jueves, 5 de septiembre de 2013

Cómo hablar

Hay momentos en la vida en los que te sientes inmortal. Todos, absolutamente todos hemos pasado por una etapa al menos así, al igual que tenemos épocas en que somos absurdos presos del miedo a la muerte, al dolor o al desastre.
Mientras permanecía inerte, totalmente entumecido, rodeado de imágenes, de fotografías, de pedazos de vida anterior que perfectamente podrían haber pertenecido a la vida de un completo desconocido, me asaltó un recuerdo. Ha sido muy extraño, a pesar de la quietud que me brindaba ese pequeño momento del día que intento regalarme cada día, ese paréntesis que me permite sumergirme en lo que fui, en lo que soy, y en lo que quiero ser, de repente, entre todas las viñetas que arrastraba el huracán de mi memoria, ha llegado a colocarse en el centro de mis ojos la turbulenta imagen de lo que tuvimos, de algo en lo que llevaba más de ocho años sin pensar, de algo en lo que quizás nunca pensarás de aquí al día de tu muerte.
Al principio me costó reconocerlo, ¿Quién podría culparme por ello? ¿Quién podría culparme por haber abierto una botella más al llegar a casa porque me gustaría estar dentro de ella? ¿Quién podría negarme el derecho de aplastar estás letras para amordazar al tiempo, para obligarle a correr más deprisa hasta nuestro próximo encuentro? La cuestión es que no me resultó sencillo ubicar ese chorreante corazón, no fue sencillo seguirle la pista hasta ti, hasta aquél concierto de Amaral, junto al mar, y el mar nos tragaba, y yo buscaba desesperadamente una salida, por aquél entonces buscaba demostrarme que podía ser querido, que podía querer, que merecía vivir, que no era el monstruo que he terminado aceptando que soy.

Una vez que hube ordenado mis recuerdos, tardé poco tiempo en vernos allí de nuevo, y no solo eso, tardé muy poco en recibir el puñetazo de todas las imágenes que arrastraba el cometa de tu recuerdo a su cola.
No solo eso, podría dividir esta revelación en muchísimas partes, pero tengo que racionar, no puedo desnudarme completamente, porque cuando lo he dado todo, me he quedado sin nada, y ahora mismo hay otra persona, y siento que quiero dárselo todo, pero las cosas no funcionan así, pero volviendo al tema: No voy a hablar de que una noche muy triste y solitaria, arrodillado en un oscuro pasillo de azulejos helados de color blanco, mientras me debatía entre qué camino tomar, si seguir adelante o no, si decidía seguir adelante, qué haría con mi vida, qué cojones sería de mi. Mientras regurgitaba estas cuestiones en mi interior, buscaba consuelo, o una señal, o simplemente distraer a mi enferma cabeza escuchando una vieja radio Sony, que en su día mi padre me regaló.
Mientras me congelaba allí, en la oscuridad, con mi cabeza invadida por los demonios del miedo, la duda y el desconsuelo, de repente, en medio de una absurda programación que no me interesaba mucho más que el precio de una operación de cambio de seco, empezó a sonar una canción que me terminó de romper, una canción que luego reconocería inesperadamente en un concierto junto al mar, una noche de verano, y que absurdamente interpreté como una señal que nos unía para siempre, ¿cómo pude ser tan imbécil?, solo éramos unos críos.

La canción que rompió completamente los diques que retenían el rabioso torrente de dolor reprimido que guardaba en mi interior, desde casi el principio de mi existencia, "Cómo hablar". Se que resulta extraño, nadie pensaría que pudiera pasarme algo así con esa canción, con una banda como Amaral, y menos quien me conociera en aquellos tiempos, en los que tocaba en un grupo de Metal, pero así fue.
Entre todos los restos que el huracán de mi memoria agitaba, dañando con toda esa metralla las paredes de mi interior, comenzaron a sonar los primeros acordes de la canción acompañados por la desgarradora voz de Eva, todo sentimiento, a medida que avanzaba la canción, a medida que aquella triste y melancólica historia de pérdida iba avanzando, ganando intensidad, toda esa metralla que rebotaba en el interior de mi recipiente, saltó por los aires, y fue realmente un alivio.
No me avergüenza decirlo, de verdad que no. Soy quien soy gracias todo lo que me ha conducido hasta aquí, y mientras estaba allí, solitario, herido, en otra ciudad, confundido, y sobre todo sintiéndome solo y desgraciado, mientras yo estaba allí, compartiendo existencia con la mujer que hoy me hace estremecer con solo una sonrisa, un roce de sus manos, una frase a la que solo sacamos el verdadero sentido nosotros, esa mujer con la que comparte una clave lingüística que nos permite hablar el castellano junto al resto de personas, sin que lleguen a entender nada de lo que realmente nos decimos. Mientras ella podría haber estado justo en la habitación de un edificio cercano, yo me rompí. Y fue agradable, fue realmente una liberación, la tristeza también necesita libertad, y las lágrimas, y también necesitan libertad la ira y el miedo, y con esa canción, esa banda Aragonesa pulsó un botón en mi interior que obligó a mi cuerpo a sacar la basura. Fue inevitable, y fue una salvación, y yo golpeé las paredes llorando como un bebé, y las manos me sangraban, pero a mi solo me dolía el alma, solo me dolía el pasado, allí vivía, allí me asfixiaba y nada de lo del presente podía dañarme.
Golpeé las paredes del pasillo, las golpeé hasta dejar de sentir mis puños, grité, me ahogué para descubrir que volvía a respirar, y justo cuando estaba al borde del colapso, simplemente vomité, caí de rodillas y dormí.
No se cuantas horas dormí, creo que muchas, porque esto ocurrió de madrugada y cuando desperté volvía a ser de noche en aquella ciudad a la que realmente terminé por coger un odio tremendo, pero cuando desperté, me sentí libre. Cuando desperté sentía que flotaba, que nada era tan malo, que tenía la opción de hacer las cosas de una forma diferente, o al menos de poder vivir con todo lo que soy (lo que pasó, lo que pasa y lo que pasará), y de poder guiarme hacia donde quiero ir realmente.

Cualquiera que me conozca debe pensar que simplemente estaba demasiado borracho, drogado o deprimido, y probablemente así era. También pensará quien me conozca, que tal revelación debería haber ido de la mano de algún clasicazo de Led Zeppelin, Lynyrd Skynyrd o cualquier otra de mis bandas favoritas de aquél momento, pero no, las cosas ocurrieron como las estoy contando y no tiene ningún sentido fingir que sucedieron de ninguna otra manera.

Cómo hablar. Yo no llegué a escuchar el nombre de la canción ni de la banda en la radio, había estallado antes de que esta terminara, pero esa canción seguía sonando en mi cabeza en los momentos de paz que obtenía, que cada vez iban siendo más, y aquella noche, cuando te acompañé a aquél concierto de esa banda que pensaba que no me gustaba, cuando creí hacerte un favor, corresponder a tu amor con mi esfuerzo, comenzó a sonar esa canción, esos acordes, pude reconocerla desde el primer segundo, y las piernas se me volvieron de mantequilla, y me miraste, y yo te agarré desde detrás, pensarías que fue un gesto protector o de cariño, pero no fue así, simplemente me estaba deshaciendo, y necesitaba aferrarme a algo, y tu eras lo mejor a lo que podía aferrarme por aquél entonces, lo único seguro que tenía entonces.
Puedo firmar donde sea, que llevaba muchísimos años sin pensar en aquél concierto, de hecho llevo muchos años sin pensar ni siquiera en ti, y no es por nada, es solo que pasamos página y lo hicimos realmente bien, y espero de verdad que te vaya estupendamente en la actualidad. El caso es que allí nos encontrábamos, yo, un león recién estrenado, aún explorando sus capacidades, pero joven, salvaje e incauto como nunca, tú, una loba, una cría aún pero que apunta maneras, y un aprendiz de león, muy entregado, pero que terminaría por encontrarse a si mismo y aceptar que solo era una oveja inquieta, pero con un tremendo corazón de oveja que yo protegí de tus dientes (Terminé por llevarme yo tu dentellada).
Y a pesar de ser una noche de Agosto, soplaba una fresca brisa, y bebíamos, bebíamos muchísima cerveza allí dentro, arropados por la multitud, yo me sentía como en casa, me sentía arropado, me sentía vuestro protector y vuestro protegido, me sentía oculto ante dios, capaz de cualquier cosa. 
El sonido nos golpeaba, conseguía emocionarnos, conseguía introducirnos en cada historia que contaban acompañada de melodías sencillas, y bebíamos, nos anestesiábamos, y yo te devoraba de vez en cuando, y tu fingías ser una presa fácil, y el amor se escapaba por tus ojos, y la necesidad por los míos, y nuestra fie oveja sonreía y bebía y nos brindaba su amistad.

El concierto terminó, y cómo dijo Kurt cobain: "Con las luces apagadas es menos peligroso", se acabó la magia, nos devolvieron al lugar al que habíamos llegado una hora y cuarenta y cinco minutos antes, a los cuerpos que habíamos arrastrado hasta allí, cerca del mar, pero algo dentro de nosotros había cambiado.
Algo nos había confundido, nos había invadido como un tumor maligno y se había extendido a una velocidad brutal por el interior de nuestros corazones, de nuestras oscuras almas y nos vendió la mentira más antigua que conoce el hombre: El amor.
Salimos de allí sintiéndonos especiales, afortunados, inmortales, enamorados, más unidos que nunca.
Salimos del concierto pensando que acabábamos de formar parte del sueño de una noche de verano, pensando que nuestra existencia no podía ser casualidad, que estábamos destinados a hacer algo grande.
Una vez más me equivoqué, creí que había encontrado mi camino, pero solo buscaba volcar todo eso que llevo dentro en alguien que pudiera soportarlo tal y como es. Creí que eras la solución, creía que yo era tu salvador pero solo quería que me salvaras, que me demostraras que no soy tan malo, que alguien en algún momento y bajo cierta condiciones, podría llegar a ver algo bueno en mi, algo bueno de verdad. Estaba cansado de saciar mi necesidad con gente que se quedaba en mi primera capa de defensa, gente a la que únicamente le impresionaba mi naturaleza creativa y rebelde que poseía en aquellos tiempos.

Salimos del concierto, muy borrachos, muy enamorados, muy ilusionados, eufóricos, y no podíamos dormir juntos, podíamos follar en momentos secretos y en lugares secretos, pero no podíamos dormir juntos.
Nos queríamos, nos protegíamos, podíamos pasarnos todo el día juntos, follando en las escaleras de los edificios, en los descansillos, en los portales en los servicios de los centros comerciales, pero no podíamos dormir juntos, creo que nunca llegamos a dormir juntos.
Íbamos al lugar donde tenían que recogerte, los tres, tú y yo demostrándonos continuamente nuestra pasión, y nos encantaba ser jóvenes traumatizados, y jodidos, y nos encantaba la muerte, el romanticismo, lo vulgar, nos encantaba sentirnos basura, y estábamos esperando a que te recogieran, y yo tenía que liberar cerveza, y estaba muy borracho.
Me fui a una pared de ladrillo de un viejo conservatorio y comencé a soltar una meada cervecera de campeonato, y me sentía salvado, tus brazos eran mi templo, así que estaba flotando, y tenías que rendirte tributo, la cuestión es que mientras estaba allí en pleno éxtasis, meando en la pared quise regalarte algo, y como todo lo que puede salir de este sucio corazón, fue algo totalmente sucio, absurdo, sórdido y deprimente: Dibujé con mi meada un enorme corazón y nuestras iniciales, y luego te llamé eufórico para que lo vieras.
Y reímos, los tres, y tu pensabas que era un verdadero héroe, pero era un perdedor, ya antes lo era, luego lo fui contigo, y creo que hoy lo sigo siendo, un auténtico perdedor que no para de perder cosas, porque las cosas pesan y ralentizan el paso, y yo estoy siempre asustado y necesito caminar rápido, sin mirar demasiado el paisaje.

Te dibujé un corazón, te regalé mi corazón, y era lo peor que podía regalarte porque mi corazón está jodido y lleno de mierda, de mal, de tristeza, de rareza, de incomprensión, y todo eso, al final acabó haciéndote mucho daño, porque lo aceptaste.
No siento haber hecho lo que hice, eras una buena chica, aún no había despertado del todo la bestia, y éramos unos niños, espero que estés donde estés, haciendo lo que estés haciendo, sigas viva, y no me refiero a que respires, o si, precisamente eso, espero que respires.
Yo estoy intentando respirar, aunque solo lo hago a gusto un par de horas al día, y el día que tengo suerte, pero no importa, al menos, ahora es algo diferente, y ojala el destino te llevara a leer estas líneas, para que vieras que estoy en una nueva etapa, sintiendo algo completamente diferente, completamente enganchado, y no por necesidad, o por miedo o por ninguna otra cuestión de supervivencia, si no por lo que ella es, independientemente de mi o de el afortunado que pueda permitirse rozar un pelo de su melena, enganchado a su existencia, a poder compartir con ella un solo segundo, a coincidir en esta experiencia vital, a contar sus respiraciones, los golpes de su corazón amartillando su pecho. Ella vive, ella existe, y es toda una revelación que así sea. Me hace feliz.

Yo te regalé un corazón de meada en aquél viejo muro de ladrillo, y hoy se me estampó en la frente al recordar el nombre de esa banda por cuestiones profesionales, pensé que estaría bien hablar de ello, así que aquí lo dejo. 

PD: Si tuviera que regalar mi corazón ahora (la mayor putada de regalo que podría hacerle a nadie), no sería un corazón de meado, aunque si que es cierto que me mantiene completamente húmedo con un solo gesto de su maléfico rostro.
Y también es cierto, que a veces, mi enferma cabeza (eso no ha cambiado) me dice "Olvida esto, en serio, no te puede traer nada bueno", y lo intento, pero es un vano intento que solo dura unas pocas horas que se hacen extensas y desesperantes. Estoy bien cogido. Pero yo nunca me rindo, y pienso seguir en la lucha. Hasta que el cuerpo aguante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario