miércoles, 4 de septiembre de 2013

En la espiral (II)

—Antes de que te sientes, deja que te diga algo, Dani —Dijo el joven, que al apartar el libro de su cara, dejó al descubierto un rostro cansado, ojeroso, cubierto de cien mil cicatrices invisibles—, y me da igual si te lo tomas a mal. Prefiero advertirte ahora.
Verás, puedes ocupar ese asiento, si has venido a sacarme el corazón del pecho, jugar con él entre tus manos, devorarlo, vomitarlo, aborrecerlo, tirarlo al suelo y luego pisarlo. No tengo miedo a que me lo destroces.
Puedes ocupar ese asiento, si vienes portando bajo ese vestido una entrepierna hambrienta deseando devorar a un adversario digno, a un amante insaciable, inagotable, sucio y despiadado, si es placer lo que estás buscando, puedo brindártelo.
Puedes ocupar ese asiento si eres de esa clase de personas que sufren una adicción al dolor, a los problemas, que aspiran a una aventura dramática, a un amor tan intenso que debe consumirse en breve, porque de lo contrario, caduca. Si vienes dispuesta a ser devorada por el huracán, a que lo nuestro se convierta en una breve llamarada tan intensa, que su destello resplandezca en el firmamento y los dioses se mueran de envidia, por no poder sentir con tal intensidad el dolor, la pasión, el amor, el sudor y la lujuria, si es eso lo que buscas puedes sentarte, has venido al lugar indicado.

—Vaya —dijo casi en un suspiro—, ahora ya no se si sentarme. Veo que tienes muy claro todo, no sabes como te envidio en este momento.

—Te equivocas —la interrumpió—, a pesar de lo que pueda parecer no tengo nada claro, de hecho, mis ideas y preferencias suelen cambiar constantemente. Hoy puedo decirte blanco, y mañana a la misma hora decir que es negro. Pero lo verdaderamente importante de mis advertencias es que sea lo que sea lo que traigas contigo, consiga hacer que algo se mueva aquí dentro —se tocó el pecho con su mano izquierda—, estoy cansado de remolcar piedras grises y pesadas. Detesto a los tibios de vocación.
Si has venido a esta mes buscando respuestas, siento decirte que no las tengo, si es eso lo que buscas, puedes largarte ahora mismo.
Si vienes buscando emoción, un tipo nuevo, alguien que te salve de tu rutina, o de tu pasado o de tu dolor, olvídalo. No pienso salvarte, hazte un favor y márchate, te ahorrarás el dolor, y a mi me ahorrarás perder el tiempo. He conocido a muchas otras que se han acercado al tipo extraño, viéndolo como un billete de salida hacia paraderos desconocidos, hacia caminos inciertos, lo percibís especial y queréis subiros al carro de los torturados muchachos especiales. Os equivocáis, ni somos especiales, ni os llevaremos más que a rastras por un camino lleno de desencuentro, miserias, desolación y condena.

—Gracias por la advertencia....supongo. Creo que me voy a sentar, aunque no se por cuanto tiempo, la verdad, no eres precisamente el anfitrión perfecto. 

—No soy el "nada" perfecto. Ya sabes algo más, señorita "Champagne,polvos (de talco) y arrepentimiento" —sentenció—, no pasa usted precisamente desapercibida por ciertos lugares. Ya debería saberlo.

—Así que me has reconocido —se sorprendió—, hace años que publiqué aquél libro de poemas, la chica de la contraportada ha cambiado bastante desde entonces, ¿Cómo me ha reconocido? No parece usted el tipo de persona que me busca en Google para masturbarse.

—Soy el tipo de persona del que no querría averiguar ni en mil vidas, qué es lo que busca en google para masturbarse. Me gustó su libro, si le soy sincero, nunca pensé que una mujer pudiera escribir historias así,  me sumergí en su obra sin mucho convencimiento de que me pudiera gustar. Pero debo reconocer que tiene usted el don, sus historias resultan demoledoras, reales, las palabras salen de la página y te golpean.
Luego, cuando indagué un poco para conocer algo más de la que pasaría a convertirse en una de mis escritoras favoritas a nivel nacional, descubrí lo de su pasado, ya sabe, la casa de sus padres, lo de aquella mañana de Reyes y l...


—¡Basta! ¿Cree que no conozco la historia? ¡Me ocurrió a mi! ¿De verdad pierde su tiempo en ese tipo de cosas? Quizás debería madurar, hacer algo de provecho con su vida, dejar de hurgar en la de los demás, dejar de excitarse con las desgracias ajenas, ¿Se siente importante, eh? Se creerá un tipo duro, un chico culto que lee sobre cosas horribles, pues bien, a mi solo me pareces un niñato mimado que no es capaz de vivir su propia vida, de relacionarse, un maldito Freak que se revuelca en la mierda de los demás porque la suya apesta demasiado.

Dani levantó su precioso trasero del asiento, tenía la cara incandescente de furia, su rubia melena totalmente despeinada, salvaje. Justo cuando iba a desplazarse hacia fuera de la mesa, en un movimiento fugaz, el joven le agarró de la muñeca, reteniéndola, y la miro fijamente a los ojos, cruzó su mirada de ojos de perro callejero con los delicados y rasgados ojos de Dani.

—Sinceramente, creo que deberías quedarte, pero si te va a hacer sentir mejor, estoy dispuesto a quedarme sujeto a tu muñeca, dejar que me arrastres veinte metros por el suelo, me empapes en gasolina y me arrojes a tu chimenea. Nunca he contemplado al dolor tomar una forma tan atractiva, ahora entiendo porque incendias corazones con lo que escribes, no es por lo que pasó aquella mañana, siempre estuvo ahí, es por lo que eres, solo se trata de despertarlo. Por favor, quédate.

—Me quedaré, si me dices tu nombre —y posó su mano justo encima de la del chico—, ¿Tiene nombre este saco de huesos?

—Me parece justo, pero debo advertirte que mi denominación varía según la circunstancia, la persona que me "invoca", la época, el lugar. Soy como Satánas, puedes encontrar que se dirijan a mí por distintos nombres, y ninguno es especialmente agradable, pero tú puedes llamarme Ernesto. Así lo quería mi madre, estaba obsesionada con Oscar wilde, no paraba de leerme sus obras cuando yo era pequeño.

—¿En serio? —se sorprendió—, pues perdona que lo diga, pero no tienes la pinta de alguien a quien su madre leía de pequeño, me imaginaba alguna historia dramática detrás de esa fachada propia del Gótico.
¿Sabes?, mi madre solía leerme a Shakespeare, me encantaba cuando me leía "El sueño de una noche de verano".

—¡No puede ser cierto! Es junto con Macbeth mi obra favorita de Shakespeare, pero por favor, no hagas ningún comentario al respecto, no quiero que me digas que te encanta porque es divertida, o porque tiene personajes realmente carismáticos, o porque te identificas con la reina de las hadas. Quiero pensar que tu también has llegado al trasfondo de la historia, a lo cruel que resulta unir a dos personas, manipularlas, hacer que se amen que se encuentren, que sientan lo que es arder de pasión, arrancarse la piel, dolerse mutuamente, para finalmente despertarles y enfrentarlos ala cruda realidad, todo fue un juego, nada de aquello volverá. Y por cierto —añadió—, mi madre murió cuando yo tenía ocho años, estaba recuperándose de una depresión, mi padre le hacía la vida imposible,y finalmente se encerró en el baño con una tableta de pastillas, no pudo soportarlo más. Y no la culpo.

—Lo siento....en serio. Oye, ¿tienes algo que hacer ahora? —preguntó—, he llegado hasta aquí huyendo de un recuerdo, buscaba la manera de lanzarlo a un bidón, rociarlo con gasolina y quemarlo, pero me faltaban fuerzas, ese último empujón. No tenía cerillas para prenderlo, pero creo que me he acercado a esta mesa porque he reconocido en ti al elemento que me faltaba, he visto en ti la chispa. ¿Ardemos un rato?

—El fuego camina conmigo.

A ojos de los allí presentes, esa escena pasó totalmente inadvertida, dos jóvenes muy diferentes, de distintos mundos, con distintos atuendos, con distintas almas, cruzando la puerta de salida del establecimiento tras pagar la cuenta, para salir a un destino desconocido para el resto. Desconocido para ellos mismos. Para arder, solo arder, pero arder trae consigo consecuencias inesperadas, trae consigo la adicción, trae consigo consumirse a diferente ritmo por diferentes partes, y pronto esos dos desconocidos de pasado esperpéntico iban a comprobarlo en sus prietas carnes.



Continuará.

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