domingo, 8 de septiembre de 2013

¿Tiempo al tiempo?

Es imposible, llegados a un punto, no preguntarse cómo podemos hablar con tanta seguridad, de parámetros firmemente establecidos como por ejemplo, el tiempo.
Estamos convencidos de que un minuto dura un minuto, porque siempre ha sido así, porque es así como se ha establecido mundialmente. Pero ahora, sinceramente; ¿De verdad un minuto dura un minuto cuando estás sintiendo un dolor brutal?. ya no hablo de un dolor emocional (ahí si que es peor), pero un simple dolor de muelas, o de estómago, pueden hacer que un minuto se expanda hasta parecernos una eternidad. Si piensas en ello, empiezas a ver la cantidad de reglas absurdas en las que estructuramos nuestras vidas, en que todo lo establecido es más que cuestionable, en que todo es tan relativo. 

La verdad es que yo tampoco suelo pararme especialmente a cuestionarme muchas cosas, simplemente vomito todo lo que me sobra, lo que no puedo digerir y ahí queda, pero he llegado hasta lo relativo del tiempo, mientras pensaba en que ha habido épocas en que los días volaban, de hecho hay momentos en que el tiempo sigue escapándose inevitablemente entre los dedos.
En la situación actual en la que me encuentro, preso de este nuevo estado, excitante y terrorífico a la vez, todo se ha vuelto secundario, todo es lento y aburrido, no hay paz, ni contemplación, no al menos hasta el momento de calma. Es ese momento obligatorio de cada día, como un ritual sagrado en estos tiempos en los que todo está prostituido. Nos han engañado respecto al valor del tiempo, nos han engañado con respecto al valor de la vida, nos han engañado haciéndonos creer que el amor se busca, y no es así el amor solo llega, echa la puerta abajo de una patada, te noquea, te apoya en la mesa boca abajo, te levanta tu vestido de estampado de flores de andar por casa y te folla vivo.

Nos han engañado con todo, y realmente no queda nada sagrado, y no nos damos cuenta, porque estamos ocupados creyendo en que los minutos pasan de una manera estipulada, uniformemente, al igual que ocurre con los años, con la vida, con la prostitución de la palabra amistad, con el comercio del dolor y del olvido, definitivamente, nos hemos vuelto todos locos y ahora perseguimos al cuerdo con antorchas y tridentes, lo sacamos de su casa y lo ahorcamos en el árbol del centro de la plaza del pueblo. Y lo hacemos porque no queremos ver que el tiempo se escapa, ni que el tiempo se estanca, no queremos ver la relatividad de todos los parámetros que conforman los pilares de la existencia, ya no queda nada sagrado, solo millones de sentimientos artificiales, regidos por normas estipuladas, resulta realmente triste.
Yo seguía esa senda, a mi manera, creyendo que no lo hacía, hacía paso por paso, todo lo que está estipulado en el manual de normas para los tipos que hacen lo que no está estipulado, al fin y al cabo, también caminaba en un tablero, casilla a casilla, con los ojos vendados, jugando sin saberlo, aceptando las reglas del juego.

No quiero ejercer de profeta, realmente me importa una mierda quién a parte de mi quiera despertar. Yo he llegado a esto, a este planteamiento, por verdadera obligación, una obligación oculta, secreta, una adicción irresistible, como si siempre hubieras estado comiendo pizzas congeladas de las de 5 minutos en el microondas, y de repente te llevaran a la boca la madre de todas las pizzas.
Sin darme cuenta, me he encontrado arrodillado, rezando a una hora concreta del día, a un Dios profano, lascivo, despiadado, pero a la vez adictivo, lujurioso y atractivo. Las horas dejaron de medirse con el reloj, el calendario se olvido del antes y después de Cristo, porque a pesar de que en la escuela nos enseñaban que Jesús se sacrificó para que nosotros viviéramos, a mi lo que me da la vida es mi dosis diaria, mi pequeño ritual sagrado, inamovible, puedo prescindir incluso del aire, pero no de mi ritual, de mi sagrado sacramento.
Este, al igual que todas las cosas importantes en la vida es exclusivo, rígido, no está siempre disponible, de hecho es bastante escaso en cuanto cantidad, pero es inmenso en calidad, en profundidad, en satisfacción, podría romperme todos los jodidos huesos del cuerpo, que yo seguiría extasiado, contemplando, sonriendo, hablándole bajito, escuchando a sus ojos, y temiendo una dentellada de su sonrisa, cruel sonrisa, un Dios profano con dientes de acero, implacable.

El hombre necio, sigue la senda establecida, solo camina, con la cabeza agachada, mirando a su ombligo, camina deprisa porque le han contado que el tiempo se escapa, pero el tiempo sigue ahí, y el corre, y agota el tiempo, y se agota, y podría pasar cien mil veces por delante de aquello a lo que rindo culto, que no vería ni una décima parte de su esplendor. Si por algún motivo, el hombre necio se guiará en un cierto instante por el azar y se cruzara en su vida, mi sagrado ritual, el hombre necio no entendería con quién está compartiendo un tiempo sagrado, no entendería la exclusividad de la que está disfrutando sin ser merecedor de ella, no sabría llevar a cabo el ritual, intentaría en un vano intento domarla, tal y como le han enseñado, castrarla, condenarla a la correa y al bozal, a solo tener ojos para él. Ella posee el don de la visión profunda, nunca vas a limitar el alcanza de sus preciosos ojos, jamás podrías atarla, no puedes rodear con los brazos aquello intangible que la hace especial.

Me considero un necio,y me miro el ombligo mucho más que cualquier otro, porque soy un tipo asustado, un niño asustado, que decidió que la única manera de poder vivir con miedo, es hacerlo tu aliado, si te da miedo la velocidad, sube a una moto sin casco, y ponla a 200Km/h, a la mierda el miedo, nunca se va a marchar, pero vamos a arder juntos, nos vamos a joder bien, voy a darle miedo al miedo, porque si yo no existo, no existe el miedo, así que decidí que caminaría un camino un poco especial, y allí encontré mi templo, cuando menos lo esperaba.
Y de repente todo cambia, y el día se divide en diferentes partes, y el mundo se convierte en la sala de espera de un hospital viejo y amarillento cuando no estás con ella, y de repente, cuando llega la hora sagrada (es como celebrar fin de año cada día, porque cada día podría ser la última vez, y me esfuerzo por guardar cada matiz de mi encuentro contigo en mis retinas), cuando llega esa hora sagrada el tiempo escapa, ya no es una sala de espera, si no el único chorro de agua que se desliza por la verde hoja de una palmera en medio de un seco desierto por el que vagas durante toda la eternidad, y quieres retenerla entre tus manos, no desperdiciar ni una gota, pero sabes que no es posible, y se acaba escurriendo entre tus dedos, y vuelves a la sala de espera, que ni siquiera te molesta, porque tienes un nuevo huésped en el pecho, se llama esperanza, y se llama amor, pero también agonía e impaciencia, y allí estás, esperando, y te acercas a la máquina de refrescos y la única bebida disponible es mediocridad, y prefieres morir de sed.
Y te asomas a la ventana de la sala, y los ves caminar, perdidos, mirando sus estúpidos relojes, sus mentiras, son follados a diario por una mentira, y creen que un año dura 365 días, y que un día tiene 24 horas, y que es así porque si, y que nunca cambiará, que no hay excepciones.

Y no se está tan mal en la sala, porque tienes algo que esperar, y a veces es tentador ser un imbécil y dejarse arrastrar por la corriente del tiempo, pero no se llega tan lejos para luego retroceder, no cuando lo que está en juego es algo superior, una revelación, un sutil caos ambulante, un huracán de verdad, una inundación de emociones, no puedes echarte atrás, porque aunque no lo sabes, tu si que estás amarrado. Estás atado como un jodido esclavo, el único esclavo voluntario del mundo, el único esclavo feliz, el único esclavo sin cadenas, el único esclavo libre de marcharse en cuanto quiera.

El tiempo está siempre de nuestra parte, porque cada uno tenemos nuestro propio tiempo, independiente al de los demás, y tenemos que decidir en que invertirlo, o no decidirlo y dejar que el decida, da igual, lo importante aquí es que no busquéis nada, seguid mirando hacia vuestros desgastados zapatos, seguid así, rumbo a la extinción, yo seguiré en lo mío, en mi propia carrera a la autodestrucción, seguiré ardiendo en mi propio fuego, sonriendo por dentro, golpeándome contra toda la metralla que arrastra el huracán de mi tiempo con una enorme sonrisa invisible, imperceptible para vosotros, pero no para ella.
Sigamos cada uno en lo nuestro, seguid pensando ¡pobre loco!, ¡no sabes lo que haces! seguid en vuestro camino al ataúd, con un poco de suerte, yo seré devorado, y ni mis restos dejaré, volveré a la tierra, una y otra vez en un ciclo infinito, el mismo ciclo que me ha traído hasta aquí, hasta este momento, me ha arrastrado por la existencia en busca de mi rito sagrado, y ahora que lo he encontrado, puedo demostrarle cuan indigno soy, puedo mostrarle el horror que soy, el juguete roto, el tipo defectuoso, malvado, irónico, cínico, cruel y egoísta, confuso, perdido. Estoy aquí, soy el niño perdido que llama a tu puerta, y se que me recibirás con una patada en el culo, porque soy indigno, y un auténtico cerdo, y mi polla es una mal educada rebelde que no acepta órdenes de nadie, pero al menos, cuando abriste la puerta, pude mirar tus ojos, y eso no podrá arrebatármelo nadie, ni mil millones de vidas, así que no ha sido tan malo, soy un obsceno y vulgar ladrón de recuerdos, y tus ojos son mios, y en ellos me cobijo.
Mientras esperamos a nuestro próximo encuentro, voy a colgarme a la cola del tiempo, y de la mano del sueño, arrastraré las horas minutos y segundos a mi voluntad, acercándome poco a poco, de nuevo a la hora sagrada.






Buenas noches.

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