jueves, 13 de febrero de 2014

Feliz Cumpledaños

"¡El miedo no es nada!, ¡La culpa no es nada!, ¡El demonio no existe!"
Gritabas sentado sobre la mesa de centro del salón, totalmente a oscuras y cogiéndome de la mano. Yo no podía parar de temblar, era invierno y todos los mayores estaban en la sala de estar, en la otra punta de la casa. La lluvia golpeaba el cierre de la terraza.

Me habían castigado sin salir a la calle por no dormir de noche, por molestar a mis padres llorando y pidiendo a gritos que viniesen a mi habitación, que tenía miedo.
Solo eras dos meses mayor que yo, pero siempre fuiste diferente, todos se asombraban contigo, con tu madurez, con tu inteligencia, todos hablaban de tus logros constantemente. Eras realmente brillante, todos estaban orgullosos de ti, tus padres presumían de hijo.
Yo sí creía en el miedo, lo había experimentado cuando se cerraba la puerta de mi habitación de forma brusca y acto seguido comenzaban los gritos y el sonido de cosas rompiéndose (dentro y fuera de mi). Yo sí que creía en la culpa, había llegado a verla incluso materializarse para ser arrojada de brazos de mi padre a brazos de mi madre y viceversa, como un bebé que hubiera nacido muerto o deforme, o las dos cosas.
También creía en el demonio, ¿cómo podías esperar que no creyese en ese tipo de cosas, cuando era testigo diariamente de espectáculos mucho más atroces?

El caso es que me convenciste para apagar la luz. Me tendiste la mano, y yo la apretaba fuerte antes incluso de que pulsaras el interruptor. Una vez a oscuras, buscaste a tientas el camino hasta llegar a la mesa de centro y te sentaste sobre ella. Yo preferí quedarme abajo, pero no te solté la mano. Luego comenzaste con los gritos e invocaciones para demostrarme que no existían tales cosas, para salvarme. Yo no pude salvarte, y eso me va a perseguir toda la vida.

Cuando te fuiste, no podía creerlo, ¿Aneurisma? ¿En serio? no me jodas...
El caso es que creo que te quiero y te odio por igual. Entiendo que mucha gente pueda engañar a su débil mente con pensamientos del tipo "está en un lugar mejor", "seguro que cuando se ha ido es porque era muy bueno y deben necesitarlo en otro lado", etc.
Los odio a todos. Absolutamente a todos. Y a veces te odio incluso a ti, por largarte de esa forma, sin avisar, sin despedirte, y por largarte. No podías largarte tan pronto, ese no era el plan, maldito cabrón. Ese no era el plan.

La cuestión es que quería contar algo. Una cosa que ocurrió en tu funeral y en la que llevaba muchísimo tiempo sin pensar. Llegué al lugar donde se encontraba tu cuerpo ya vacío, sin valor alguno, y me abrí paso entre todos esos desconocidos que por genética se hacen llamar mis familiares y fui a comprobar que era cierto, que te habías marchado.
Cuando la evidencia descargó sobre mi toda su artillería, tuve que salir afuera a echar un cigarro, necesitaba matarme un poco, quizás para entender mejor todo lo que había pasado y cómo podías sentirte si es que sentías algo.
De repente, una señora mayor me vio y agarró al señor que caminaba con ella  y exclamó en dirección a mi: "¡Dios mío, hijo...pero...yo....qué desgracia, Dios mío...pero....yo creí que eras tú quien había muerto! ¡Entonces...¿es el otro quién ha muerto? Ayyy ¡dios mío, mi niño!"

Siempre fuiste mejor en todo. Eras buen estudiante. Eras más alto que yo. Nunca te ponías enfermo. Eras simpático. Eras generoso y bueno. Eras un tipo ingenioso y gracioso. Siempre estuve a tu sombra, nadie reparaba en ese niño raro y paliducho y callado que daba grima. Siempre fui un fantasma para los mayores, pero tu me querías y admirabas, y me conocías y veías lo que era. Siempre fuiste mucho mejor que yo en todo, y yo siempre estuve orgulloso de ti. 

Recuerdo que para reyes siempre pedías juegos de inteligencia, puzzles, CefaQuímica, etc.
Yo pedía figuras de acción de He-Man, Bola de Dragón o Power Rangers. Yo solo conocía un modo de pasar el tiempo (violencia).
La cuestión es que crecimos y tú seguías siendo un chico ejemplar, y yo una bala perdida. Seguías haciendo bien todo lo que hacías. Yo descubrí un par de cosas que hacía extremadamente bien, pero se hacían en secreto y a veces ni siquiera estaban muy bien vistas, así que nunca tuve la admiración de los mayores, de nuestros familiares, pero ya ves de qué sirve, ni siquiera han podido salvarte y ahora se engañan y consuelan con gilipolleces.

Quiero pensar que no, pero soy demasiado cínico y realista y crudo y pienso que simplemente te apagaste y volviste a la tierra en el ciclo infinito de la materia orgánica, pero si tu conciencia sigue por ahí en forma de energía, no voy a desearte que estés a la diestra de nadie. Si sigues por ahí, te deseo esas cosas que tanto te gustaban, buena hierba, rock and roll y muchísimas tías buenas a las que follarte. Yo voy a seguir por aquí un rato. 

Solo aprovechaba que hoy sería tu veintisiete cumpleaños para contarte la anécdota de la puta gorda aquella que nos confundió y pensaba que era yo quién la había palmado. Maldita hija de puta hipócrita, ¿familia? Déjame que elija de quién rodearme, haya sangre en común o no.
Intento hacerlo bien. Hay cosas que no pudiste enseñarme, y que no me contaste que serían tan jodidas. Empieza a ser un lastre aquello de lo que en ocasiones me he sentido tan orgulloso.
Pero el niño raro que da escalofríos sigue aquí, amigo, y mientras siga, tu sigues también, porque no te olvido (y lo he intentado por todos los medios).
Como ves, ahora intento escribir y vivir de ello, y estoy jodidamente cerca. También sigo con el rock and roll, y parece que poco a poco voy entendiendo como funciona.
De lo otro ni te hablo, no se por donde empezar ni por donde cogerlo, solo te diré que la quiero muchísimo, a pesar de todo. "¿A pesar de qué?" Te preguntarás. Agosto de 2013. Tú o cualquiera que lea esto, encontrará, si se remonta a las entradas publicadas desde Agosto de 2013, la respuesta a esa pregunta. 
A pesar del desgaste. A pesar del desequilibrio. A pesar del escapismo. A pesar de la "negra Navidad" Porque, aunque no pueda decirlo (no es mi estilo), hay un millón de cosas que no digo que inclinan claramente la balanza hacia ese otro lado. Me creía experto y soy un novato, pero intento mantener el equilibrio una y otra vez, después de cada hostia, creo que eso me lo enseñaste tú.




Te quiero mucho, lo leas/sientas/escuches o no. Es mi terapia.




Feliz no cumpleaños.

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