jueves, 12 de septiembre de 2013

Tic-Tac...

—Escúchame, creo que esta es la mejor solución —casi suplicaba—, en serio, no podemos dejar pasar esta oportunidad, es una oferta cojonuda.

—Lo se, tío —le acarició el rostro con el dorso de la mano—, y no soportaría que la rechazaras por mi, no podría vivir con eso. Tu has nacido para dedicarte a esto, los dos lo sabemos, y no pienso dejar que renuncies por mi.

Hacía frío en aquella azotea. Era un buen escondite que ambos habían adquirido tras vagar como perros en celo, buscando un sitio oculto, un sitio poco transitado, un sitio para dar rienda suelta a la tempestad que luchaba contra los diques de contención de las convenciones sociales.
Durante las noches de verano, podían pasarse allí las horas muertas haciendo nada, solo estando allí, parados, bajo el cielo estival.
Pero aquella tarde de Noviembre, cuando mantenían aquella conversación frente a un horizonte que se comenzaba a mostrar rojo sangre, el aire helado casi podía cortar, a pesar de que ambos iban bien abrigados tras llevarse todo el día vagando por la ciudad en sus distintos quehaceres.

—Pero...hemos hablado mil veces de escapar de aquí, juntos...

—Y no hay nada que desee más, y lo sabes, ¡Eh! —con su mano impulsaba la mejilla del chico hasta erguir su rostro que miraba al suelo—, no me hagas esto, tío, ya sabes lo que hay.

—Claro que se lo que hay, joder —gritó apartando la mano de la chica—, ¿De verdad es tan importante para ti? No se a qué cojones estás esperando. Vienes llorando, quejándote: "Me ha dicho tal", "Me hace la vida imposible" "Allí nadie me apoya, no soporto más esta familia", y ahora que te propongo una salida, ahora que de verdad podemos hacerlo, me pides que lo haga solo. ¿A ti qué te pasa?

—No estás siendo justo. Sabes que las cosas no funcionan así, sabes que tengo mis planes.

—¿Tus planes? —la interrumpió—, joder...tus planes...¿Tus planes son seguir soportando que te machaquen a diario? ¿Vas a seguir intentándolo? ¿Tan importante es para ti su aprobación? Haces cosas, ¿Sabes? Yo lo veo, veo como cambias pequeñas cosas cada día, cedes terreno para agradarles, y yo te observo volver destrozada, porque te ilusiona pensar que te agradecerán el esfuerzo, y te preparas, intentas hacer algo que les sorprenda, algo de su agrado, pero ellos solo tienen reproches para ti.
Yo no puedo soportar como vas con una sonrisa en la cara al matadero día tras día. Me estás destrozando...joder.

—Tu lo ves muy fácil, a ti nadie te qui....espera, sabes que nadie te espera, puedes desaparecer, saben como eres, todos lo tienen asumido.

—¿Por qué no lo dices? —interrumpe él— En serio, dilo, sin miedo, dilo mirándome a los ojos.

—No seas dramático, sabes que no quería decir eso, pero bueno, ya sabes, nuestra diferencia de edad, y bueno, tu eres de otro rollo, tienes otra cosa, no tienes que rendir cuentas con nadie porque te has construido una vida a tu manera, bien sea porque las condiciones te han impulsado a ello o porque te lo has montado muy bien, pero yo tengo que mirar mil cosas, y además no se si quiero irme y perderlos para siempre porque en el fondo siento que los quiero, y que me quieren.

—Estás enferma,  lo sabes ¿Verdad?

Tras unos treinta segundos de sostenerse la mirada, como debatiéndose entre salir corriendo, estrangularse mutuamente, o saltar al vacío desde aquel piso doce, ambos se follaron como si un enorme reloj resonara en el mundo, advirtiendo: "Vuestro tiempo se agota", y se agarraron como si de una pelea se tratara, como si en lugar de una muestra de amor, afecto, o deseo, se tratase de hacerse daño mutuamente, de romper la ropa del adversario. En lugar de besarse, se devoraban y en lugar de rozarse sutilmente, sus cuerpos se estrellaban en convulsos movimientos, violentos, salvajes, primitivos, verdaderos.

Su historia de amor terminó aquella noche, con los rebotes sobre el piso de aquella pareja de ancianos tan extraños que a veces subían extrañados por los ruidos que provenían de la azotea. Creo que ella padecía Alzheimer o algo por el estilo, porque el no podía dejarla sola, la llevaba incluso a la azotea en sus expediciones exploratorias, y en una ocasión, la anciana cruzó su mirada con la de aquél chico que se escondía agazapado detrás de un aparato de aire acondicionado, y en lugar de delatarlo, le sonrió y le comunicó que guardaría silencio mediante un gesto: se llevó su dedo índice a sus sonrientes labios. ¡Gracias, abuela!

En cuanto a ellos dos, siguieron diferentes caminos, y aunque en un determinado momento fueron buenos el uno para el otro, el tiempo les dio la razón, y cuando muchos años después supieron e uno del otro, respiraron aliviados, porque no soportarían compartir ni un segundo el estilo de vida que lleva el otro. De hecho, viéndolo desde la distancia, ambos, el uno para el otro, piensan ¿Cómo ha podido cambiar tanto? (Para mal, obviamente), y eso está genial, porque los pasos atrás no son buenos, uno no puede avanzar en la vida mediante pasos atrás, sabían que querían, cómo lo querían y que significaba renunciar a ciertas cosas, y así fue, así será siempre.
Si deseáis algo, pequeños y pequeñas, tomadlo, sea como sea, porque ese gran reloj podría aparecer en cualquier momento, y aunque vayamos bien de tiempo, ¡Siempre podríamos ir algo mejor!
Cuando todo falla, cuando todo desaparece, quedaréis vosotros con vuestros errores, y ese trago es mejor que sea corto y de una vez, así que no acumuléis cosas por hacer, no hagáis que vuestra estancia en la habitación del "Debería haber...Por qué no le....Ojala pudier..." sea más larga de lo estrictamente necesario.

Ahora, dejad de leer, dejad de hacer todo lo que no suponga una acción atrevida, arrancáos las orejas y comenzad a escuchar a lo de dentro, porque es lo que os guiará, salid y tomad lo que deseáis, si llega el reloj, que nos pille con la tripa bien llena.

Y sobre todo, por mi, más que por nadie va este pequeño sermón, ojala las fuerzas que la noche trae, duraran las veinticuatro horas. Como se que no es así, hoy voy a la cama algo más temprano, para reservarlas, se acabaron las medias tintas, hacía años que no recordaba ese enorme Tic-Tac y el terror que inspira, a partir de ahora seremos mucho más elementales, seremos magenta, cyan y amarillo, solo respondiendo a la llamada del impulso, llenaremos la paleta de colores. No más medias tintas. No más grises. El tiempo es corto y todo está tan rico, no olvidemos eso jamás, si existe un dios, rezadle para que no nos deje olvidarlo, porque nos hace sentir tan vivos.


Buenas noches.

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