viernes, 4 de abril de 2014

2016

Hemos llegado hasta aquí, mi suerte
cruzando las inmensas avenidas de mis dudas
saltándonos los semáforos en rojo y en ámbar,
gritándonos en cada cruce de miradas: ¡Parasiempre!

Y seguiremos rompiendo esquemas,
acelerando cada vez más fuerte
porque conservas tus súper poderes de libélula
para convencerme incluso,  de que lo que yo veo rojo, es en realidad verde.

Y es que no es ningún secreto, puedes verme
puedes sentir mi nudo en la garganta
cuando pienso en el vacío y la nada
y sonríes, porque es genial que siga aquí este pánico a perderte.

Y pondré la mano en el fuego, como hasta ahora,
para tocar con mis manos el infierno de tu entrepierna (¿a quién le interesa el cielo?)
y para tratar de convertir esas llamas,
en un incendio controlado (por el descontrol de mis miedos)

Y aunque haya pasado el tiempo, siguen presentes
el vértigo y el desconcierto golpeando,
cuando me pierdo ensimismado en la líneas
cruzadas y recovecos de tus conversaciones intermitentes 

Esos cruces de líneas constantes, voraces
lanzados de tus labios a mis ojos
como llamadas telefónicas entrelazadas
saltando de tema a tema, de sueño a sueño, poesía que pocos entienden

Me gusta que no te tomes a mal, ni malinterpretes
que aún mantenga algunas viejas manías,
y tics, como día tras día,
cuando menos te lo esperas, besar de nuevo tu frente.

Es solo que no puedo evitar hacerlo,
rendir tributo a lo que guardas ahí dentro
te beso justo encima de los ojos, mientras cierro los míos
te beso justo ahí, en el centro de mi suerte.

Y aún conservo mi secreto azul,
lo conservo cada martes y jueves.
Y no me llames supersticioso, no tienes derecho,
porque si creo en lo imposible, es por tu culpa.

Nunca has tenido que marcarme, al menos voluntariamente
y me sigues pareciendo un verdadero enigma
uno que asusta y me da vida,
una revelación en pleno estío, cartas, bola de cristal, ¡La maldita vidente!

Me gusta cuando me insultas,
cuando me incitas y cuando me hieres,
cuando empujas al vago redomado a escribir,
para complacerte, para complacerme.

Porque solo levanto la cabeza del ombligo
cuando te tengo enfrente
Porque me arrancas del espejo, ¡Maldita!
Porque me haces aún más fuerte.

Porque te callas para gritarme ¡Vete!
cuando quieres que me quede.
Porque te acomodas en ese hueco
y haces brillar un instrumento averiado, como el acero incandescente.

Aquí estamos, chica de azufre
tan perdidos como siempre
dando tumbos contra todo,
llenando tu cama de presente.

Aquí estás, la espina dorsal de mis días,
la biblia de un ateo convertido en creyente.
Aquí estás, controlando aún los relojes
haciéndome desear el minuto siguiente.

Aquí estamos y aún no hemos llegado,
Aquí estamos, ocho patas nos sostienen
Justo aquí en el camino, en cualquier playa
agachados, insistiendo, dibujándolo con mis garras en la arena



Aquello que nunca pensé que diría.

Aquello que dije firmemente que jamás escribiría.

La palabra que hace vibrar mi mente.

La que en tus ojos leo y puede derrumbar paredes.



Aquí. 

Ayer.

Hoy.

Mañana.

PARASIEMPRE.





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