 

A continuación y después de unas horas, cuando la noche muere y los tipos duros nos desnudamos entre chupitos, para no volver a mirarnos a la cara hasta olvidar nuestro intercambio de confesiones. Lo siento, amigo, tengo muy buena memoria.

—Bueno, qué, hijoputa ¿me dices lo que te pasa? ¿El pequeño miky (mi mote de la infancia) tiene el pito malito? Ja ja ja.

—No te rías joder, no ha sido fácil —contesté—, ya te dije que estoy bien jodido.

—No ahora en serio —me interrumpió—, ¿fimosis? No es para tanto hombre, solo tenías que explicárselo. La has cabreado bien tío, ahora se lo contara a mi chica y esta me dará la coña sobre lo hijo de puta que eres, así que mira, ya somos dos los que no follamos esta noche.

—Que se joda. Y jódete tu también, te dije que no la invitaras, que no estoy como siempre, que no puedo hacer lo de siempre. No me sale.

—Eso tienes que contármelo, miky —y me atrajo hacia él tirando de mi camiseta— y no me cuentes una historia de cuando éramos pequeños, ¿en qué andas metido que hace que rechaces a *a*a? 

—No quieras saberlo, en serio.

—Eh, soy yo, el tito Carlos, puedes confiar en mí, solo me follé a una de tus novias, Ja ja ja.

—Cierto, no se si llegué a darte las gracias por eso —sonreí—, me pasa lo que estás pensando. Eso que intuyes que me puede estar pasando, bien, cógelo, báñalo en lejía, dáselo de comer a un elefante y espera a que lo defeque, búscalo, sácalo de entre sus heces y pide a un transexual tuerto que eyacule sobre ello, y entonces así tendrás una ligera impresión de lo feo que está el asunto.
De lo jodido, arriesgado, doloroso, terrorífico e incontrolable que está la historia.

—Pues lárgate, eres especialista en eso, el mayor escapista del cole, no te has enfrentado a nada que te impresionase en tu puta vida, ¿Qué más da hacerlo una vez más? ¿Llamo a *a*a y le digo que vuelva?

—Jódete —ingerí un chupito—. No se te ocurra hacer eso. Y no soy tan cobarde, pero es que estoy impregnado tío, estoy aquí y estoy deseando que pasen los segundos, los minutos, las horas, estoy ahogándome en la espera de nuestro próximo encuentro.

—Mmmm...Vale, en lugar de *a*a, necesitas a MANOLO, tío, ¿te has vuelto marica o qué? ¿De verdad hay alguien?

—Ese es el problema, el jodido problema del ser/estar. Hay alguien en mi cabeza, pero solo ahí. Fuera de ahí está mucho más difícil todo. Y no es alguien, es ELLA. Y ahora todo el tiempo estoy esperándola, o esperando algo, o...no se, no se lo que espero.

—Interesante, háblame de tus sentimient....¿Ha colado?, no en serio, ¿está buena? Debe estarlo para tenerte así....

—¿Recuerdas el verano en que se suicidó M**u*l Q*in*te*o?, Te acuerdas de aquél viejo allí con medio cuerpo en la acera y medio en la carretera? ¿Recuerdas el sonido de su cuerpo al estrellarse? ¿Recuerdas sus dientes esparcidos por la parcela?
Ese verano, mi tio I*n**io, que acababa de divorciarse, decidió llevarnos a las primas y a mi al mejor parque de atracciones del país para que nos olvidáramos del incidente. Me dijeron que podía llevar a algún amigo del cole, y te elegí a ti.

—Es verdad, tío —interrumpió—, fue cojonudo, a tu prima R*b*c* le empezaban a crecer las tetas y en las atracciones de agua se le transparentaba la camiseta. Cómo me puso siempre tu prima, eres un cabrón con suerte.

—Escúchame. Lo que quiero explicarte es lo que me ocurrió al llegar allí: Siempre he tenido vértigo, puedo soportar las atracciones pero había una montaña rusa allí que me aterraba, me aterraba y a la vez me llamaba, me pedía que subiera allí, que probase suerte.
Llegamos al parque y después de montar en varias atracciones, fijásteis el objetivo de subir a aquella montaña rusa, y yo dudaba, de verdad que dudaba, hubiera deseado desaparecer para evitar el conflicto que se gestaba en mi interior. Pero como ya sabes, subí. Me senté junto a ti, en la tercera o cuarta pareja de vagones.
La espera a que se completase de viajeros el "tren" estuvo acompañada de nervios, caras serias y pálidas, risas nerviosas y "flojera de piernas", pero bueno, aquello arrancó y luego solo fue una sucesión de tirones.
Hasta que después de los correspondientes loops, nuestro vehículo descendió a ras del suelo, aminoró la marcha y emprendió una lenta subida empinada hasta alcanzar despacio, muy poco a poco el pico más alto del ascenso que nos daba una perspectiva aérea de la ciudad condal, prácticamente se podría decir que estaba parada allí arriba, disfrutando de la agonía que nos provocaba, de la duda ante el vacío y ante la pregunta de ¿Cuando caeremos?
Carlos, nunca antes me había sentido tan vivo. Nunca he vuelto a sentir algo así. Ese vértigo. Ese miedo a perder. Ese miedo a ganar. Ese miedo a desaparecer. Ese miedo a que desaparezca.
ELLA me ha hecho sentir eso de nuevo, Carlos. Y te diré que es la sensación más adictiva que puedes experimentar en mil vidas.

—Pero, ¿Quién es ella? ¿Cómo la has conocido?



Continuará....o no, ¿Quién sabe?


PD:

Odio los teléfonos, suelen ser portadores de malas noticias. Y hoy estaba realmente asustado, leí tu nombre en la pantalla y me temblaron las piernas, no se por qué, no me preguntes. Pero me encanta oír tu voz, es un respiro entre tanta ausencia. Me hizo ilusión. Buen trabajo, ¡mantente dorada Ponyboy!

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