jueves, 11 de abril de 2013

Paredes blancas

-En serio C, todavía hay noches en que me despierto empapado en sudor soñando que he vuelto a aquel lugar. Creo que desde entonces no soy el mismo.

-¿No te parece que exageras?- dijo mi amigo C- muchos niños han entrado en hospitales alguna vez, algunos incluso mueren allí.

- De eso es de de lo que te hablo tío, de verdad, estoy seguro que una parte de mi se quedó allí para siempre, entre frías paredes blancas.

-Joder, odio cuando te pones "Emo"- comenzó a liarse otro cigarro - No soy un juez, ni tu madre ni tu padre, no tienes que justificarte conmigo, no comparto celda contigo por ser un santo ¿sabes?.

-¿Quieres que te cuente la historia o no? - le pregunté algo agitado-.

- Ya me las has contado todas tío, tus tres intentos de suicidio, las dos noches en el calabozo por aquella pelea, la sobredósis de benzodiazepina y el juicio por maltrato a tu segunda ex mujer.

- No me refería a nada de eso- contesté- Quiero decir la historia del origen, el por qué de todo esto, lo que terminó de convertir mi vida en un infierno. Aquella parte de mi infancia.

- Si te va hacer sentir mejor, de acuerdo. Además, tienes el don de mandarme a la cama con dulces sueños con tus historias.

-Bien. Fue antes de que nos conociéramos, mucho antes de que aprendiera a vivir como inadaptado y sacarle provecho. Por aquel entonces solo era un niño, un niño inocente, sobreprotegido, débil y asustadizo.
Siempre había tenido toda la atención de mis padres, intentaban paliar el daño que pudieran causarme sus continuas discusiones, gritos y desencuentros. Me afectaba sobremanera y para compensarlo me tenían como a un jodido rey.
Como ya sabes mi salud nunca ha sido muy buena, vengo hecho una puta mierda de fábrica, debí ser bastante mal polvo, uno por compromiso seguramente.
Durante la infancia eso daba igual, casi ni se nota siempre que te lo equilibren con otro tipo de satisfacciones, además en esa época la imaginación es poderosa y puedes aislarte.
El problema vino luego, a los nueve años o así y persistió hasta los trece.
Fue verdaderamente traumático, un niño nunca debería conocer los efectos secundarios de la anestesia, ni lo que se siente al estar tumbado en una camilla con focos en tu cara.
Un niño no debe conocer lo que es dormir semanas y semanas fuera de casa con la cabeza vendada, arrancado de su casa, de su escuela de sus amigos, de todo lo que importa.

- Nunca me habías hablado de eso tío - dijo C - ¿Qué cojones es lo que tenías cáncer o algo así?

- No exactamente, por suerte, aunque si algo parecido, algo que se reproducía y hacía que se repitiera la historia una y otra vez. Me ponía en manos de ineptos de mi ciudad natal catetos que se hacían llamar médicos y solo eran unos hijos de puta que nunca debieron salir de la polla de sus padres.
No entendían que era un niño. Solo era un puto pedazo de carne, nunca he sentido tanto miedo y soledad.

- Joder tío, no tenía ni zorra. - Dijo C con tono grave - ¿Hablaste alguna vez de esto con ella?- Preguntó-

-No, nunca. Con ninguna de ellas - respondí - Siempre he sentido vergüenza y reparo porque me siento a la vez víctima y verdugo por haberlo llevado tan mal. En fin cuando te decía que algo se quedó allí me refería a aquella vez.

Sólo tenía trece años y se suponía que en el hospital de aquella otra ciudad había un tipo genial que me curaría y se acabaría el problema, y en parte así fue.
Conseguimos que me pudiera operar como adulto (se necesitaba tener catorce años). Abandoné segundo de la ESO y me marché para allá con mi equipaje, después de despedirme de mis seres queridos.
El médico me explicó todos los riesgos de esta operación que no eran pocos. A un niño de 14 años asustado. Era para cagarse en los pantalones, de hecho años después he estado casi cagándome en los pantalones a diario.

- Mira C, esto que te voy a decir no lo he hablado con nadie - le dije mientras le pedía que me pasara el cigarrillo- Con esto solo quiero decir que espero que no me saques el tema nunca más.

- De acuerdo- Asintió C mientras expulsaba humo por la nariz.

-Fue la noche después de la operación gracias a la que estoy vivo, esa operación en la que estuve cinco horas en el quirófano con la cabeza abierta. Desperté de la anestesia, aquello era como la peor resaca del mundo, estaba fuera de mi, me dolía todo y casi no podía moverme. Por si fuera poco aquello era una especie de depósito de cadáveres, sólo recuerdo con claridad el frío y las paredes blancas.
Intenté gritar, intenté llorar, quería irme a casa, tenía mucho miedo. Vino una enfermera, volví a dormirme.

Desperté de noche en aquella habitación con la cabeza vendada y mis padres junto a la cama, todo fue bien durante dos horas y de repente empezó:
El primer ataque de ansiedad de mi vida. Para mi aquello significaba que estaba muriendo, el corazón latía desbocado, no podía respirar, y mientras mis padres intentaban calmarme y pedían ayuda les odiaba, les insultaba, le decía a mi padre que se fuera que le odiaba. les decía como me sentía de verdad cada vez que discutían, les confesaba que me habían jodido la vida, que no iba a ser feliz nunca.
Después de eso vomité, me desmayé y ya nada fue lo mismo.
Ese niño que entró murió allí. Salí odiando y temiendo a todo y nada a la vez, y sobre todo a mi.
Lo siento tío - Dijo C - De verdad. No lo imaginaba. no sé que decir.

-Olvídalo. Se me pasará. Siempre se me pasa.- dije mientras subía a mi litera.

-Buenas noches hermano.-dijo C-

-Buenas noches.



Feliz Cumpleaños.

Live Again - JFaith 

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