miércoles, 18 de septiembre de 2013

Agenda escolar 2003-2004

Había caminado solo durante cinco manzanas, debían ser las cinco y media o las seis de la madrugada. Caminaba siguiendo una dirección algo incierta, me parece que buscaba el camino a casa, y en mi memoria, ese camino debía ser un camino algo sinuoso y lleno de curvas, porque recorrí aquella distancia haciendo "eses".
Y el cielo se encontraba en ese punto en el que parece debatirse entre amanecer o mantener la noche eterna, y es una especie de lucha, una lucha sangrienta que siempre termina salpicando el cielo de un rojo sangre que se diluye. El cielo pasa de rojo sangre a naranja roto, para luego amanecer, y con el amanecer, un frío capaz de congelarte en pocas horas.
 Yo caminaba congelado, mientras en el cielo se luchaba por la imposición del día o la noche, mientras la sangre derramada goteaba manchando las nubes, yo caminaba de vuelta a casa, o al menos creo que esa era mi intención. 

Acababa de cerrar para mi el último sitio para beber que encontré abierto, habíamos llegado allí después de una larga noche, una larga noche de vacío admitido y vanos intentos de llenarlo con todo tipo de sustancias, compañías y otras torturas para mi cuerpo.
Recuerdo haber llegado a ese antro acompañado de una chica, y a esta la llevaba colgada desde hacía más o menos una hora, y no paraba de ofrecerse a todo tipo de cosas "entremos ahí, quiero chupártela", "conozco un sitio, me apetece que me folles ahí", "Bebamos algo y bailemos, me apetece bailar", "Deberías parar con eso, me da miedo la forma en que sonríes, es triste".
Y yo solo necesitaba compañía, tenía que mantenerme acompañado aquella noche, así que tenía puesto el piloto automático, ella pedía y yo obedecía, fingía estar interesado en algo de aquello que me ofrecía. Recorrimos varios sitios de la ciudad, y nos encontramos a gente que yo conocía, y ella se presentaba sola, y a mi me daban arcadas, y mis conocidos la miraban con deseo, y a mi con admiración, y yo quería vomitarles encima al perro rabioso que arañaba mi estómago desde dentro.
Decía ser profesora de inglés en una escuela privada, y tenía pinta de ello en realidad, pero yo solo podía sentir lástima por aquellos alumnos suyos, más que por los niños del zaire, lástima por su nariz agujereada, lástima por su cerebro vacío, lástima por esa mirada de madera, ¿Qué habrías hecho sin ese cuerpo, Raquel? ¿Qué cojones habrías hecho?

Luego nos hemos visto alguna que otra vez, en conciertos de mi banda a los que asistías, otra cosa no, pero tenías un gusto musical aceptable.
Salí del último bar sin ella, sinceramente, no me apetecían más mamadas, ni follarla, ni escucharla, ni saber que existía, así que dejé que fluyera, busqué acercarnos a un pobre diablo que se creía atractivo y con parla y pronto se la dejé colgada y me fui a la barra, solo.
Ya había tenido mi ración de compañía, ya había comprobado que todo estaba en orden, que nadie intuía lo que pasaba por dentro, nadie oía como yo, el rechinar de los engranajes de mi maquinaria, toda rota por dentro.

Mientras estaba en la barra con la mirada posada en el fondo del vaso, no podía evitar desear matar a los dos tipos que tenía a la derecha, estaban justo en esa fase de la  borrachera consistente en la exaltación de la amistad, y aquello era como ver una película horrible, o una obra de teatro mediocre, y deseaba matarlos.
Hablaban realmente alto, si es que hablar sirve para definir ese tipo de comunicación que mantenían, una comunicación que se basaba en "¿Recuerdas cuando...? "Ohhhhhhh que tiempos" y a esto siempre seguía un abrazo de fuertes palmadas en la espalda.
No podía soportar tanta falsedad, no podía soportar la imagen del perro atropellado en la A-49 que había visto esta mañana entre la niebla cuando iba de camino al trabajo, no podía soportar al camarero calvo con cara de indiferencia, con aires de grandeza, como si fuera un tipo de éxito, como si fuera el jodido empresario del año, ¡Jódete calvo de mierda! Parece que incluso crees que va a aparecer en cualquier momento un representante de la cámara de comercio para darte palmaditas en la espalda.
No podía soportar el sonido del amor, arañando, trepando desde los subsuelos de la ciudad, arrastrandose desde las alcantarillas, enganchando a esos imbéciles ingenuos y solitarios, como el tipo al que engatusó Raquel, o más bien yo.

No podía soportar el cruce de piernas de aquella mujer intocable, a la que nadie entraba porque nadie creía merecerla, parecía un objeto fuera de lugar, molestaba a la vista, era como ese tipo de personas que conjunta una camisa de cuadros con un pantalón de rayas, dices "Joder, algo aquí no va bien".
No podía soportar haber gastado mi munición con Raquel, joder estaba agotado, no podría ni levantarme para ir a mear, así que intenté pasar desapercibido, mirar con disimulo aquél cruce de piernas, pero lo que a mi podía parecerme disimulo con la carga que llevaba encima, parecía no ser muy acertado.
En una de mis furtivas miradas —en algo tenía que entretenerme—, vi cómo se levantaba y caminaba hacía mi, y he de confesar que me puse algo nervioso, ya que sabía que nada podía ofrecerle.

—Perdona, ¿nos conocemos? —preguntó desde sus exageradamente rojos labios—. Es que te he visto mirar varias veces y me suena haberte visto antes.

—Lo siento —me disculpé—, solo miraba tus piernas, son preciosas.

—Ah, gracias, supongo —dijo sonriendo—. ¿Seguro que no nos conocemos? Juraría haberte visto, y en varias ocasiones además. Me llamo Sara, estudio en la escuela de artes, fotografía artística.

—¡Joder!Yo también estudio allí —me sorprendí diciendo, no suelo revelar ni un solo dato personal a personajes que conozco en la noche—, de eso debes recordarme. Yo tampoco olvidaría a un tipo como yo, la verdad.

—En eso estamos de acuerdo. No tienes muchos amigos allí, ¿verdad?. Siempre te veo llegar a clase, salir e irte zumbando, aunque a veces te recoge una chica, ¿es tu chica?

—Eh, para un poco, rubia. No, no tengo muchos amigos, ni allí ni en ningún sitio, pero eso si, soy jodidamente bueno, eso lo habrás escuchado por allí, de hecho soy jodidamente bueno en todo lo que hago.
Y no, no es mi chica.—Añadí— Ya no.

—Vaya, qué modesto es usted caballero. Supongo que ahora me toca a mi contarle cuáles son mis virtudes.

Justo en ese momento, Sara, que era una chica bastante voluptuosa, una rubia "moderna" embutida en un vestido azul eléctrico y con un peinado imposible, enganchó su mano a mi muerta entrepierna y lanzó su metro setenta y ocho contra mi, en busca de mi boca.
No se si fue la jauría de canes que yo llevaba dentro amotinada, la visión de un extremadamente hortera piercing situado entre sus paletas en el que no me había fijado antes, o  ese perfume barato que la envolvía, pero mi respuesta a su ataque fue apartarla de un manotazo y dar rienda suelta a una vomitona tremenda.
A partir de ahí todo se sucedía jodidamente rápido, ella gritó por mi empujón, el jodido calvo, el bill gates frustrado se dio la vuelta ante el grito de la que resultó ser su hija menor de edad aún, que lo esperaba allí siempre que venía de fiesta para irse los dos juntos a casa tras el cierre. El jodido calvo pensaba que le había molestado, claro, la culpa siempre al que pota.

No podía cortar el grifo, estaba desatado, era una corriente continua aquello que salía por mi boca, y a cada cm3 que expulsaba me sentía mejor, al menos hasta que ese hijo de puta calvo me echó de allí como a un perro, me estrelló la cabeza contra la verja al arrojarme a la fría madrugada. "Y no vuelvas por aquí".
Y de mi boca potada y ya con sabor a sangre solo pude articular: "Deberías atar a tu perrita", entonces oí de nuevo la verja y cerré los ojos para esperar la estocada mortal, debo confesar que en parte la deseaba, la deseaba con toda mi alma.

Caminé a lo largo de cinco largas manzanas, y la noche sangraba, y yo también sangraba, y a veces paraba a mear.
Finalmente llegué a casa, o al menos a eso que llaman casa, porque nunca podría haber sentido aquello como mi hogar, y allí dormía la chica que me recogía a clase, a su manera también dormida inundada en sustancias, en su caso, se había inflado de mediocridad. Yo me metí en mi cuarto, el cuarto donde trabajaba, o bueno, donde hacía eso que yo llamaba trabajar, pero que a nadie le importaba una mierda, ni valoraba, ni pensaba que fuera algo digno, y abrí mi vieja caja fuerte gris.
Y allí estaba mi carpeta forrada, mi carpeta de la adolescencia temprana, esa carpeta que aún hoy conservo, forrada con fotos de Kiss, Iron Maiden, Dover, Nirvana, Screaming Trees, Soundgarden, STP, y me tiré al helado suelo, y de ella extraje un viejo diario, muy muy antiguo e hice lo que hago cuando necesito recordar que a veces he conseguido sentir y hacer sentir.
Y volví a releerlo, y a ver los dibujos, y a revivir aquellas historias, y podía ver sus caras, y algunas me hacían querer vomitar, pero otras me hacían querer volver allí, y si volviera, si algo o alguien me diera la oportunidad de volver allí...volvería a hacer lo mismo que hice...una y mil veces.



Buenas noches.

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