domingo, 14 de abril de 2013

Nieve Fundida

Aquella debía ser la novena o décima vez que me enviaban al despacho del Padre Nazario por encontrarme agazapado en un rincón del recreo leyendo la "literatura prohibida" que mi hermana me traía oculta al internado.

Mientras caminaba por los pasillos envuelto en apatía y frialdad veía como la primavera comenzaba a fundir la nieve agolpada en los tejados y las afueras del recinto.
Entré sin llamar, no me importaban las consecuencias. Realmente cada vez me importaban menos cosas, eso era lo más preocupante.
Tras el gran pupitre de madera de roble se encontraba el padre Nazario sorbiendo concienzudamente un chocolate caliente. Su boca llena de grietas sorbía con ansia el cálido néctar de la civilización al igual que su "pandilla de meapilas" sorbían las almas de nuestros padres y de la sociedad en general.

-Eh... ¿Qué haces aquí? - Dijo en tono entrecortado mientras cuidaba de no derramar la taza- ¿Qué has hecho ahora? Y te he dicho mil veces que llames a la puerta.

-Ya. - Contesté.

-¿Ya?, ¿Es que tu no aprendes de los castigos? ¿No aprendes de las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo? Vas a ganarte una plaza preferente en el Infierno.

-Bueno.- Dije casi sin mover los labios.

-¿Bueno?, ¿Bueno qué?- Agitaba su calva cabeza de ave de presa en espásticos movimientos.

-Que no creo que tampoco usted ni nadie aquí haya aprendido nada de esas enseñanzas que usted no para de repetir todo el puto día. No paran de joder diciendo lo que aquél tipo haría en esta situación o en aquella y sin embargo actúan del modo contrario todo el tiempo, ¿Qué quiere que aprenda, a ser un hipócrita?

-Hijo, ¡No doy crédito!- Gritaba mientras golpeaba la mesa -Es Satán el que habla a través de tus labios.
¿Quiere acabar como J? ¡Esas ideas te llevarán por el camino del mal, por el sendero de la perdición!
¡Piensa en J! Piensa en sus padres, no pudimos ni darle un entierro cristiano, sus ideas le llevaron a cometer el acto más antinatural, el más prohibido por nuestro señor, solo el puede dar y quitar la vida.
Creo que os encontraréis en el infierno, J, tú y Satanás.

-Tu Dios prohibe el suicidio. ¿Qué tiene que decir tu Dios sobre las visitas nocturnas a J? - Pregunté en el mismo tono apático que había mantenido durante toda la conversación.

-Hijo, mide tus palabras, es muy grave lo que dices- decía en tono grave mientras se aferraba al escritorio como si la tierra convulsionara.- No querrás conocer el Infierno, estás a tiempo.

-Me importa una mierda su Infierno, su Dios y Satanás- dije enérgicamente mientras me incorporaba en mi asiento- No pretenda asustarme con esos cuentos, no me subestime.
He leído la biblia, seguramente más detenidamente que usted, y lo único que he sacado en claro es que se han equivocado. Se han equivocado profundamente al escoger a su héroe.
Han decidido idolatrar y seguir los mandatos de un Dios Tirano que juega con sus creaciones, que impone una ley tras otra a su placer, que masacra, que divide, que solo vende un amor falso e interesado. 
 Eso he aprendido yo de su Biblia. Su Dios sacrificó a su hijo después de una vida de horrores con la burda excusa de salvar al ser humano. Es un juego cínico de un Dios despiadado.
Y usted pretende asustarme con Satanás y el Infierno. ¿Sabe que he aprendido del infierno? -Le pregunté mientras me acercaba más a el, cogía la taza de chocolate y le daba un sorbo ante su mirada atónita de frágil eunuco.
-Nnnn. nno ssab... No sabes lo que dices...- titubeaba-
He aprendido que el infierno está lleno de tristeza, Satanás es un tipo muy triste, un condenado por reclamar libertad y libre albedrío.
Ese infierno con el que usted tanto asusta solo está lleno de gente reprimida, a la que tiranos como su Dios no permitió ser ellos mismos y los masacró, los persiguió, los violó, los devoró.
Personas como J que no pudo soportar que sus padres lo dejaran aquí entre las viciosas manos de un ministro de Dios que le obligaba a meterse en sus pantalones noche si y noche no.
No me asusta el Infierno, está lleno de caras tristes y la tristeza es conocimiento.

-Vuelve ahora mismo a tu habitación y espérame allí.- Dijo clavando sus ojos de buitre en mi.-
Creo que tu estancia aquí se va a volver bastante más difícil, tenemos que salvar tu alma hijo - Me dijo mientras se incorporaba y lanzaba sus enredaderas hacia mi.

 -Y yo creo que como se acerque un poco más va a conocer a su Dios en breves momentos.- Dije.

Fue entonces cuando saqué el punzón que había estado afilando día a día durante las clases de trabajos manuales. Le apunté con el al cuello y le fui rodeando poco a poco hasta quedar detrás de el  y descansé el punzón en su repulsiva nuca.

-Firme ahora mismo un permiso para salir del recinto.- Le dije apretando un poco más el punzón contra su nuca-.

-No sabes lo que estás haciendo. Te quedan meses para alcanzar la mayoría de edad, te encontrarán y conocerás la cárcel, y créeme, eso si que no te va a gustar.- Decía muy despacio.-

-Hazlo. Ya. Y no intentes seguirme, no intentes nada, mi hermana sabe lo de J. El me dejó una carta contando todo y si no me ve fuera de aquí hoy estás jodido, padre.- Dije mientras sentía el punzón introducirse en su flácida piel.

-De acuerdo. De acuerdo maldito hijo de Satanás.- Dijo y comenzó a redactar mi billete de salida de aquel sitio frio y horrible, y mientras tanto con la mano que me quedaba libre cogí una pesada estatua de San Juan Bautista que tenía en el pequeño mueble bajo la ventana.

-Muy bien, aquí tienes. Tu sentencia. Ahora vete al Infierno.

-Gracias. Y buenas noches.- Dije

-¿Buenas Q...?

En ese momento le golpeé con todas mis fuerzas en la parte posterior de la cabeza.
La sangre me salpico en la cara por la brecha que le había abierto, y era dulce, asquerosamente dulce el sabor de sus fluidos vitales.
Fue un buen golpe, pero no llegó a morir, supongo que seguiría ejerciendo la pederastia por muchos años más aunque quizás siempre recordara aquel golpe brutal que no solo dirigía mi mano, sino también la de J.

Yo escapé de allí, y más tarde de la prisión donde pasé dos años antes de la fuga. Estuve condenado por el asunto aquel del casero que apareció muerto donde me hospedaba, era un proxeneta.
Joder, creo que llevo toda la vida escapando de sitios. Pero ya lo he entendido.
Debí saberlo desde el principio. Ha estado tan cerca siempre.


-Buenas noches y Dulces sueños.

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