miércoles, 2 de abril de 2014

Requiem por mi conciencia.

Aquél tipo alto y flaco, se arrastró como una sombra hasta el escenario, justo después de beberse medio bar.
Paseaba su embriaguez con elegancia, como si fuese una manera de caminar digna de la nobleza, como un arte oscura ya olvidada. Se subió al escenario, abrió el oscuro ataúd en el que transportaba su guitarra y tomó asiento en una banqueta delante del micrófono.

El bar estaba prácticamente vacío excepto por dos o tres borrachos marineros asiduos al lugar, y las prostitutas habituales de la noche en aquellos parajes. En concreto una, Nancy, aquella de la que se decía que le faltaba un dedo de la mano derecha, porque su marido llegó un día a casa y la pilló masturbándose, le miraba con especial atención. El marido de Nancy, católico extremo, primero le cortó el dedo y luego la arrojó a la calle, donde tuvo que ganarse la vida introduciéndose los sifilíticos penes de todos los deshechos humanos que arrastraban su existencia cerca del puerto.

Cuando se había acomodado en la banqueta y se había ajustado la guitarra, aquél esqueleto andante se acercó al micrófono con una sonrisa en los labios y se lo ajustó, provocando que este emitiera un desagradable pitido por el acople, luego no dijo nada, solo comenzó a tocar la guitarra.


*Oí las gotas cayendo, pude sentir la humedad.
                            Salí a la calle para empaparme en alcohol, y anestesiar la soledad.

Porque tu odiabas el invierno, ¿Y ahora qué me pongo yo? 

-decías-: Estás delgado, puedo tocar todos tus huesos, ¿Cómo mantienes el calor?


Pues verás -contestaba-, llevo el infierno aquí,

ponía su mano en mi pantalón y eso la hacía reír.

Convertimos aquél frío Enero...en Abril.


Cuando llegué al apartamento, cuando la llave encajó,

conforme iba avanzando, me fue envolviendo aquél olor.

Y como me sentía muerto, pensaba: "debo ser yo".

Luego tropecé con su cuerpo, tendido en el suelo de la habitación.


¿Cómo pudiste hacerlo? ¿Qué es lo que hago ahora yo?

Y me abracé a su cuerpo, para darle calor.

Pero ya se había marchado y ahora....solo quedo yo.


Ahora me voy despidiendo, espero que estés mejor

en el lugar donde quiera que te encuentres, espero hallaras el calor.

Yo por si acaso, como cada invierno, te traigo un chaquetón

para limpiar mi conciencia, para pedirte perdón.


"Para de una vez" -dijiste-, no te soporto así.

No te vuelvas jamás a quejar, ¿No ves que estoy aquí?

"Deberías dormir"


Pues veras -contestaba yo-, llevo el infierno aquí,

y aunque no te lo quieras creer, forma parte de mi,

y al igual que tú, noche tras noche....me impide dormir.



Tras pronunciar la última sílaba, acompañada de un Fa# menor, el tipo se alejó un poco del micrófono a esperar esos aplausos que nunca sonaron, y lo único que se oyó a continuación fue el sonido de su nudo en la garganta.
No se apreció decepción en su rostro por la carencia de los aplausos, si no alivio, es como si hubiera sentido una necesidad imperiosa de cantar aquella historia.

Se descolgó su vieja guitarra acústica y a continuación la introdujo en aquél estuche que se caía a pedazos, y después de cerrar los broches de seguridad, bajó del escenario para colocarse de nuevo en su lugar de la barra.

-Otro whisky con hielo, por favor -dijo al camarero, mientras depositaba un billete sobre la barra-.

-A esta te invitan -contestó este-.

A continuación, una chica que arrastraba la belleza olvidada en callejones nocturnos en el rostro, y todo el semen de un banco de inseminación artificial en sus bragas, cruzó la distancia que los separaba en la barra y se situó junto al chico-espectro.

-Me ha gustado tu canción -dijo la chica-, ¿Dónde la aprendiste?

-En el infierno -contestó él-, me la dictó palabra a palabra Lucifer.

-Pareces muy cansado y triste -continuó la chica-, ¿estás de paso? No tienes pinta de ser de por aquí.

-Sí, acabo de llegar a la ciudad. Llevo días sin probar bocado ni dormir. Estoy buscando algún trabajo. Algo temporal, solo estoy de paso.

-Creo que conozco a alguien que podría hacerte ganar algo de pasta, pero ya es tarde, puedes ir a verle mañana.

-Eso estaría bien -contestó sin entusiasmo-.

-¿Tienes donde pasar la noche?.

-No. No me queda mucho dinero, así que pensaba pasar la noche aquí, bebiendo, y mañana buscar algún trabajo en el puerto.

-Esto cerrará pronto, y ahí afuera hace muchísimo frío. Verás -añadió-, tengo una habitación que comparto con dos chicas más, puedes pasar esta noche con nosotras, tenemos algunas botellas y algo de sitio. A cambio, volverás a tocar esa canción y algunas más que te sepas, has conseguido emocionarme.

-Eso estaría bien.

-Entonces te vienes conmigo. Siempre que no te importe pasar la noche con una chica a la que le falta un dedo de la mano.

-Iré, siempre que no te importe acoger a un tipo al que le falta el alma.

-Trato.

Las dos escuálidas figuras atravesaron el local hasta desaparecer más allá de la puerta, perdiéndose entre la ventisca que azotaba la ciudad en el exterior.

Y sus pasos a través de los adoquines encharcados, resonaron en el silencio de la noche esparciendo la callada melodía de la insatisfacción.

Paso a paso.

Verso a verso.

Gota a gota.

Dos notas amputadas de un pentagrama inconcluso.




* Desalojos por José M Correa Lozano se encuentra bajo una LICENCIA CREATIVE COMMONS ATRIBUCIÓN - COMPARTIR IGUAL 3.0 UNPORTED.

No hay comentarios:

Publicar un comentario