domingo, 1 de septiembre de 2013

En la espiral

Probablemente, el sentimiento de impotencia sea el marcador que mejor indique la llegada a la etapa adulta. No se trata del hecho de que ese sentimiento aparezca justo cuando te haces adulto, se trata del hecho de aceptar esa impotencia, de caer de rodillas ante la evidencia: Hay situaciones en las que nunca podremos cambiar lo que no nos gusta, o lo que nos molesta, o lo que nos duele. Hay muchísimas cosas que desearías y que sabes que nunca jamás vas a conseguir.
En el momento en el que te ves inmerso en una situación  en la que determinadas variables escapan a tu control, cuando te encuentras totalmente incapaz de darle un giro que te salve del malestar que te provoca, cuando tomas conciencia de que no hay nada en el mundo que puedas hacer, en ese momento comenzamos a madurar. 
Paradójicamente, cuando adoptas esa perspectiva por primera vez, cuando sientes cómo un escalofrío recorre hasta el último de tus huesos y te ves a ti mismo desde un ángulo en picado, pequeño, un minúsculo insecto cediendo a la corriente del tiempo, es ahí cuando te haces mayor de verdad.

Sumergida en estos pensamientos se encontraba Dani, después de haberse tropezado por casualidad con un viejo mensajero de tristeza, soledad y dolor, con un fetiche que la devuelve a esa terrible mañana que la convirtió de un solo golpe en una mujer adulta. Aquella mañana de Reyes, la más fría y desoladora que jamás había vivido.

Hacía más de siete años de aquél acontecimiento, pero para Dani, la Navidad era una época del año en la que abandonar el país, viajar, su agente lo sabía y le programaba multitud de fechas por toda Europa, firmas de ejemplares, Master Class de escritura creativa, visitas culturales, reuniones con editoriales y visitas a colegas del gremio. La Navidad significaba huir, mantenerse lejos del foco del dolor, de la zona cero, del olor a cocido, de los villancicos y de las reuniones forzadas con familiares realmente molestos y ordinarios.

Tres años después de la fatídica mañana de Reyes que ahora ocupa toda la capacidad de procesamiento de la mente de Dani, esta se mudó a la capital. Fueron años realmente duros, completamente sola, empezando una nueva vida, intentando buscarse un lugar en el mundo de las letras. No fue sencillo, por aquél entonces aún se medicaba, aún se estaba recuperando de las secuelas que con el tiempo fueron aflorando de su interior a raíz del acontecimiento fatal. Al principio solo se sentía vulnerable, frágil, en cualquier momento podría ocurrir algo terrible que acabara con su vida, esto la ponía nerviosa. Pronto estos síntomas se convirtieron en un círculo vicioso: Piensa que puede morir, se pone nerviosa, se encuentra mal por los efectos de la ansiedad, piensa que está muriendo. Seguidamente empieza a evitar las situaciones que le producen esa ansiedad y termina sumida en un trastorno depresivo con agorafobia, no puede salir sola, le asustan las multitudes, los espacios abiertos, y queda atrapada en casa, sin saber que hacer con su vida.

Por suerte, consiguió ayuda de parte del personal del centro en el que estudiaba y se puso en tratamiento. No fue sencillo, una de las teorías que explican la depresión es la de la indefensión aprendida: Ves que haciendo algo o no, sigues teniendo el mismo resultado o peor, así que te decides a ir haciendo cada vez menos cosas, y cada vez sintiéndote peor, hasta que todo pierde el sentido. Las cosas solo pueden ir peor.
A pesar de haberse sumergido bien en el pozo de la desesperación, poco a poco y con ayuda de diversos reguladores de la serotonina y tranquilizantes varios, en pocos meses consiguió superarlo, o al menos, poder volver a llevar una vida "normal". Terminó sus estudios de arte y se mudó a la capital, donde se matriculó para estudiar periodismo, donde trabajó de todo lo que nunca querríamos trabajar, combinaba sus clases de la facultad con servir hamburguesas, limpiar portales, chupar pollas flácidas, abrirse de piernas de madrugada en moteles baratos, escribir poesía que vendía a pequeñas publicaciones independientes por una miseria que invertía en comprar caballo, y solo de vez en cuando, hacer cosas normales de estudiante con sus compañeros y compañeras.

Fue en una de estos Fanzines independientes donde conoció a Carla, una lesbiana militante del movimiento ultra feminista que tardó poco tiempo en llevársela a su casa, y a su cama. En poco tiempo, ambas cambiaron una vida solitaria y depresiva por una vida llena de roces de conejos, peleas de tijeras, literatura y odio hacia el ser humano varón.
Motivada por Carla, Dani comenzó a centrarse en su carrera, a apartarse de las pollas flácidas que tanto le gotearon encima a su llegada, de las agujas y de la depravada forma de subsistir que había encontrado en la gran ciudad. Carla admiraba su forma de escribir, y su forma de follar, Dani era dócil y fuerte a la vez, era esbelta, de ojos verdes rasgados, tenía una larga melena del color del trigo, y era tremendamente femenina, era una verdadera delicia para "el camionero Carla".
Entre los poderosos coños frustrados que Carla tenía por amigas, las crudas historias de Dani, que hacían estremecer a sus lectores, y las grandes referencias que iba acumulando a través de las prácticas que realizaba en la carrera, Dani pronto se vio trabajando en asuntos serios, rodeada de editores, agentes y jugosas ofertas que podrían solucionarle la vida. Al fin y al cabo, una vida cómoda era su obsesión, no podía olvidar que la necesidad había sido la causante del gran estigma que cargaba de por vida.
 Dani se dejó guiar, pronto se deshizo de aquél oso pardo llamado Carla, se mudo a una casa rústica de la zona alta de la ciudad, y se dedicó a trabajar en serio en sus historias, a sacar todo aquello que llevaba dentro y a la vez, vivir de ello.

Todo iba viento en popa, todo iba genial, durante un par de años, casi había conseguido no despertarse temblando cada noche entre gritos, bañada en sudor, sintiendo que en cualquier instante sería devorada por el enorme malestar que envolvía sus pesadillas.
Se había construido una fortaleza enorme. Los hombres habían entrado y salido de su vida constantemente, pintores afeminados, poetas alcohólicos, decoradores maniáticos y cazadores de fortunas, si señor, su entrepierna estaba más que bien servida.
Y justo ahora, de repente, mientras decide volver al viejo garaje de la casa familiar para probar suerte y ver si aún está por allí la vieja Smith corona del tío Raúl, se encuentra sosteniendo aquel maldito objeto que devuelve su mente a la mañana de reyes.
 Mientras lo sostiene en sus manos la idea de la impotencia la devora, ¿acaso era cierto lo que contaba en sus dramáticas historias? ¿es imposible escapar al destino?, puedes despistarlo un rato, pero descuida, volverá a aparecer a la vuelta de la esquina para alcanzarte y darte bien por el culo, sin miramientos.
 Quizás nunca hubo posibilidad de cambiar nada, solo ha sido un entretenimiento, una broma macabra. Quizás debió hacer aquella mañana lo que de verdad deseaba hacer, a lo mejor todo debería haber terminado allí y esto era solo una prórroga, una venganza por haber sido tan cobarde aquella mañana.

Cuando sus nervios alcanzan el límite máximo de presión que pueden soportar, Dani siente que su visión se vuelve borrosa, el corazón le late con tanta fuerza que le hace temblar las piernas, durante unos instantes piensa que va a morir allí, en el mugriento garaje, que está sufriendo un ataque cardíaco, pero tras respirar varias veces de forma ordenada, consigue salir al frío aire de Noviembre que con su abrazo la devuelve a un estado algo más sereno.
Su idea era recuperar esa vieja máquina de escribir, comprar cinta de tinta en su papelería favorita y encerrarse en la solitaria cabaña que su agente, Sara, le había alquilado en Sierra Nevada, para que trabajara en su próxima publicación.
Pero ahora todo toma otro color, su interior ha sido agitado violentamente y ahora todas sus emociones son convulsas, su sangre se precipita contra las venas como las olas contra las rocas en un temporal.
Antes decidir cuál será su siguiente movimiento, Dani decide parar a tomar un café en su local favorito de la ciudad para intentar poner en orden sus ideas, para callar a la bestia que ha despertado de su largo sueño al contacto con el maldito objeto.

Nada más entrar en ese local, un sitio pequeño, oscuro, independiente, donde nadie habla con nadie, donde nadie mira a nadie, donde nadie conoce a nadie, la mirada de Dani se ve atraída hacía la mesa que está justo al fondo, bajo la luz verde de un Neón de una marca de cerveza.
Allí está sentado un tipo que llama su atención por algo que no sabría expresar, debe ser un chico de unos veinticuatro años, no más, que fuma elegantemente a la vez que lee un ejemplar de "La máquina de follar" de Charles Bukowski.

Nada ,más entrar se vio atraída por una fuerza invisible, se vio obligada a mirar hacia allí, a cruzar su mirada con la de aquél extraño, aquél tipo alto, muy delgado, de pelo negro como la noche y barba de cinco o seis días que leía obscenidades, que destilaba sordidez. 
Guiada por el mismo impulso que la había obligado a detectarlo, tras pedir su café solo, Dani es arrastrada hasta la mesa del extraño, donde sin pedir permiso se sienta.

—Espero que no te importe —dice a la cubierta del libro, mientras deja su pedido en la mesa—, me llamo Dani.





Continuará.

No hay comentarios:

Publicar un comentario