domingo, 11 de agosto de 2013

Polvo de estrellas

Una noche cualquiera, en una ciudad cualquiera que podría ser Sevilla, en un oscuro portal de un barrio que podría ser Triana, un joven se rompe bajo la mortecina luz de las farolas mientras espera una señal.

En esos momentos esa señal es para él como encontrar agua en el desierto, un motivo para seguir, un soplo de aire fresco, el empujón que necesita para emprender de nuevo la marcha rumbo a ese lugar que aparece tan lejano, que apenas puede distinguirlo. ¿Existe realmente ese lugar?

Hace mucho tiempo que ese joven duda de la existencia de que realmente haya un lugar para él, de hecho, lo que debería ser una persecución, ha pasado a ser una huida hacia adelante.
 Mientras espera sentado en los escalones de ese portal, dudando si subir a ese falso hogar, donde le espera su falso amor para ofrecerle sexo vacío, una vida vacía, unos ojos vacíos, una sonrisa hueca.
 Mientras espera sin sentir el frío que le tiñe pálido el rostro, se pregunta ¿para qué?, ¿para qué he dejado todo atrás en mi huida del vacío, si ahora estoy colgando de un hilo sobre él?
Mientras lo único que pasa en ese solitario y frío rincón de la ciudad es el tiempo, un pensamiento le estremece <<La vida ha sido una absurda sucesión de metamorfosis inversas, cuanto menos tiempo he pisado este asqueroso mundo, cuanto menos he sabido, cuanto menos he entendido, más puro he sido. He comenzado siendo auténtico, como una mariposa, y a base de golpes he llegado hasta aquí, muriéndome de frío y desamor, retorciendome como un gusano>>

Si miráramos a través de sus ojos, como ventanales que despiden dolor, si pudiéramos entrar dentro de sus flacos huesos, sabe dios si podríamos soportar lo que ahí dentro retiene.
Podríamos ver desde su perspectiva esas ventanas iluminadas en el bloque de enfrente, que por algún motivo extraño le hacen sentir un deseo irreprimible de echarse a llorar, esas escenas de tranquilidad doméstica y amor que le rompen el corazón.
"Perseguir el sueño" —piensa—, ni siquiera sabe si el sueño es real o solo una excusa, algo a lo que aferrarse, como una especie de barandilla en el mirador de un rascacielos con vistas al mar. Quiere ser devorado por el mar.

La revelación le aturde, así que decide tumbarse en el suelo y mirar el triste cielo de esa fría noche de febrero, congelarse ante la visión, más allá de las luces artificiales, más allá de mamá llorando, más allá de los gritos y golpes, más allá de las mentiras aprendidas, más allá de aquél corazón taquicárdico entre murallas de metal, más allá de todo eso y simplemente esperar.
 

Mientras mantiene su posición, en un estado casi inerte, una estrella fugaz cruza el cielo, y a pesar de todo el dolor, cierra fuerte los ojos y pide un deseo. Sin palabras, solo lo visualiza, pero esa imagen, su sola contemplación le desgarra como un puñal.
Diez minutos después se escuchan pasos en la escalera y al instante la puerta se abre dejando ver la frágil silueta de Paula, sus deliciosas piernas, sus despiadadas curvas y sus rojos labios resaltando en el pálido mar de sus rostro.


— ¿------? ¿Estás bien? —comenzó a gritar mientras intentaba incorporar su cuerpo— ¿Dónde estabas?, llevo dos horas llamándote, he llamado a Manu y a Raúl y me han dicho que has faltado al ensayo.
Contéstame por favor. ¿Te encuentras bien? ¿Vas puesto?.

— No he estado mejor en mi vida. ¿Crees que podría estar mejor?

 —¿Qué te pasa? —pregunta exaltada mientras deja caer bruscamente el cuerpo sonriente del joven— ¿Qué te he hecho?

—Nada, solo miraba las estrellas. Pensaba en las estrellas, tan lejos, tan frías, tan solitarias.
¿Recuerdas lo que me dijiste? —pregunta él dirigiendole por primera vez la mirada—.


—¿Lo que te dije? ¿Cuando? Tío me estás preocupando, en serio.

—En tu cumpleaños, cuando te escribí aquella canción, cuando la toqué para ti aquella noche durante el bolo en aquella sala de aquél pueblucho de mala muerte.

—Fue muy bonito. Sabes que me encanta esa can...


—¿¿Bonito?? —la interrumpe— Bonito... "Serás una estrella" dijiste. Serás una estrella.... Una puta estrella
Llevo toda mi jodida vida siendo una estrella y no me he dado cuenta hasta hoy. Estoy solo, alejado de todos, me muero de frío, tan solo...y todo está tan oscuro en el horizonte.

—Eh, ven aquí —y se sentó en el suelo, detrás de él y lo envolvió con sus mentirosas serpientes—, creo que se lo que necesitas.

—¿De verdad?, qué suerte, y yo toda una vida para encontrar una respuesta a esa pregunta.

—Creo que tengo la respuesta aquí mismo, ¿quieres que te la susurre? — dijo y comenzó a introducir sus manos en su pantalón, bajo los boxer— Uff, ¡estás helado!

Sus manos eran como el infierno, un oportuno infierno que iban descongelando placenteramente su entumecido miembro.

—Subamos, Marta y Carlos están en la biblioteca, no duermen en casa esta noche.

—Que se mueran, son unos mentirosos.

—¡Eso! ¡Que se mueran todos los mentirosos! —Continuó ella.

—¡No! ¡Eso no! —grité— no me va la necrofilia.

A pesar del sórdido espectáculo, la pareja se introduce en aquel portal que bien podría ser algún tipo de entrada al inframundo y jodieron durante toda la noche. En el descanso del piso, en la alfombra del salón, en la mesa de la cocina, en el cuarto de baño.
Se mordieron, se besaron, se escupieron, se arañaron, murieron y volvieron a nacer en un bucle infinito que se prolongó durante horas.

A la mañana siguiente, una vez que se ducharon y se vistieron ella le preguntó:

—Me voy, he quedado para desayunar en Starbucks, ¿te vienes?

—¿Con quién has quedado? —preguntó — ¿Con alguno de tus amiguitos periodistas? Sabes que me odian.

—No, he quedado con Sandra, es de la facultad de bellas artes, nos conocimos el otro día, en la manifestación.

—¡Joder! Hay que comprar leche —gritó ante la visión de un frigorífico tan vacío como su alma—, espera, voy contigo.

Una vez en Starbucks.

—Eh mira, esa es Sandra —grita señalando a una joven pelirroja que lleva una carpeta bajo el brazo, una camiseta raída de los rolling stones, cuyo logo resaltan sus prominentes pechos, unos vaqueros bien ajustados y unas converses rosas desgastadas—, esa de allí, la pelirroja. ¡Sandra!

Entran en Starbucks, piden sus cafés y se sientan entre una multitud de brillantes mentes agonizantes que sueñan con cualquier tipo de contacto sexual. Ateos que rezan a la virgen maría y a todos los santos por un poco de sexo. 
Acto seguido, Paula se levanta para ir al servicio.

—Tu debes ser ------, el novio de Paula —dice sandra—, habla mucho de ti.

—Bueno, no se si novios es la palabra que mejor nos define. Y sí, suele hablar mucho de cosas interesantes.

Esa misma noche, justo cuando salía del autobús que le traía de vuelta al barrio donde se encuentra aquél lúgubre portal, una sombra femenina emerge de un lado de la calle, su pelo de fuego ilumina la oscuridad que encierra ese lugar.

—¡Sorpresa! —gritó ella—, llevo un rato esperando.

—¿Qué haces aquí, no está Paula en casa? 

—No he venido a ver a Paula, ¿qué pasa, no te alegras de verme? Sonríe un poco chaval, pareces un fantasma, deberías comer más, y abrigarte un poco, y dormir un poco más.

—Ya.

—He venido a por ti, Paula me dijo que eres músico y venía a proponerte algo.

La proposición que recibió el muchacho de aquella joven rebelde, fue un tipo de oferta que no podía rechazar, al menos por aquél entonces, y cedió.
Después de una hora y media de autobuses estaban dentro de aquél antro infernal, follando entre esculturas, dando voz en forma de gemidos a las fotografías y óleos y al grito, de Munch, que ya no era de Munch, si no suyo. Intercambiaron fluidos durante horas. 
Cuando pasó la tormenta, el huesudo muchacho miraba absorto el techo de la habitación pensando: <<Deseamos para nosotros aquello que creemos merecer>>.

Con aquél polvo se había cumplido el deseo que pidió a aquella fugaz: <<Se que todo es dolor y vacío, y tengo mi espalda llena de cicatrices y cuchillos clavados, sálvame de todo excepto de la rutina. Acepto los cuchillos, acepto el amor como dolor, pero al menos que sean diferentes cuchilllos empuñados por diferentes manos, déjame compartir diferentes cuchillos en mi espalda. Hagamos del dolor un arte>>

Aquellos artísticos cuchillos entraron y salieron de su espalda durante un año y siete meses. Creativas heridas. creativos cuchillos. Creativos años.

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