jueves, 19 de septiembre de 2013

Desubicado

En la ciudad nunca pasaba nada, había tanto tiempo para el tiempo, que este se amontonaba gelatinoso como un enorme zurullo de vaca al sol.
Todos mentían constantemente, la mentira era el deporte más practicado en la ciudad, era el jodido deporte nacional, no importaba el momento, la compañía o el clima, siempre era buen momento para darle un poco a la mentira.

En la ciudad no había ni una sola puta, ni había peleas en los bares, ni maricones en los parques, tampoco había inmigración, pobreza, políticos corruptos ni hambre. ¡Vaya una madriguera aburrida!
La principal causa de enfermedad era el cólico de sonrisas, seguido de la sobredosis de amabilidad.
La principal fuente de empleo era la industria, si, allí también tenían fábricas, enormes fábricas de gominolas que daban empleo a toda la población, no existía el paro, todas las gominolas del mundo no eran suficiente.
En cada casa habitaba una feliz pareja de hermanos que compartían una infancia feliz, alejada de todo tipo de traumas, sin ver nunca en todo lo que duraba sus vidas una discusión, sin oír nunca una palabra más alta que la otra, y en su imaginación no había lugar para encontrar una escena en la que sus progenitores se agredieran y jodieran por el culo cualquier posibilidad de que en un futuro, ellos pudieran llevar una relación de pareja sana.

Qué lento pasaba el tiempo en la ciudad, y qué poco tiempo tardaron en largarme de allí, con lo que me costó encontrar el camino.

Si, yo estuve allí.

Encontré la ciudad mientras circulaba una tarde por la autopista Tranxilium 10, entré en el primer bar que encontré a la entrada de la ciudad, como no servían alcohol, me emborraché de tristeza y mediocridad, y todos cantaban a mi alrededor e intentaban integrarme, pero aquello era degradante.
Quise fingir un poco más pero necesitaba un poco de acción, así que intentaba cabrear al pequeño Jimmy desdicha escondiéndome de el, y él solo quería bailar conmigo, justo detrás de mi, y yo me ocultaba entre la normalidad, fingiendo ser uno más.

Finalmente me alcanzó, me desnudó y me mostró al resto de los allí presentes, me desenmascaró: "Eh, mirad, es el tipo del que nos advertían, es el tipo que siembra el caos allí por donde pasa. Se dice de él que no respeta el código sagrado de la nueva y evolucionada humanidad. Que no sigue las pautas de civismo que hacen de esta nuestra sociedad, un lugar perfecto, sin dolor, sin dramas, sin tristeza. Se dice que este tipo ya ha pasado por otras ciudades, se dice que incluso rehusa adaptarse a nuestro programa de esterilización, y que PRACTICA EL SEXO de la vieja humanidad, evadiendo someterse a nuestro programa de natalidad de laboratorio que selecciona solo los mejores atributos para nuevos humanos. Se dice de él que es culpable de haber caído en esa terrible adicción llamada AMOR, y que profesa esos antinaturales sentimientos que casi nos llevan a la extinción una vez, ¿no os parece cómico?, he oído que incluso alguna pobre enferma mental o aturdida y desdichada mujer, incluso ha permitido en cierta ocasión que le confiese eso que antes llamaban AMOR, es culpable de preocuparse por ella, es un sádico que incluso se ha provocado daños en nombre de eso que llama AMOR, y también se dice que ejerce absurdos rituales, que vive y ama a un absurdo personaje de cuentos con el que cree interactuar y al que profesa un profundo amor, dolor, una historia sórdida que le devora dulcemente, una tal Lucifer. Definitivamente este tipo es un peligro, debemos deshacernos de eso que lleva dentro de la cabeza, es un ser defectuoso, debemos reiniciarlo."

El pequeño Jimmy me dio el golpe de gracia y luego me sacaron a patadas, desnudo y herido del bar.
Me arrastré como pude hasta quedar oculto a los ojos de la multitud, y cuando pasaron de largo me colé por la ventana en una casa roja de la que provenía una música bastante sugerente, era una casa muy oscura.
Entré allí, y me acosté con Betty, y con Sue, esposa y cuñada de Jimmy, respectivamente.
Ellas no sabían qué era follar con un hombre, porque el pequeño Jimmy seguía las directrices del partido, pero sabían utilizar muy bien sus lenguas y labios, habían jugado multitud de veces entre ellas, se notaba.
Justo cuando cabalgaba a Sue que estaba apoyada contra la cama, la puerta de la habitación se abrió súbitamente, y entró el pequeño Jimmy con los ojos desencajados y un tridente de arar en la mano.

Eso es lo último que recuerdo, eso y que supongo que fui desterrado de allí.
Siempre ha sido tan difícil acertar, y siempre ha durado tan poco lo bueno, siempre me encuentro tan desubicado...,  

Ahora vago por aquí, por la madrugada aún con esta erección y este dolor de huevos, buscando alguna dulce puritana a la que clavársela.

Buenas noches.

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