Ya desde los primeros recuerdos que Luci conserva, el orden
y la disciplina se encuentran presentes en todo momento de su vida, son los
pilares en los que se apoya su núcleo familiar.
Es comprensible, si tenemos en cuenta que su padre ocupa un
alto cargo dentro del ejército del aire, siguiendo con una antigua tradición
familiar en la que todos los varones, desde su bisabuelo, han dedicado su vida
a servir a su país.
A veces, justo antes de dormirse, después de que su madre le
haya arropado y besado en la mejilla, a Luci le gusta recordar, intenta echar
la vista atrás todo lo posible, hasta alcanzar el recuerdo más lejano que le
permita su memoria (recuerdo que no puede ser muy lejano, puesto que la pequeña
Luci solo tiene ocho años), cuando se pone a ello, siempre acaba durmiendo
arropada por el recuerdo de frías noches de invierno, arropada, sintiendo el
calor de mamá, que permanece sentada en el borde de la cama, escuchando el
suave murmullo de su voz, contándole un cuento casi en susurros, con una voz
cálida, tierna, envolvente.
Cuando llega a este punto de la memoria, Luci siempre acaba
dormida. Papá nunca aparece en estos particulares flashbacks que se provoca, y
en parte es lógico, debido a su trabajo, siempre se encontraba fuera de casa, y
cuando volvía, era solo para unas dos semanas como mucho. Era un ritual
cíclico, siempre ocurría igual, llegaba, abrazaba a mamá, la abrazaba a ella,
arrojaba su equipaje justo en la entrada de la casa, y luego se acercaba al
frigorífico y cogía una lata de cerveza.
El primer día era el mejor, era la novedad y la expresión de
todo el cariño contenido durante su ausencia, y era un buen hombre, era
cariñoso, pero lo justo. Era severo en cuanto al orden y la disciplina, era
totalmente contrario a cualquier cosa que supusiera una alteración del orden
lógico de las cosas, por ejemplo, en casa de Luci, los cuentos estaban prohibidos.
"Cariño, no quiero que le llenes la cabeza a la niña de cuentos de hadas,
no quiero una hija con la cabeza llena de pajaritos, pero puedes enseñarle algo
útil, gramática, matemáticas o cualquier cosa", solía decirle a mamá
cuando escuchaba a Luci pedir que le contaran un cuento.
A pesar de todo eran unos buenos padres, ella los quería
muchísimo, pero Luci no era una niña cualquiera.
Hay veces que las personas nacen con una luz especial, con
un corazón indomable, con una mente a la que no se le pueden poner diques, y
este era el caso de Luci.
Luci siempre había sido una buena niña, al menos era una
niña educada, los vecinos no tenían queja de ella, los profesores tampoco, pero
a pesar de esto, Luci no era una niña popular, a pesar del lema que tanto
repetía papá "Nuestra comunidad es como una gran colmena, tenemos que
trabajar todos codo con codo por el bien común", Luci no era especialmente
popular, no le interesaba lo mismo que a los otros niños.
A pesar de que la fantasía había sido vetada en su casa,
había algo dentro de ella, algo inextirpable y que crecía inevitablemente a
marcha forzada.
A veces, mamá le leía a escondidas esos cuentos que papá
tanto despreciaba, y ella flotaba, en su mente se creaba una imagen de todo lo
que allí ocurría, se veía en el papel de una doncella destinada a ser una
princesa deslumbrante, se veía persiguiendo a un conejo hasta tierras
desconocidas, desconcertantes, se veía cayendo en un sueño profundo al
pincharse el dedo con la rueca, una vez que gracias a su madre probó la
fantasía, una vez que comprobó que no existen rejas ni muros capaces de
encerrar a una persona, que siempre queda imaginar, no pudo parar de sumergirse
en estos mundos.
Al principio esperaba con ansia que su madre le leyera un
cuento de forma clandestina, pero pronto, se encontró imaginando sus propias
historias, ensimismada en los recreos, mientras los otros niños la observaban
extrañados desde sus tradicionales juegos, ella exploraba, caminaba como
extasiada, como si viera el lugar, de una manera diferente a como lo veían los
demás.
Cuando había que dibujar en clase, mientras los demás niños
dibujaban una postal de su familia en la que sus miembros deformes se toman de
la mano, ella dibujaba una versión completamente ornamentada, se dibujaba
rodeada de animales, interactuando con estos, en parajes psicodélicos.
El pasatiempo de Luci no hacía mal a nadie, no molestaba a
nadie mientras paseaba por su imaginación, mientras salía a pasear cada noche
por bosques misteriosos.
A veces sentía miedo, en su fantasía, cuando todos dormían,
ella salía a pasear bajo esos bosques, y el viento aullaba, y los animales
nocturnos también, y en esos momentos desearía tener un compañero de viajes,
alguien que la tomara de la mano, alguien que frenara el sentimiento de miedo y
que la guiara en los mundos de su imaginación, y pronto descubrió, que en su
mente, querer era poder.
En una de sus salidas hacia los bosques aulladores, Luci
caminaba entre sauces llorones que casi no dejaban pasar la luz de la luna, y
de repente, cuando creía sumergirse cada vez más en la oscuridad, empezó a
escuchar una dulce melodía que estaba siendo silbada por alguien, era una dulce
tonada que se superponía al inquietante sonido de las ramas de los sauces.
Luci siguió la melodía, y al principio le costaba
orientarse, y se rasgaba los leotardos con los arbustos, pero finalmente,
haciendo acopio de un gran valor, siguiendo esa amable tonada, llego hasta un
claro en el bosque, y pudo observar cómo era la luna quien emitía el silbido,
Luci quedó atónita mirando hacia el firmamento, y la Luna le guiño un ojo.
—Hola, pequeña Luci —dijo con la voz más dulce que Luci
nunca había oído—, no estarías perdida, ¿verdad?
Luci se quedó en blanco, solo podía sonreír, era todo tan
maravilloso, estaba tan lejos de las reglas rígidas de casa, de las miradas
extrañas en la escuela, de mamá llorando y pensando en llevarla a ver a un
"especialista", se sentía tan bien allí lejos de todos aquellos que
no tenían nada mejor que hacer que criticarla, que casi rompe a llorar.
—Eres mi pequeña niña flequillo favorita —dijo la sonriente
luna—, me encanta verte por aquí, recorriendo estos mundos, porque gracias a
que existes, existimos nosotros, y gracias a que existimos, existes tu. Siempre
es un placer que tus preciosos ojos recorran nuestro hogar. Por cierto, tengo
una sorpresa para ti, no he podido evitar notar que a veces sientes un poco de
inquietud por algunos de nuestros parajes (Si, desde las alturas no se me
escapa nada, jejeje), verás, lo primero que quiero decirte es que no debes
tener miedo, porque tu eres el origen de todo, confía en ti pequeña, recuerda
que somos tu fantasía, recuerda que no es malo soñar, que siempre estaremos
para ti, y recuerda, que a pesar de lo que diga tu padre, a pesar de que te
miren extraño, o te sientas juzgada, no podrás jamás ser feliz, si no nos
escuchas a nosotros, si no sigues a tu corazón.
Aún así —continuó—, como te decía, quiere darte algo, porque
a pesar de que nunca estarás sola aquí, y de que no debes temer, creo que os
llevaréis bien.
A continuación la luna hizo un gesto, y de unos rosales que
había justo en frente de Luci, brotó una rosa que crecía de manera acelerada, y
tras abrir el capullo, arrojó una especie de silbato o flauta pequeña.
—Adelante, sopla —dijo la luna—, verás lo que ocurre. Es
nuestro regalo para ti.
A continuación, Luci sopló por aquél extraño instrumento, y
este emitió un sonido casi imperceptible, más una vibración que otra cosa, y
justo después de que dejara de sonar, el suelo se abrió de una forma algo
brusca, y de él emergió poco a poco una figura que a primera vista podía arecer
algo siniestra, era una especie de esqueleto de mirada triste que vestía un
elegante traje, y que a pesar de su tenebroso aspecto, produjo en Luci más
expectación e interés que terror.
El shock llegó cuando el escuálido ser emitió un sonido para
saludar, tenía la voz más suave y cálida que Luci nunca había oído, le
recordaba a la voz con la que mamá le leía los cuentos secretos, y el efecto de
la voz, le hizo perder cualquier tipo de recelo que pudiera guardarle por su
aspecto.
—Debo estar soñando —dijo el esqueleto— debo estar soñando
el sueño de otro, demasiada belleza para mis cuencas vacías, buenas noches,
preciosas, soy el señor Ribbles, pero podéis llamarme Rib.
—Eres un adulador, Ribbles —le riño dulcemente la luna—,
ella es Luci, la chica de la que te hablé, la chica que nos sueña, la niña que
posee el don. Como te comenté, a veces se siente un poco sola, y como conozco
tu gusto por las buenas compañías, te he traído a la mejor.
—¡Vaya! —Exclamó—, señorita —dijo tomando la mano de Luci
entre sus esqueléticos dedos—, déjeme decirle, que no volverá usted a sentirse
sola, ni aquí, ni fuera de este lugar. Por favor, permita a este saco de huesos
hacer de guía para usted, tengo poca carne, pero mil historias que contarle,
historias sobre reyes, sobre princesas, sobre esqueletos danzantes, sobre
brujas y caramelos, deje que este saco de huesos la acompañe en el camino, solo
mientras usted quiera. Mientras lo desee, yo estaré para usted, solo tiene que silbar
en la raíz que tiene en la mano, y apareceré para usted. Cuando todo lo demás
le falle, yo estaré para usted, la calmaré cuando esté inquieta con canciones
que aprendía en el infierno, con historias que me contaron gigantes del otro
lado del mundo, le mostraré lugares increíbles que le harán olvidarse de todas
sus inquietudes.
—¡Genial! —exclamó luci, con lágrimas en los ojos—, acto
seguido, se arrojó hacia el señor Rib y lo abrazó, era como abrazar una bolsa
de roscos, los huesos sonaron a modo de xilófono, con cada abrazo, emitía una
melodía diferente, y a Luci esto le encantaba, además, si lo mantenía abrazado
el tiempo suficiente, este le hablaba bajito al oído, y le contaba historias
increíbles que la sosegaban, que la alejaban aún más del exterior, que la
ponían a salvo de las miradas críticas y de los comentarios de esos paletos sin
imaginación con los que se codeaba en el exterior.
A partir de Aquél momento, Luci y Ribbles se hicieron
inseparables, eran un refugio el uno para el otro, cuando todo lo demás
fallaba, cuando ya habían tenido suficiente ración de realidad, se encontraban
de nuevo para juntos curarse las heridas, mantener conversaciones amables,
abrazarse melodiosamente y compartir cada instante como si fuera a ser el
último, porque en el fondo de sus corazones, ambos sabían que la realidad
termina por imponerse.
Esto era algo que a pesar de su corta edad, Luci podía
intuir, pero no se entristecía, ni Ribbles tampoco, porque mientras ella lo
deseara, mientras ambos estuvieran por la labor, siempre habría una manera,
siempre habría un momento de cada día, nada nunca podría separarlos, Ribbles
siempre estaría ahí, solo tenía que emitir el silbido, era su regalo, el regalo
que le hizo la luna, y aunque quizás ella aún no lo sabía, ella era un regalo
para ribbles, la existencia de ambos se complementaba, y así continuó durante
muchísimo tiempo, juntos pasaron mil aventuras, nunca nada ni nadie pudo evitar
sus furtivas escapadas, su mutuo amor, consuelo, diversión, inquietud. Ambos
fueron para siempre, el uno para el otro, el gran regalo de aquella luna llena
tan sonriente y amable, en aquella noche en la que parecía que iba a imponerse
el miedo.
Fue la gran lección de la luna. Pequeña, si el miedo te
invade, sueña, sueña ya abraza a este saco de huesos, que siempre tendrá una
melodía para ti.
Si guardáis silencio, en los momentos en que tengáis miedo,
en los momentos en los que todo falla, estad atentos, escuchad con atención
porque siempre habrá una melodía para vosotros, y la luna os ayudará a encontrarla, no temáis, de verdad no temáis llorar o
asustaros, pero pensad que siempre hay una solución que en su mayor parte
dependerá de vosotros, y sobre todo, no paréis hasta encontrar vuestra raíz,
vuestro señor Ribbles, porque siempre habrá uno para cada uno de vosotros y
vosotras, recordad, no estáis Sol@s, y tú menos que nadie, de eso me encargo
yo.
Buenas noches.
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