lunes, 16 de septiembre de 2013

Si al menos esta noche...

Instrucciones: Esta entrada es algo diferente a las que normalmente vengo publicando, es un relato estático y a la vez móvil, palpitante y onírico, por lo que me he permitido dejaros algunas recomendaciones, como leerlo muy tranquilamente, con tiempo, sin prisas. También sería conveniente leerlo en una postura cómoda y relajada, sin ningún tipo de presión en la mente, con una única luz alumbrando el punto de lectura, sentados en una posición cómoda, o mejor aún, tumbados en un sofá, diván, o la cama.
Por último, es importante leerlo en silencio, sin ruidos mundanos alrededor, sin nada que nos saque del trance, debemos dejar que nos engulla. Como alternativa al silencio, me permito dejaros una recomendación para acompañar la lectura del relato que a continuación os dejo. If Only Tonight We Could Sleep





Mientras ahí afuera nada había cambiado, o más bien, todo continuaba cambiando, girando, todos seguían siendo devorados por la espiral del continuo cambio, yo me iba separando de todo poco a poco.
Mientras ahí afuera unos seguían planeando guerras absurdas, genocidios, hambrunas y desesperación en su egoísta aburrimiento, y otros a su vez quemaban banderas, se enfrentaban a las balas con piedras como únicas armas para encontrarse en los brazos del descanso eterno, del cielo del revolucionario, del cielo del come hierba, del cielo del perfecto-imperfecto, del cielo de bambi, a mi me invadía un agradable entumecimiento.
Y todo lo de ahí afuera cada vez estaba más lejos. Las voces ebrias de irresponsables padres de familia deprimidos, reprimidos, los disparos de bragueta en callejones oscuros, los gritos de la decepción, de la culpa, del pasado y del miedo, eran filtrados, apagados, se alejaban cada vez más, hasta convertirse en elementos de efímera existencia.

Todo ocurría de manera progresiva, pero el orden y el tiempo no eran factores que tuvieran ni importancia ni coherencia en tales niveles de existencia, todo lo aprendido era completamente inútil, no permitía denominar lo que allí ocurría durante aquella madrugada. No había principio, solo continuidad, continuidad y sincronización de tres respiraciones sobre una cama, y ellas soñaban, ellas soñaban sin imaginar siquiera que eran mi sueño, que por eso no dormía, para no perderme ni un solo segundo de aquél espectáculo.
Yo solo degustaba. Yo devoraba cada segundo de su abrazo, cada minuto que pasaba, cada espasmo muscular que sacudía esporádicamente sus extremidades, y que por extensión, me sacudía a mi también.
No me soltaba, dormía sin soltarme, sin disminuir la intensidad del abrazo que hacía de nexo entre los dos, y ambos soñábamos, los tres en realidad, cada uno a su manera.
Y mi sueño era que aquello no terminara nunca, porque ahí afuera pasan cosas, cosas terribles que nos convierten en monstruos, mala suerte, furias inoportunas, contratiempos y otros factores que nos deterioran, mi sueño era retener el instante.
Mis ojos devoraban el techo, y respiraba tranquilo, intentando no mover ni un músculo, no quería cambiar ni un milímetro de lo que allí estaba ocurriendo, de lo que allí no estaba ocurriendo. Quería retener para siempre aquella instantánea, para que nada cambiara jamás, ¡Dios, habría retenido ese instante para toda la eternidad! Nunca me habría podido cansar de aquello.
Y mientras la madrugada fallida por segunda vez avanzaba, mientras los tres formábamos parte inexcusable de aquél lienzo, de repente fuimos devorados.
Ese techo en el que mantenía fija mi mirada, el techo que nos impedía la visión del firmamento, de repente comenzó a distanciarse de nosotros, y no podría decir con seguridad si era el techo el que se elevaba, o nosotros los que descendíamos, flotando lentamente, placenteramente, recorriendo el universo en menos de lo que tarda el segundero en cambiar su posición.

La cuestión es que no puede expresarse tal fenómeno recurriendo a señales de orientación convencionales, todo aquello era desconocido para mi, y ningún adjetivo de nuestra lengua me serviría para acercarme siquiera a describir con precisión lo que allí ocurría.
El techo se alejaba, y ahora flotábamos, los tres, los tres siendo uno, dejando de ser uno mismo y perteneciendo a todo aquello, a la situación, al TODO, a ese delicioso TODO.
Una agradable oscuridad nos envolvía por todas partes, y en ella flotábamos, allí en medio del cosmos, sin nuestros cuerpos. Nuestros cuerpos habían comenzado a deshacerse por sus extremidades en finas hebras de color violeta y verde, rojo y azul y un blanco pulcro, todos brillantes, puros colores neón.
Y nos íbamos deshaciendo en hebras sin llegar a separarnos, nos envolvíamos y desenvolvíamos dentro de la luminosa red, y era realmente placentero, y ya no había suspiro que no fuera de placer, ni lágrimas, porque no había cuerpo. El cosmos, sus respiraciones, nuestro rumbo indefinido, y como único sonido envolvente, el constante latido de un corazón, de un corazón fuerte, valiente, y otro más valiente aún, lleno de coraje, y allí solo sentía seguridad, porque ya no escuchaba los latidos de mi cobarde corazón bombeando vergüenza.
Buceábamos en las estrellas, recorríamos el cosmos y nuestros sentidos se ahogaban en orgasmos, y sus corazones eran música para mis oídos, y las estrellas se morían de envidia, pero no importaba porque seguíamos nuestro rumbo indefinido, el corazón valiente de una superviviente, de quien tiene el valor de seguir viviendo después de la soledad y el abandono, de quién camina y va un paso más allá. Y por otra parte el sensual corazón de quién viste la armadura del caballero oscuro, tiene el valor de vestir la armadura que no siempre le arrastra por caminos fáciles, y ambos corazones me abrigaban, y me quitaban el vértigo que daba la velocidad a la que recorríamos el universo.

Estaba perdido, porque la orientación no existía allí, aquello ya no era la habitación, aquello ya no era la ciudad, ni el país, ni nuestro planeta, era otro plano de la existencia que nos engulló, me dejé sustraer de aquella habitación porque las condiciones eran propicias para ello.
Y en el fondo sabía que tendría que volver antes o después, pero durante el viaje no pensaba en ello, solo disfrutaba como nunca lo había hecho antes en toda mi vida, me sentía tan vivo y anestesiado a la vez que destrozaba mi piel para sacar de nuevo esas hebras de neón, y de nuevo se unían y me daban forma, y de nuevo las destrozaba, y nuestras existencias danzaban. 
Y justo antes de volver, antes de recuperar las nociones básicas, paramos de girar, fuimos volviendo a tomar nuestras formas aún colgados de la nada, flotando sobre y bajo el vacío, y nos miramos, tu y yo nos miramos fijamente, y ella estaba a tus pies, y también nos miraba a ambos alternativamente, y luego introdujiste tu mano en mi pecho, y dejaste dentro de mi una parte esencial de tu aura, y yo sentí que caía desde una distancia brutal, sentía que caía al vacío, y entonces estaba allí de nuevo, en la oscuridad de la habitación, aún sujeto por tu abrazo, aún hipnotizado por vuestras respiraciones.

Y sentía que no podía estirar más el momento, no puedes arriesgarte a probar algo que sabes que no va a estar ahí siempre, porque podría joder el resto de tu vida, podría ser totalmente incompatible con la posibilidad de continuar existiendo con la ausencia de eso que allí hallarías.
Y entonces corría, mientras cada átomo de mi cuerpo suspiraba de tristeza, porque me separaba, me alejaba del núcleo, de la molécula perfecta, de la base de la alquimia que habíamos descubierto.
Pero la realidad se impone, y no puedes flotar eternamente. Pero tu mano en mi corazón, eso que ahora llevo dentro, es como un parche de nicotina que al menos, hace la existencia sin ti algo más soportable.

Cada vez que cierro los ojos, en lugar de sentirme solo y desgraciado en esta habitación oscura y helada, ese pedazo que me dejaste dentro, hace que reviva aunque en menor intensidad ese viaje. 
Ahora cada vez que cierro los ojos, si lo intento con todas mis fuerzas, casi puedo volver a sentirme allí, donde los tres nos fundimos en una sucesión interminable de apasionadas colisiones, cuando dejamos de ser, para ser mucho más de lo que es posible ser en estos niveles mundanos de existencia.


Buenas noches.

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